domingo, febrero 24, 2008

A Gentle Sound. 80's British Style

Por Manolo Martos

“Si no me preguntan qué es la elegancia, sé lo que es. Pero si me lo preguntan no sé qué responder.” ¿Cuál es la idea de un recopilatorio como éste cuyo título, para empezar, resulta ya bastante poco elegante, poco dotado de gracia? Difícil reflejar la intención de esta selección en la que ni están todos los que se acercaron al pop con estilo, ni son éstos el ejemplo definitivo de lo que uno pensaría que Las Islas legaron de mayor interés al pop en los ochenta. Será lo difícil del intento de navegar entre dos aguas, cuando se pretende presentar un puñado de canciones que triunfaron en las listas junto a otras pocas que también lo merecieron, archivadas dentro de una discografía efímera, y entre lo recordado y lo recordable, fabricarse un motivo que responda a la pregunta de por qué no le disgustan a uno ciertos sonidos… amables.

Ante la falta de una continua satisfacción que mantenga a raya la añoranza de aquellos primeros tiempos de formación (otra vez la educación sentimental), este recopilatorio busca un compromiso estético mediante esa navegación indecisa entre lo solemne y lo frívolo; más allá de un esnobismo elitista, pero queriendo darle algo de lustre a un pop desechable, para presentar las posibles virtudes de las producciones que persiguen un sonido cuidado, cohesionado, limpio; siempre que se tenga, eso sí, buen material a base de melodías trabajadas. “Cath” de los Bluebells como ideal, y todos contentos.

En el mundo de la industria musical siempre habrá vencedores y vencidos, pero no en el mundo ideal sostenido con tus aficiones. Hubo un tiempo en el que un cierto sonido mainstream mereció atención. O pudo haberla merecido, cuando se pretendió dejar algo de poso -haciendo corriente principal- en el ejercicio de unos sonidos, a diferencia de los adaptados a la corriente principal del momento. Será que en el erial de los tiempos actuales, ya cualquier gesto hecho con un mínimo de estilo queda engrandecido para los temerarios que aún pretenden resistir la confusión.

Pudo haber un tiempo en el que el sonido de una Joven Escocia debió apropiarse y abanderar lo que desde los medios se denominó como Nuevo Pop y que acabó siendo territorio de Duran Duran, Spandau Ballet y demás Nuevos Románticos. Pero ya se sabe que estas cosas nunca siguen el plan previsto. Y si no aparecen Orange Juice, Prefab Sprout o The Smiths es porque su propia –gran- personalidad y estilo romperían con una cierta continuidad estilística más impersonal perseguida aposta, en una propuesta recopilatoria de amable intrascendencia cuya escucha, con todo, deja una mezcolanza de jovialidad y melancolía.

Una mirada retrospectiva, pues, que repesque algunos legítimos intentos de permanencia en la memoria de los que aceptan con agrado unos sonidos amables, sobriamente exuberantes… elegantes. Si algún buen aficionado ha captado ese “espíritu fluyendo” entre todas estas canciones, será que al menos algo de estilo queda. Si San Agustín no nos lo podía decir, ¿nos podría responder quizás ese pingüino pillado in fraganti sobre un fondo naranja, mirándonos desde la cubierta de un libro de segunda mano de la colección Clásicos Modernos?

01. Orchestral Manoeuvres in The Dark: “Souvenir” (Dindisc, 1981)
02. Haircut 100: “Love Plus One” (Arista, 1982)

03. ABC: “All Of My Heart” (Neutron/Phonogram, 1982)

04. The Bluebells: “Cath” (Sire, 1983)

05. Aztec Camera: “Walk Out To Winter” (Rough Trade, 1983)


El comienzo no puede ser más exitoso, o escandalosamente comercial, a juicio de muchos: grandes nombres de los ochenta con éxitos de esos que marcan época (el otro día escuché “Walk Out To Winter” en la cafetería de un hospital). De entre todos, “Cath” de los Bluebells sobresale como el ejemplo perfecto: esa armónica, esos coros (“Cath, uouooh”)…Ésta es una versión 12” editada en USA por Sire, ligeramente diferente al single, y si cabe más afilada para hincarse en el centro de la diana pop. Los famosos OMD aparecen con el recuerdo de “Architecture and Morality” en cinta original, propiedad de algún amigo o hermano mayor que sabía cómo entretener las largas tardes de deberes; o la portada del single, con esa foto de terrazas en los 50. Por su parte, el productor Bob Sargeant es el culpables de darle ese aire ligero y refrescante que tuvieron Haircut 100 (merece la pena seguir la etapa posterior de Nick Heyward en solitario, demostrando conocer el oficio de componer y grabar canciones pop). Lo de ABC se las trae: uno de esos nombres representativos de los llamados Nuevos Románticos, etiqueta aparejada a banda de fotos para la prensa (egos de papel couché, músicos ficticios) y lavada de cara en la producción. Pero una buena canción puede con todos los prejuicios. Rescatemos entonces este single con un ajustado punto de elegante épica (con “Overture” en la cara B, buen ejercicio de pop sinfónico), del proyecto del periodista Martin Fry y la labor del productor Trevor Horn.

06. The Pale Fountains: “Jean’s Not Happening” (Virgin, 1984)

Ni fue su mejor single ni está en su mejor álbum ni pertenece a su mejor época (para ello háganse con su LP Pacific Street o con el magnífico recopilatorio de Marina, Longshot For Your Love), pero en mi caso sirvió como puerta de entrada al universo de Michael Head. Y aunque aquí la guitarra de su hermano sustituyó las partes de trompeta de Andy Diagram -que subrayaban la valentía de mostrar en aquellos ochenta la influencia de grandes nombres como el de Burt Bacharach-, lo cierto es que tiene un tirón que llama (a mí me llamó) la atención, destacando de entre las canciones de su segundo álbum, producido en su mayor parte por Ian Broudie.


07. April Showers: “Abandon Ship” (Big Star/Chrysalis, 1984)

Dúo de Glasgow que solo grabó este single (por cierto, repescado también por Marina), y del que poco más se sabe, salvo que hubo planes de sacar otro en el sello Operation Twilight (donde salió el primer single de los Pale Fountains) y que la chica por esas fechas fue novia de James Grant, componente de…

08. Friends Again: “State Of Art” (Mercury, 1984)

Quinteto formado en 1982 que sacó tres singles antes de fichar por Mercury en 1984 para grabar un único LP, Trapped & Unwrapped, en el que también está este ejercicio de pop formalista. Intrascendente elegancia. Al poco se separaron: James Grant formó Love And Money (de mucho más éxito) con el resto de la banda, mientras que Chris Tompson creó The Bathers en 1987, con mucho menos éxito (también repescados por… sí, Marina). Las chicas siempre aciertan para esas cosas.

