El infinito placer de amar la música, de dejarse fascinar por sus imprevisibles ramificaciones y darse cuenta de hasta dónde puede llegar la pasión, tiene episodios particularmente felices como el que nos ocupa hoy. Hablaremos de The Leopards, cuatro tipos de Kansas City que en 1977 y, diez años después, en 1987, graban dos discos fundamentales, tan admirables tanto por las hermosas canciones que los forman como por su particular sonido. Imaginemos que cuatro locos se obsesionan con el Village Green Preservation Society de los Kinks y con todo lo que huela a la época más rica y original de Ray Davies. Me refiero a esas canciones con aroma a te de media tarde, a delicada y elegante composición inglesa con efluvios de la campiña, observaciones sarcásticas sobre la sociedad incluidas. Porque The Leopards fueron los Kinks después de los Kinks, y no sólo eso, sino que gracias a mantenerse fieles a ese libro de estilo lograron, paradójicamente, un sonido inconfundible, intenso, cálido y extremadamente íntimo.
Son los nuevos reyes de los discos perdidos. Kansas City Slickers, su primer álbum, hoy prácticamente inencontrable, es un tratado sobre cómo querer ser Ray Davies, conseguirlo y transformarlo en algo propio. El irresistible encanto de esta manera de hacer queda ya patente en "Road To Jamaica", entrañable, pegadiza, tierna, melancólica, es decir, todo lo que tenían las canciones de Ray Davies -también una voz idéntica a la suya, a cargo de Dennis Pash-, como si estuviera recién salida de las sesiones del Face to Face. "Mind of My Own" es una vuelta de tuerca al clásico "David Watts", sin olvidar los pianos saltarines, y "Dancing in The Snow" parece una de las extravagancias de Ray, casi de vodevil, y producto sólo de una mente experta que ha sometido sus neuronas a una sobredosis de discos de los Kinks. Con "57 Chevy" nos damos cuenta de que tanto parecido con el grupo de Ray Davies no es algo superficial, sino que lleva a alguna parte, porque The Leopards están trazando una atmósfera muy personal, deliciosamente anacrónica, y plagada además de melodías increíblemente hábiles y adictivas. De hecho, "Bugle Boy" es tan enigmática y tan fuera de parámetros que hasta parece escrita por Jaume Sisa. Y "Recess" podría estar entre "Dead End Street" y "Sunny Afternoon" en un recopilatorio de los Kinks. "Raggedy And Raggedy Ann" es en mi opinión la joya del disco, con esa rápida y entrañable, pacífica, casi folk melodía, mandolina incluida, una estupenda canción que cierra un espíritu originalísimo, el cual mezcla a los Kinks y un tono campestre y de fogata nocturna.
Un disco esencial, con una personalidad abrumadora, voluntariamente fuera de toda onda y, por consiguiente, injustamente ignorado desde su misma aparición. De este disco tan cercano y mágico es muy fácil enamorarse, pero no obstante, como ya se ha dicho, diez años después The Leopards publican Magic Still Exists, su obra maestra, una joya del pop y referente absoluto, aunque completamente desconocido.
Descomunal, gigante, pero a pesar de todo humilde, Magic Still Exists destila belleza, ternura, los inevitables giros a lo Kink y una fuerza inigualable a la hora de emocionar con canciones sencillas y dotadas de una sensibilidad que desarma por su pureza. A pesar de todo, la canción que abre el disco, "Block Party", engaña, porque es muy rock, de hecho no parecen ellos, y enseguida "Back on The Track" nos demuestra que las cosas no sólo no han cambiado, sino que se han hecho mejores. Excelente pieza, digna de la pluma más inspirada de Ray Davies, a quien ya no sólo rinden homenaje sino que lo toman como forma de vida y lo igualan. "Empty People" es puro, nuclear, incorruptible pop británico de los 60, viene de allí, se ha obrado el milagro, el tiempo se ha derretido y todo es posible. ¿Y "Last Night"? Pues otro clásico del mayor de los Davies, sólo que no lo ha escrito él y que es el ejemplo paradigmático de hasta qué punto puede emocionar la sencillez. Ni siquiera "Harleans House" pierde el carisma, con esos coros a lo Beatles y unas melodías firmemente trazadas con sus cambios sutiles, delicados, melancólicos, dolorosos en su belleza.
Es fácil detectar cuándo un grupo está haciendo algo grande, porque sus discos se desarrollan prácticamente sin altibajos, como si se tratara de un espadazo que al terminar nos deja temblando. Esto es lo que experimentaremos con "Psychedelic Boy", que viene a ser el mejor McCartney, el mejor Ray Davies, el mejor Pete Dello, el mejor todo de todo dentro de la tradición del pop exquisito. "It Can Happen To You", otra maravilla, con una introducción de mandolinas en espiral que directamente derrite, y una construcción perfecta y de estribillos poderosos, genialmente acompañados por una guitarra de goma. "Waiting" es una genial aproximación a un estilo más bien de la nueva ola, no tan personal pero igualmente talentoso, algo de lo que parece participar también "Crying". "Dusty Treasure" es uno de esos instrumentales que no están de más, que son tan buenos como cualquier otra canción y que nadie en su sano juicio excluiria del disco (¿os suena "Is This Music", de Teenage Fanclub?). Y "Maggie Lane" es el canto del cisne, una canción trabajada, más compleja pero con los referentes igual de claros que las anteriores, de desarrollo inquietante (acaba con una explosión) e ideal para cerrar un disco de esa altura.
Grandes, honestos, unos clásicos desconocidos que os invito a que formen parte de vuestra colección desde ya mismo. Si nunca habéis escuchado a The Leopards, os propongo que descarguéis la siguiente canción (cara B del single "Psychedelic Boy") y digáis en los comentarios qué os parece:
The Leopards. "If You Come Back To Me"
Y puesto que se trata de discos muy difíciles de encontrar, a continuación pongo los enlaces correspondientes a los dos (también están en e-mule, por cortesía de la fantástica 1 poco de música):
The Leopards. Kansas City Slickers
The Leopards. Magic Still Exists