09. Sensible Jerseys: “Go To Work” (Virgin, 1985)

Este cuarteto editó un par de singles. Ésta es la cara B del segundo, conocida gracias a la cortesía de Javier “Lost And Found”. Una pena que su página, en la que repescaba grandes canciones, se encuentre perdida…

10. The Big Dish: “Prospect Street” (Virgin, 1985)
11. The Bible “Graceland” (Backs Records, 1986)


He aquí un par de nombres que siempre recuerdo conjuntamente: descubiertos por la misma época, estilísticamente similares, y básicamente siendo el proyecto de dos músicos que luego han mantenido una carrera en solitario. El escocés Steve Lindsay siempre estuvo rodeado de músicos de sesión; amigo de Craig Armstrong, con el que ha colaborado, o de Lloyd Cole, mentor de The Big Dish en sus inicios. Sus primeros singles resultan más atrayentes que la versión posterior para el primer álbum, Swimmer, y además contaban con la participación del gran Dave Gregory a las guitarras (dato que nos agrada a los fanáticos de XTC), haciéndolos más interesantes. Y es que esta versión primera de “Prospect Street” -con esa delicada melancolía en la manera de cantar de Lindsay, y con esos pequeños arreglos de guitarra, quedó mermada por una producción “más producida” en su supuesta puesta de largo. Y aunque el álbum Swimmer también queda para el recuerdo cariñoso en forma de cassette, son aquellos primeros singles los que presentan la original brillantez estilística.

En cuanto a Boo Hewerdine, resulta que trabajaba en una tienda de discos de Cambridge y fue amigo del escritor Nick Hornby… ¿Les suena de algo? The Bible editaron un par de álbumes: “Graceland” pertenece al 1º, “Walking The Ghost Back Home”. Para los bonus quedaron “Cristal Palace” y “Honey Be Good” del siguiente, “Eureka” (1987).

12. Danny Wilson “Mary’s Prayer” (Virgin, 1987)

Creo que los Danny Wilson (cuarteto de Dundee, Escocia) caen en el apartado de bandas de menor aliciente con más pretensiones estéticas (al principio se llamaban Spencer Tracy), así que poca atención logra mantener una escucha a su álbum Meet Danny Wilson o a su colección de singles, aunque “Mary’s Prayer" sí es resultona.

13. The Railway Children: “Brighter” (Factory, 1987)

De su primer single cojo el título del recopilatorio (recordando de paso “Gentle Sounds” de los formidables Fantastic Something), y “Brighter” -el segundo single de su primer elepé, Reunion Wilderness-, como canción representativa de una interesante banda recordada con cariño (aunque en su tercer disco tirasen de una producción muy de principios de los noventa), que se suelta con esa parte final de guitarras envolventes y los detalles de la percusión. Gran ambiente. Como parece que tuvieron más repercusión en Japón, Gary Newby fue allí para quedarse.

14. The Wild Swans: “Broken Home” (1987/Renascent, 2003)

The Wild Swans terminó siendo la errática aventura durante los ochenta de Paul Simpson, cuyos comentarios siempre resulta un placer leer. Con ellos tenemos otro más de esos ejemplos aleccionadores en la relación de una joven banda con ganas por mostrar su talento, con la industria discográfica. Paul siempre ha despotricado de los dos discos editados en Sire (producidos por Paul Hardiman e Ian Broudie), señalando que la magia de la banda de Liverpool se quedó en sus primeros tiempos. El doble recopilatorio Incandescent, con esas grabaciones antes de ser fichados, prueba el desencanto del bueno de Simpson: “Las multinacionales te chupan la poesía de los huesos y tapan los agujeros con cemento hecho de cocaína y adolescentes dolidos”.

15. Lloyd Cole and The Commotions: “Jennifer She Said” (Polydor, 1987)

¡Cuántas veces habré repasado los dos primeros álbumes (más extras: ahí está la maravillosa “Sweetness” descubierta gracias al no menos maravilloso fanzine Stamp) sin terminar de decidir qué canción elegir! Así que me voy a su tercer disco, Mainstream (mira por dónde), y repesco “Jennifer She Said”, la canción que nos devolvió a todos la fe tras escuchar el primer single de ese disco y teniendo en cuenta el titulillo de marras. Buen ejemplo del juego que aquí nos traemos: del despiste receloso al reconocimiento final. Sí señor.

16. Treebound Story: “Swimming In The Heart Of Jane” (Native, 1988)

Ahora Richard Hawley está en todos los medios musicales, pero lo mereció más con sus inicios en Treebound Story, acompañando de gira a Pulp, y con canciones como ésta, de uno de los tres o cuatro epés de 12” que sacaron entre el 86 y el 89. También encontrados por Javier en su página, pero conocidos ya de antes gracias a alguna cinta grabada desde La Coruña (¿Por dónde andará Luisa López, del fanzine La Línea del Arco?).

17. The Blue Nile: “The Downtown Lights” (Linn Records, 1988)

Si “Cath” es de esas canciones que triunfan de primeras, “The Downtown Lights” pertenece a aquellas que de verdad terminan imponiéndose al final, arrasando por su calado emocional. Una favorita absoluta, como lo es de todos aquellos que cayeron en la cuenta de la poco prodigada sensibilidad del escocés Paul Buchanan: cuatro discos en veinte años. Pop de teclados de altura, rico en imágenes sugerentes y sentimientos encontrados. Ni el pasaje final en plan heavy sintetizado corta la majestuosa magia.

18. Applemoths: “Fred Astaire” (A Turntable Friend, 1989)

Otros favoritos personales. Hubo muchos como ellos, especiales en sí mismos, que demostraron la valía de una corriente subterránea, profunda, lejana de la superficie del mainstream. Más cercana al centro de la autenticidad. Desde una pequeña habitación, desde un ático, se pueden dar inolvidables lecciones de inspirada elegancia. Sin pasar por un estudio profesional; sin sesiones de fotos; con sólo un EP editado (en Alemania) y dos o tres canciones esparcidas por recopilatorios en cinta.

19. Lightning Seeds: “Pure” (1989)

“Souvenir” abría esta selección con un vídeo en el que Andy McCluskey conduce un coche de los cincuenta por los inmensos jardines de toda buena mansión inglesa que se precie (aires a Retorno a Brideshead: estilo Tudor en arquitectura más pasado grecorromano), y “Pure” la cierra con un flamante BMW de última tecnología que pone la imagen a la brillantez pop que se sacó Ian Broudie con singles como éste bajo el nombre de los Lightning Seeds.

Y así ha transcurrido este recopilatorio. Entre coches de época que van y deportivos caros que vienen. ¿En qué quedó la amable elegancia? En “El arte de preferir lo preferible”, dijo Ortega. Y le quedó bien.

Podéis descargar aquí el recopilatorio:
A Gentle Sound. 80's British Stlye, por Manolo Martos

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miércoles, febrero 20, 2008

El renacer de Brian Wilson

El ciclo de los Beach Boys crepusculares merecía ser cerrado con este colofón: el sensacional primer disco en solitario que Brian Wilson publica en 1988 tras un largo proceso de recuperación a manos de un controvertido psiquiatra, Eugene Landy, quien en contrapartida se llevaría un buen pellizco de su fortuna. Desde principios de los setenta Brian no hacía nada tan perfecto ni que remitiese tanto a su propio genio, una colección de melodías de cristal que, por una vez, llevan chispa dentro y funcionan, una actualización de los sonidos más excitantes tanto de Pet Sounds como de Smile, once canciones directas de inspiración fuera de dudas que son el mejor postre posible a una carrera mucho tiempo congelada en el limbo. La felicidad, la belleza reencontrada se palpan en cada melodía y casi en cada nota. Como dijo el propio Brian, "el amor es el tema de todo mi álbum".

La mecha prendió un día que Brian estaba tocando al piano la canción de Burt Bacharach "What The World Needs Now Is Love". De ahí derivó a su personal visión del amor, y también a la primera canción del disco: "Love and Mercy" es un hit en toda regla que recoge a partes iguales la majestuosidad de Pet Sounds junto con el talento melódico de sus mejores canciones, todo esto entre arreglos muy pulcros y calculados -según algunos, empalagosos-, pero lo cierto es que consigue emocionar a la manera de los viejos tiempos. Parece que este entusiasmo se contagia a "Walkin' The Line", optimista, redonda, festiva, basada en una antigua línea de bajo que se le había ocurrido en los sesenta. Porque efectivamente, el Brian Wilson de aquella década se estaba poseyendo a sí mismo, y esto es algo que se nota especialmente en la deliciosa "Melt Away", la cual se deshace en su melodía desencantada, sin abandonar nunca ese esteticismo en plena forma, ese mismo nervio que latía en Pet Sounds actualizado para acomodarse a los nuevos tiempos. Y, sorpresa, la siguiente canción es igual de buena o mejor: "Baby Let Your Hair Grow Long" ha de entenderse como un resumen de las mejores canciones del pop primigenio, un mecanismo de orfebrería que funciona con una precisión asombrosa, una canción que quiere dar placer siendo contemplada y también escuchada. Pura magia.

El hechizo prosigue en "Little Children", cargada de energía positiva, una especie de villancico que suena especialmente cristalino y adictivo, infeccioso pop de quilates sobre el cual Brian dijo lo siguiente: "Esta canción fue escrita como un intento de hacer que la gente se sintiera más joven". Apenas dos minutos entusiastas que enlazan con "One For The Boys", la primera nota realmente triste del disco, texturas vocales parecidas a las de "Our Prayer" de Smile, menos enigmáticas y por ello más accesibles. La leyenda, el brío, el pulso del Brian de 1966 también se recuperó en "There's So Many", que parece un descarte de Pet Sounds (la simetría con este disco es constante e inevitable), llena de arreglos, texturas, voces y melodías convertidas en pura alquimia para lograr la fuerza pop, todo ello con sonidos de arpa mágicos y una argamasa de sólida inspiración. Por otro lado, "Night Time" es la más ochentera de todas, en cuanto a ritmos y sonidos, pero la personalidad de Brian basta para apartar esta canción del tópico y convertirla en una ingeniosa pieza de baile con efluvios melódicos. Y ojo, otra obra maestra del pop en la médula: "Let It Shine", producida por Jeff Lyne de la menospreciada ELO, donde se dan de la mano arreglos de juguete con una inspiradísima recreación del mejor pop adolescente de los sesenta. Brillante y encantadora, es imposible no rendirse a sus encantos, como si se descubriese el amor por primera vez.

En un disco así es imposible que nada salga mal, por eso "Meet Me In My Dreams Tonight" también es grande, gracias a su introducción, vacilante y pegajosa, que se abre en un chorro de canción que retrocede de nuevo hacia Phil Spector y las Ronettes, en una orgía de sonidos pop sin complejos que son como la recreación de un sueño de antiguas glorias. Y es que, de nuevo en palabras de Brian: "Esta canción trata de un chico y una chica que se aman el uno al otro en un cierto nivel que es más alto que la vida real". Imposible expresarlo mejor musicalmente. Y ya, para terminar, "Rio Grande", ocho minutos de placer donde Brian cierra el círculo y se dedica a revisitar su época Smile, con una suite que se reparte entre melodías surrealistas del lejano oeste y relámpagos de canciones pluscuamperfectas. Se trata del punto y final perfecto a un disco sorprendente y magnético, que demuestra lo que Brian podría haber dado de sí en otras circunstancias.

Posteriormente sus discos son mucho más irregulares que esta joya, aunque siempre cuenten con momentos de gloriosa inspiración. Me gustaría destacar -de manera un tanto controvertida- la primera edición oficial que se hizo de Smile en el 2004; sí, de acuerdo, cuarenta años después de cuando tuvo que ser grabado y con un Brian ya muy mermado a todos los niveles, pero de todos modos disfrutable al cien por cien y en definitiva un castillo de maestría pop. Volveremos más adelante al tema Smile, con un artículo extenso donde hablaremos sobre lo que pretendía ser y de sus distintas versiones pirata, pero por ahora daremos por cerrada la semana Beach Boys, y de qué manera: porque el primer disco en solitario de Brian Wilson, una de las obras maestras indiscutibles de los ochenta, es la píldora perfecta para encontrar la felicidad musical y para superar con una sonrisa cualquier día gris que se atreva a plantarnos cara.

Brian Wilson (1988)

Texto recomendado:
"Brian Wilson, ¿puedes oír la música?". Por Karpov Shelby, en Karpov. Crónica de un concierto de Brian Wilson en Collado Villalba, España, en julio del 2005.

No os perdáis este domingo el primer artículo de nuestro nuevo y flamante colaborador: Manolo Martos, que nos hablará de los cálidos y elegantes sonidos que poblaron el pop británico de los ochenta, todo ello acompañado de uno de los mejores recopilatorios que hayáis escuchado nunca, preparado por él mismo.

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lunes, febrero 18, 2008

Los Beach Boys crepusculares (VI). "Surf's Up"

El ciclo de los Beach Boys crepusculares termina con un disco redondo en 1971, el último imprescindible en una carrera que, a partir de ese momento, se hará errática y desconcertante. En Surf's Up todos los miembros del grupo dan lo mejor de sí para sustituir a un Brian ya muy diluido, que pese a todo hace de este disco algo muy especial gracias a las tres canciones finales que aporta. El tono general del disco es sombrío, pesimista, de reflexión después de la tormenta, y por eso puede decirse que es quizá el más representativo de esa etapa oscura y resacosa del grupo. Pese a todo, la primera canción, "I Don't Go Near The Water", compuesta a medias por Al Jardine y Mike Love, la facción más reaccionaria de los Beach Boys, es un single adictivo, lleno de luz, con un cierto sonido acuoso y una melodía muy inocente, como de juego infantil, en la que explotan de repente unos coros entusiastas.

Sin embargo, una de las grandes sorpresas de Surf's Up es la fulgurante aparición de Carl Wilson como compositor, con dos canciones que son tan buenas que parecen compuestas por Brian. La primera es "Long Promised Road", una joya pop elegante y melancólica, que se va acelerando hasta sonar rabiosa, con la inclusión de un breve remanso de paz. Y hay que destacar especialmente "Feel Flows", que sin exagerar podría haber sido parte de Smile, en todos los sentidos, por el sonido cálido y sofisticado que sabe transmitir, unos coros tan bien enlazados y esa sensación orgánica de bienestar y belleza. Lo mejor de este disco no es sólo ver a Carl haciéndose pasar por Brian, sino también escuchar la nueva canción de Bruce Johnston, "Disney Girl", una balada con un fuerte acento melancólico que encaja muy bien en el conjunto, absolutamente introspectiva y adecuada para un día gris y lluvioso. Hasta Al Jardine consigue canciones resultonas, con la simpática "Take A Load Off Your Feat", inofensiva, ligera pese a sus pretensiones de ser cantada junto a una fogata, y la más misteriosa "Looking At Tomorrow", con un punto espectral que la hace muy excitante. Y entre todo esto, una convincente nueva versión de un tema de los años cincuenta de Leiber y Stoller, titulada como "Student Demonstration Time".

Pero lo mejor aún está por llegar. Las tres composiciones de Brian aportan a un disco ya muy bueno de por sí una magia tan intensa que lo alza varias atmósferas más allá. La primera de estas joyas es "A Day In The Life Of A Tree", un cuento infantil en toda regla que parece cantado desde una dimensión fantástica, una pieza fascinante de un musical perdido sobre la naturaleza. "Till I Die" resulta sobrecogedora porque Brian Wilson está hablando claramente -con el lenguaje que mejor domina, el musical- sobre el proceso de naufragio de su mente, desde una primera parte circular e increíblemente emotiva, con una voz que parece que fluye sin filtros desde su alma, para acabar con un cambio de ritmo que pone el vello de punta, solemne sin la necesidad de ser pretencioso, una verdad profunda ante la que sólo es posible dejarse arrastrar. Y "Surf's Up" realmente merecería un capítulo aparte. Sus espirales son del todo inextricables, divididas en dos secciones claramente diferenciadas: la primera cantada por Carl, que levanta unas expectativas increíbles en sus diferentes bifurcaciones barrocas, preciosistas, casi esculpidas y con un falsete de otro mundo. Y después aparece Brian al piano, dejando testimonio de todo lo que ha sido con unos minutos de una belleza inapreciable en la que muestra por última vez la puerta del mundo celestial que sólo él podía contemplar. Queda para el recuerdo, especialmente, el momento en que canta "Surf's Up" y después rellena la melodía con un murmullo. Impresionante.

Con este disco termina el legado más importante de los Beach Boys, como una ola que se retira y que deja la arena húmeda en un paisaje de desolación. Al año siguiente, con Carl and The Passions: So Tough, sufrirán un grave tropiezo al abandonarse a los sonidos más comerciales del rock setentero. Y ya no se levantarán salvo en momentos puntuales, o en discos muy concretos, vistos desde el cariño, como en The Beach Boys Love You (1977) -bonitas melodías con unos arreglos estrafalarios- o Keepin' The Summer Alive (1980), coincidentes con las fugaces recuperaciones de Brian Wilson. A medida que terminaba la década, los Beach Boys fueron convirtiéndose en un teatro del esperpento, con un Mike Love que entendía el grupo como un circo con el que enriquecerse, y aun así podemos señalar al menos dos momentos especiales de dos de sus miembros más carismáticos: para empezar, la primera y única grabación en solitario de Dennis Wilson, Pacific Ocean Blue (1978), un apreciable conjunto de canciones rock que con el tiempo se ha convertido en un disco de culto, y especialmente, el extraordinario primer disco en solitario de Brian Wilson (1988), que es una resurreción con todas las de la ley que le muestra en una forma admirable después de casi dos décadas de vagar en las tinieblas.

Una inspección más detenida de su discografía completa revela a los Beach Boys como el grupo famoso más desconocido, un conjunto que de la mano de su genio pasó por etapas muy diferenciadas, que cuenta en su haber con varias obras maestras y que, en definitiva, puede considerarse sin lugar a dudas como el grupo más grande de la historia del pop junto a los Beatles.

The Beach Boys. Surf's Up (1971)

El ciclo Beach Boys ha terminado, pero seguid atentos: a modo de apéndice, el jueves hablaremos del brillante debut de Brian Wilson en solitario en 1988, un disco cargado de enormes canciones en las que recuperaba gloriosamente la inspiración. Un disco que habla sobre el amor y que, para ello, se sirvió de algunas de las canciones más encantadoras que Brian había grabado nunca.

Textos recomendados:
"Carl Wilson". Por Dérik Granz, en Beach Boys Forever. Trayectoria artística de Carl Wilson, tanto con los Beach Boys como en solitario.
"Dennis Wilson. Pacific Ocean Blue". En
Paisajes Sonoros. Artículo sobre el único disco en solitario de Dennis Wilson.
"Mi disco favorito de los Beach Boys". Por Peter Buck, en R.E.M Nation. El guitarrista de REM explica las virtudes de su disco favorito de los Beach Boys, The Beach Boys Love You.
Brian Wilson. Surf's Up. Totalmente necesario ver este vídeo, perteneciente a un documental sobre la grabación de Smile, en el que Brian Wilson interpreta Surf's Up al piano.

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jueves, febrero 14, 2008

Los Beach Boys crepusculares (V). "Sunflower"

Si algo no se puede negar a los Beach Boys, que a comienzos de los setenta dejaban atrás su estandarte como grupo de culto, es su intensa capacidad de trabajo y de autoperfeccionamiento. En 1970 graban Sunflower, que continúa siendo ignorado en América pero que en Gran Bretaña es saludado como el Sgt. Pepper de los Beach Boys. De cierta manera, la semilla aquí plantada terminaría por germinar en su último gran disco, Surf's Up. Sin embargo, podemos ver varios avances con respecto a 20/20: una mayor cohesión entre las canciones, una minuciosidad instrumental y vocal a prueba de balas y, en resumen, una obra de artesanía en toda regla en la que todos aportan su grano de arena.

Sunflower es un disco esforzado, valiente, honesto, con el que los Beach Boys luchan de nuevo por situarse en la cresta de la ola en unos años que ya no estaban hechos para ellos. La participación de Brian Wilson es mínima, pero todos se imbuyen de su talento para fabricar una caja de música en la que cualquier detalle suena bonito y preciso. Dennis continúa dando lo mejor de sí, esto podemos verlo en la pieza que abre el disco, "Slip On Through", que trata de captar la energía caliente de la década con algunos gramos de soul, y como siempre, entre deliciosas armonías vocales y un gusto por la inmediatez y por enganchar a la primera. Su habilidad progresa y otra muestra de ello es "Got To Know The Woman", todo un rock and roll setentero de adictivo estribillo, matices rhythm and blues y voces en crescendo entre el gospel y el soul. Pero la mejor de su triunvirato para este disco es sin lugar a dudas "Forever", emparentada sentimentalmente con "Without You" de Badfinger (que popularizaría Harry Nilsson), y que es un mosaico pop puramente emocional en el que se tocan como un arpa las fibras del alma: al final resulta una de las mejores canciones del disco, y también una de las baladas más logradas y penetrantes de la década, escrita por alguien que en los primeros discos de los Beach Boys se contentaba con grabar sus solos de batería.

Y a pesar de su ocaso, Brian también reluce, aportando temas del calibre de "This Whole World", divertida, fantasiosa y extremadamente romántica, como una canción de Disney pero sin el azúcar, y además cantada con pasión por Carl, que mece su voz como le da la gana. A gran nivel raya también "Add Some Music To Your Day", un estándar pop de inmaculado preciosismo, cristalino y con un estribillo sosegado pero claramente ganador. Bruce Johnston ya había demostrado que podía aportar cosas en 20/20, y aquí prosigue su línea ascendente. Las pruebas son "Deidre", que parece un clásico, una cancioncilla melancólica y desenfadada que atrapa sin remedio desde que empieza y con detalles tan emocionantes como las flautas que rodean la voz de Bruce; y la melodramática "Tears In The Morning", una canción de hermosa tristeza envuelta en celofán, como todo el disco, y adornada con bonitos detalles que la hacen más entrañable si cabe. En "It's About Time" participa casi todo el grupo, es la más rabiosa de todas, entre trompetas hostiles y guitarras masculinas. Wilson aparece otra vez en "All I Wanna Do", tan sencilla que da la impresión de conocerla de toda la vida, y aun así vaporosa y cargada de misterio, con un Mike Love que no puede ser más conciso cantando. Y, claro, otro trallazo de Brian: "Our Sweet Love", mi favorita del disco si no fuera porque también existe "Cool, Cool Water", otra vez la voz de Carl para adaptarse a la perfección a las exigencias de la música mística de Brian, toda una historia sentimental que concluye en un estribillo casi espiritual y que lanza los sentimientos al espacio entre infinitas armonías encajadas con precisión milimétrica.

En la penúltima canción toma Al Jardine el protagonismo: "At My Window" es una excursión al campo, una canción atmosférica donde las haya que convierte la música en impresiones palpables, una jornada tranquila entre pájaros y árboles, muy dulce, muy trabajada, otra candidata a la banda sonora de una película de Disney. Pero sin lugar a dudas, lo que hace que este disco pase de muy bueno a excelente, es el último bombazo: "Cool, Cool Water". Ya hacía varios discos que los Beach Boys recurrían a los restos del naufragio de Smile, pero es que este tema queda perfecto en un disco como Sunflower y arroja luz sobre lo que Brian imaginaba que iba a ser su obra maestra. En la canción, unos coros se repiten una y otra vez durante cinco minutos, pero suena todo tan sencillo que realmente parece música extraída de la naturaleza, el tiempo se pasa volando mientras la escuchamos y nos dejamos llevar por sus sensaciones de paz y armonía con, esta vez sí, una enorme sonrisa en la cara y un chispazo de entusiasmo en el pecho. Al acabar, no tendremos más remedio que empezar de nuevo el disco. Fabulosa. Un Smile que hubiese mantenido este nivel habría sido una de las obras artísticas más descomunales de la historia.

Disco romántico, carismático e inspirador de buenos sentimientos, Sunflower no sólo fue el penúltimo peldaño antes de Surf's Up, sino que al igual que Friends, pasó a formar parte de la historia de miles de personas. Algunos álbumes nacen con aromas especiales y susceptibles de crear un mundo paralelo en el que ocultarse y ser feliz. El sol de Sunflower nunca ha dejado de irradiar para aquellos que se han tumbado tranquilamente a la sombra de sus canciones.

The Beach Boys. Sunflower (1970)

Acaba la semana, pero no lo hace todavía el ciclo de los Beach Boys más oscuros. El próximo lunes se cierra el círculo con Surf's Up, el último disco de melodías y belleza antes de que los Beach Boys cayeran de pleno en el letargo de los setenta.

Textos recomendados:
Revista Efe-Eme. Opinión de Fran Fernández -integrante de Australian Blonde y La Costa Brava- sobre Sunflower, en el apartado "Punto de partida", e indicativa de los prologandos efectos de Sunflower: "No voy a hablar de Pet sounds, me gustaría hablar un poco de Sunflower. Después de las crisis nerviosas sufridas por Brian Wilson tras la grabación de Good Vibrations, este disco de 1970 tal vez sea el que más resista una comparación con aquél del 66, y supone a la vez un renacimiento, y (junto a Surf’s up. Van juntos en las reediciones de los CDs) un canto del cisne (...) Tal vez tenga uno de los mejores “encadenados” de la historia: “Deirdre”, “It’s about time”, “Tears in the morning”, “All I wanna do” y “Forever”. Hay algo que me atrae mucho en estas historias tan americanas de ascenso, caída y segunda oportunidad. Sin ir más lejos, pienso ir a ver Rocky Balboa. Y cada vez que escucho este disco una infinita sensación de belleza y melancolía se apodera de mí."
"The Beach Boys. Sunflower (1970)". Artículo en Aloha Pop Rock, página a la que hay que reconocer su ingente trabajo, a pesar de que a veces no acaben de controlar cierta pedantería innecesaria.
The Beach Boys Spain. La página más completa sobre los Beach Boys en español, muy cuidada y con un interesantísimo foro centrado exclusivamente en el grupo.

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miércoles, febrero 13, 2008

Los Beach Boys crepusculares (IV). "20/20"

20/20 nace en una época convulsa históricamente y con unos Beach Boys que se dan cuenta de que ya no pueden depender de Brian Wilson, metido hasta las cejas en las drogas y en su mundo de batidos y hamburguesas (de hecho, ni siquiera aparece en la portada). Los introvertidos mundos pop de los discos anteriores ya son parte del recuerdo y aun así el grupo sigue optando por fabricar las mejores canciones posibles, en un momento de transición que los sitúa al borde de la bancarrota. Los siguientes discos será una mezcla del talento del resto de los miembros y las chispeantes composiciones de Brian, aunque a veces tendrán que recurrir a las canciones perdidas de Smile. Aun así, 20/20 es un álbum que no engaña, canciones sin más que todavía recogen algunas de las mejores esencias del pasado, incluida la versión de un clásico de Spector y las Ronettes, "I Can Hear Music", un estilo que todavía se adapta muy bien al pop delicado y envuelto en celofanes de los Beach Boys.

Pese a todo, y aun considerando las dulces melodías que encierra, 20/20 es un disco nervioso, con cierto punto caótico e indicativo del momento en que fue grabado: el final del engaño hippie, la resaca de la psicodelia, la expansión de las drogas duras y la irrupción de la violencia. La primera de sus canciones, "Do It Again", tuvo cierta repercusión comercial, pues recurría a los sonidos surferos de sus primeros discos, pero bajando las revoluciones e incluyendo los coros y las armonías de siempre. Luego hay otra versión, la verdad es que elegida con mucho gusto, la buddyholliana "Bluebirds Over the Mountain" de Ersel Hickey, que ellos llevan a su terreno adornándola con sus voces y con unos teclados de aroma caribeño. Dennis Wilson también había aprendido a componer canciones, y ahí está "Be Whith Me", cantada con mucha delicadeza, como ya había hecho en el disco anterior con "Be Still", y con una breve conclusión de carácter épico que deja un gran sabor de boca. "All I Want To Do" es otra estupenda aportación de Dennis, un rock energético interpretado con muchas ganas y con un adictivo cambio de acordes antes de entregarse al frenetismo. Y aún hay más sorpresas, porque Bruce Johnston, experimentado músico de surf que se había unido a los Beach Boys en 1965 para sustituir a Brian en los conciertos, graba su primer tema para el grupo: "The Nearest Faraway Place"; un instrumental que protagoniza un piano ensoñador, y que él concibió como la continuación para "Let’s Go Away For Awhile" de Pet Sounds.

Continúan las versiones: "Cotton Fields" se conforma con ser una adaptación correcta del clásico de Leadbelly, aunque quizá buscaba el mismo golpe de efecto que "Sloop John B" de Pet Sounds, pero Brian Wilson ya no estaba en condiciones de inventarse sonidos mágicos de la nada. Aun así, se acopla con naturalidad al disco, y además después viene "I Went To Sleep", una especie de nana infantil en forma de vals que suena casi como una canción navideña, una miniatura exquisita con el color de la nieve que demostraba lo que Brian podía conseguir cuando salía fugazmente de su propio encierro. Brian también destaca con "Time To Get Alone", definitivamente otra genialidad, una pieza pop cargada de elegancia y sencillez y con una melodía infecciosa, tratada entre algodones. Sorprende que una canción tan tierna preceda a "Never Learn Not To Love", atribuida a Dennis pero en realidad obra de Charles Manson, el visionario asesino más conocido por sus matanzas de famosos en Cielo Drive, y originalmente titulada "Cease To Exist". La canción es estupenda, tiene un neurótico tono folk que los Beach Boys convierten en pop de quilates y, además, contribuye a hacer más denso el ambiente enrarecido del disco. Dennis fue amigo de Manson y su familia y participó en muchas de sus orgías, pero a Manson no le sentó nada bien que Dennis se apropiase de su canción, ni tampoco que le cambiase la letra, originalmente una oda a la sumisión.

El disco termina con dos canciones rescatadas de la época Smile: "Our Prayer", la canción que abriría aquel disco imaginario, y que es una sucesión de texturas vocales con vocación de plegaria musical, hermosas y placenteras. Y sobre todo, "Cabinessence", que concentra los mejores aspectos de aquel proyecto fallido: las melodías intrigantes, complejas pero al mismo tiempo inmediatas, y la inclusión de partes radicalmente distintas -en este caso un coro guerrero que presenta batalla- y que no obstante encajan entre ellas de una forma absolutamente natural.

20/20 fue un esfuerzo de supervivencia cuando los Beach Boys se dieron cuenta de que Brian Wilson cada vez daba menos. Sin embargo, sus éxitos aislados en single y su alta calidad de conjunto no ocultaron un nuevo fracaso comercial, lo cual condujo a la ruptura con la discográfica y a una precaria situación como grupo. Los Beach Boys, lejos de desanimarse, centraron sus esfuerzos en un nuevo disco que cambiaría por completo su suerte y con el que se ganaron de nuevo el favor de la crítica y del público: Sunflower.

Y por supuesto, mañana podréis leer un nuevo artículo sobre el renacer de los Beach Boys en 1970 con Sunflower, un excelente y minucioso disco, antes de su última obra maestra: Surf's Up.

The Beach Boys. 20/20 (1970)

Textos recomendados:
"Bruce Johnston". Por Alan James, en Beach Boys Forever. Un repaso a la trayectoria del músico que empezó siendo un recurso para las giras del grupo y que terminó por convertirse en miembro de pleno derecho.
"Smile, ¿mito o timo?". Por Powerpep, en Pet Sounds. Reflexión sobre las auténticas cualidades de Smile, en uno de los mejores blogs españoles de música que han existido nunca, y que lamentablemente ya no se actualiza.
"Canciones perfectas: Good Vibrations". Por Luis, en Computer Age. Apasionado artículo sobre uno de los hitos indiscutibles de la música popular.
"The Beach Boys: Breakaway". Imprescindible escuchar esta canción, que apareció como single antes de que los Beach Boys dejasen Capitol, y que es una muestra más del brillante pulso creativo que les llevaría hasta Sunflower.

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martes, febrero 12, 2008

Los Beach Boys crepusculares (III). "Friends"

Friends fue grabado en 1968, pocos meses después de Wild Honey, y enseguida suscitó opiniones encontradas. Seguía siendo un disco fuera de su momento, con una duración demasiado corta y una vocación excesivamente artesanal para todos los fuegos artificiales que se prodigaban por entonces, especialmente en Estados Unidos. Años después, su valía continúa siendo objeto de debate. La opinión de Juan Vitoria, por ejemplo, es demoledora en este sentido: "el trabajo que menos ha vendido de cuantos hayan publicado, un disco aburrido, casi soporífico". Lo curioso es que quienes lo aprecian se suelen situar en el extremo contrario, y es aquí donde me posicionaré yo también. Porque en sus apenas veintiséis minutos de duración, Friends me parece el mejor disco de su etapa crepuscular, una de las obras más personales y fascinantes de la música, un lugar melancólico, reflexivo y hermoso que arropa como una manta en un día frío. Nunca he escuchado un disco más modesto y con tanto poder de calado, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos hablando de los antiguos reyes del surf y del príncipe inmortal del pop.

Un Brian Wilson en un momento optimista y luminoso, poco antes de derrumbarse de nuevo y para largos años en sus tinieblas mentales. Unos Beach Boys que tocan, producen y cantan con mimo y confiados en lo que hacen. Y doce breves y delicadas canciones que hablan directamente al corazón y sin trampas. Éste es el sencillo arsenal de un disco emocionante y capaz de erizar el vello en los momentos más íntimos. "Meant For You" es el preludio que sienta las bases de Friends: una cancioncilla de cuarenta segundos reducida a su mínima expresión, una suave caricia con piano que acaba envuelta en un delicado coro y que empieza a preparar el tono del disco. Porque la siguiente, "Friends" es sencillamente magistral, un canto a la amistad que no puede ser más tierno e ingenuo, entre instrumentaciones de juguete, una armónica de domingo por la tarde y un sentimiento general conmovedor. Pero atención, "Wake The World" ya es capaz de hacernos llorar, porque la melodía empieza melancólica, dubitativa, y de repente explota todo un festival de orquesta de parque que es el reflejo más perfecto de aquello que hemos perdido y que recuperamos fugazmente en sueños.

Aunque ahí llega "Be Here In The Morning", Brian Wilson ha encontrado la clave para golpear con sus dulces melodías de la manera más pura, con la inocencia de un niño, porque así es como nos sentimos al escuchar estos temas: de vuelta a unos tiempos pasados en los cuales todo lo que nos rodeaba aún no nos había deformado. La sorpresa infantil aparece aquí con una ingeniosa estructura en forma de falsete de Brian, estupendamente acompañada por el resto del grupo. Por otro lado, "When a Man Needs a Woman" es más extrovertida, su comienzo remite nuevamente a los clásicos pop de principios de los sesenta si no fuera por su acompañamiento austero, aunque nuevamente Brian inyecta su capacidad para el estribillo arrebatador y maravillosamente desamparado. Y, bueno, "Passing By" es el mejor instrumental que podía llegar una vez alcanzado este momento: el murmullo de Brian suena extrañamente nostálgico, cálido, y dice muchas cosas sin decir nada, porque se hace inevitable pensar en el paso del tiempo y en lo que la vida supone para bien y para mal.

"Anna Lee, The Healer" tiene una leve voluntad tropical, pero tan suave que en realidad es pop concentrado para expresar sentimientos directos, por lo que se transforma en una pieza ideal para dar variedad al mosaico sin perder la coherencia. Y me encanta "Little Bird" porque realmente suena triste, pero esos explosivos coros y sus na-na-nas hacen que todo sea hermoso, natural y al mismo tiempo, sofisticado. Mucho más minimalista es "Be Still", que apenas cuenta con la cálida voz de Dennis Wilson y un teclado, los cuales se pliegan en una redonda y sentida melodía. Además, después el disco alcanza su clima con "Busy Doin' Nothin'", otro cañonazo silenciado que parece un clásico de toda la vida de la bossa-nova, y que es el acercamiento más preclaro y contundente de Brian a este estilo. El tema inspira relajación, es ideal para recrearse sin complejos en la pasión casera de la pereza, porque suscita esa sensación de cotidianeidad, de bienestar. En esos momentos no viene mal un nuevo instrumental, "Diamond Head", que nos lleva directos a una playa hawaiana idealizada, pura evasión para escapar del tono gris de la vida adulta. Y el punto final lo pone "Transcendental Meditation", que a mí me gusta porque dentro del tono del disco resulta explosiva y juguetona.

Friends podría entenderse como la despedida de Brian Wilson, un último momento de lucidez con su punto de amargura, para luego participar en el resto de los discos sólo ocasionalmente. Y aunque el grupo aguantará el tipo de manera soberbia durante varios discos más, éste destila toda una serie de emociones y genio musical tan inclasificables y auténticos que queda como un género en sí mismo, un cuadro costumbrista y honesto con la maquinaria todavía engrasada de uno de los mayores genios del pop, y un convincente motivo para reivindicar hasta el infinito la época post Pet Sounds de los Beach Boys.

Mañana hablaremos de 20/20, el disco que sorprendió a Brian Wilson perdido en su paranoia, pero que los restantes miembros del grupo supieron tirar adelante con grandísimas canciones.

The Beach Boys. Friends (1968)

Textos recomendados:
"Friends. Beach Boys". Por Gilles DeRais en Aeropago. Una descripción poética y en profundidad del disco que nos ocupa.
"Beach Boys post-Good Vibrations: los años oscuros". Por Carlos Rego. Una entusiasta exposición de los discos que siguieron a Pet Sounds.

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lunes, febrero 11, 2008

Los Beach Boys crepusculares (I). "Smiley Smile"

La fulgurante carrera de los Beach Boys se inicia al mezclar los sonidos del rock and roll más fresco con las voces y maneras del doo-wop. Discos como Surfer Girl (1963) o All Summer Long (1964) son maravillosos batidos de melodías, sol y entusiasmo juvenil, ingredientes a los que, en los discos sucesivos, se irá añadiendo un estilizado concepto del pop. Éste será el camino hasta llegar a Pet Sounds (1966), una obra maestra de la precisión, los envoltorios sonoros y la belleza pluscuamperfecta. Pet Sounds es fruto del proceso de maduración de una nueva manera de entender el pop, una concepción según la cual la imaginación, el esteticismo y la mesura se ponen al servicio de la mejor colección de melodías que Brian Wilson había conseguido hasta el momento. Y al mismo tiempo, este disco es la más pesada losa que se instaurará sobre la carrera de los Beach Boys, porque su sombra no sólo oculta sus brillantes discos anteriores, sino que también se impone sobre todo lo que vino después.

Al acabar Pet Sounds, y poco más tarde la canción "Good Vibrations", un Brian Wilson entusiasmado y con una confianza ciega en sus posibilidades se plantea crear la obra definitiva del pop. Los ideales de belleza celestial y de himnos adolescentes que anidaban en su cabeza acaban siendo perjudiciales para un disco que aspiraba a tanto que jamás pudo ser completado. Smile, como iba a ser su título, fue en realidad un conjunto de fragmentos inacabados que un Brian Wilson cada vez más ofuscado por las drogas y por su visión mística del pop se vio incapaz de llevar a ninguna parte. Smile constataba que, en realidad, la perfección ya había llegado con Pet Sounds y que cualquier intento de superarlo con sus mismas armas estaba abocado al fracaso. Tocaba, pues, explorar nuevos caminos. Los Beach Boys optaron a partir de entonces por grabar discos de corta duración, formados por canciones en las que primaba lo artesanal sobre lo sofisticado y lo emocional sobre lo efectista. Esta parte de la obra de los Beach Boys suele ser infravalorada (J. A. González Balsa, en su imprescindible libro sobre Brian Wilson Bendita locura, parece decir continuamente que no hay vida después de Pet Sounds) y muy poco conocida, a pesar de sus cálidos y honestos sonidos.

El primero de ellos, Smiley Smile (1967), nace como respuesta a Smile, el disco que nunca existió. Los Beach Boys toman la decisión de simplificar el proyecto de Brian, aprovechar algunas de sus canciones y usar una producción más bien casera. El resultado es un encantador álbum psicodélico, lleno de imaginación y de pequeños detalles casi dadaístas que conmueven por su sencillez. A pesar de todo, la primera, "Heroes And Villains", es un trallazo habitual en todas las recopilaciones de grandes éxitos del grupo, aún muy en la línea de Pet Sounds y "Good Vibrations", con cambios de ritmo, juegos corales y una melodía deliciosa y desenfadada. "Vegetables" es la sencillez en estado puro, una canción dibujada en cuatro trazos que acaba siendo terriblemente adictiva. Esta simplicidad también la adopta "She's Goin' Bald", que parece un mantra hawaiano con acentos marcianos. El ambiente de delirio continúa con "Little Pad", con risas y bromas en las que de repente se inyecta un estribillo tan cálido que parece que esté acariciando. También incluyeron en este disco "Good Vibrations", un viaje apasionante al mundo de las melodías, un artefacto de ingeniería melódica que enseguida causó sensación y que se desarrolla como un poliedro de estimulantes sensaciones pop.

"With Me Tonight" es otra de esas melodías tarareables que salen de la nada, tan directa que bastan para acompañarla apenas unos teclados y unos coros. Lo mismo puede decirse de "Wind Chimes", evanescente, ensoñadora, reflexiva e inquietante como una babosa psicodélica. "Gettin' Hungry" es la más festiva y extrovertida de todas, aunque también tiene su momento de introspección alucinada. Y si "Wonderful", tal y como estaba pensada para Smile, era una canción barroca con un cristalino clavicordio como sonido de fondo, aquí se reduce a su mínima expresión y es apenas una voz susurrada y un órgano. "Whistle In" retorna al cauce de las canciones obsesivas, circulares, de ambiente enrarecido, que se dan cita en este disco.

Smiley Smile, con su brevedad, su candidez y su pequeño universo de canciones venusianas, apareció en un momento en el que los discos empezaban a alargarse y a llenarse de solos interminables y de variados discursos pedantes, así que resultó un fracaso comercial. En poco tiempo pasó a ser considerado una de las "obras menores" de los Beach Boys. Sin embargo, yo prefiero quedarme con las palabras de Juan Vitoria en su libro sobre los Beach Boys para la editorial la Máscara: "Hoy, después de tantos años, este álbum se nos antoja mucho más brillante de lo que le ha concedido la historia, es más, está a la altura de los grandes momentos de los Beach Boys". O también con lo que dijo Colin Moulding, de XTC, en una entrevista: "Dave Gregory, nuestro segundo teclista, ponía cintas de los Beach Boys en el coche, y a mí me intrigaban mucho esas canciones, me parecía increíble que pudieran ser la obra del mismo grupo. «Pet Sounds» fue para mí un descubrimiento trascendental, pero aún más lo fueron «Smile» o «Friends», que me parecen casi mejores".

Mañana revisaremos el siguiente álbum de su etapa de pequeños grandes discos, Wild Honey (1967), o cómo los Beach Boys se acercaron al soul de una manera personal e íntima.

The Beach Boys. Smiley Smile (1967)

Textos recomendados:
J. A. González Balsa. Bendita Locura. Editorial Milenio. Uno de los mejores libros musicales que se han escrito nunca en España. Apasionante, intenso y lleno de información absorbente sobre el mundo musical en los años sesenta.
Juan Vitoria. The Beach Boys. Editorial la Máscara. Un libro a priori modesto, en el que sin embargo Juan Vitoria sabe explicar en poco espacio las líneas maestras de la evolución de los Beach Boys.
"Forever". Por probertoj, en El Ruido de la Calle. Extenso y completísimo artículo en varias partes que recorre la discografía entera de los Beach Boys.

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martes, febrero 05, 2008

Los Beatles, ¿el grupo más sobrevalorado de la historia?

La lectura de Vida y Milagro de Sgt. Pepper's. Un disco para una época, de Clinton Heylin, recientemente publicado en España, nos plantea de nuevo la revalorización de la figura de los Beatles y, concretamente, de su disco fetiche. Los Beatles, indiscutiblemente el grupo más famoso de la historia del pop, son carne de cañón para críticas que apuntan directamente hacia el concepto de que su reconocimiento masivo no se corresponde con su verdadera importancia, y por supuesto, el disco tomado como objetivo no podía ser otro que el laureado, icónico y bandera de una época Sgt. Pepper's. El libro de Heylin es apasionante por la disección que realiza del año en que fue publicado el disco, 1967, tanto en un ámbito social como en lo que respecta al contexto artístico, con abundante espacio dedicado a grupos como Pink Floyd, The Move o los Beach Boys, y sus esfuerzos por alcanzar a los Beatles en una excitante e intensa competición creativa. Sin embargo, el enfoque adoptado por Heylin es el de revisar el Sgt. Pepper's, recopilar la corriente crítica en su contra desde que fue publicado y, en último término, afirmar que el disco no aportaba nada aparte de unos efectos de sonido bastante ingeniosos para la época.

El relato de Heylin, que a veces usa un tono bastante desagradable, flaquea precisamente a la hora de construir su tesis principal. Tras las excitantes páginas dedicadas a relatar el proceso de creación del disco, la tesis que defiende el autor se abre camino prácticamente sin argumentación que la sostenga, dando por sentado que la mayoría de las canciones de Sgt. Pepper's eran mediocridades camufladas por muchas capas de grabación. Su lucha por quitarle al disco toda la importancia social y cultural añadida por las masas de fanáticos le hace despreciar muy a la ligera su contenido estrictamente musical. El empeño iconoclasta y, sobre todo, la contumaz infravaloración que ha recibido por parte de las élites críticas cualquier música apta para todos los públicos -cuyos más claros representantes son los Beatles- ha sido el gran azote de este disco. Ignacio Julià, en el Ruta 66 de enero de este año, dice lo siguiente a este respecto: "se trata de un álbum sobrevalorado, efectista y repleto de medianías".

¿Está sobrevalorado Sgt. Pepper's? A mí me sigue pareciendo una obra descomunal e imperecedera. Disfruto con el arranque, "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band", un tremendo pildorazo que además pone en situación para lo que viene después. "Lucy In The Sky With Diamonds" no sólo es pegadiza, sino que trasmite sensaciones etéreas y fantasiosas claramente relacionadas con la ingestión de drogas psicodélicas. En "Getting Better" hay una de las más adictivas canciones pop que se han escrito nunca, pasto de infinitas imitaciones en el brit pop de los noventa. "She's Leaving Home" irradia una belleza misteriosa e inseparable por completo de sus victorianos arreglos de cuerda. "Lovely Rita" me fascina por su genial conjunción de efectos de sonido y una melodía energética y positiva. Y la mítica "A Day In The Life" me parece un fascinante viaje psicodélico que a cada segundo da un paso adelante en el pop que se hizo y se hará. Incluso creo que es defendible la controvertida "Within You Without You" de Harrison y sus sonidos exóticos, que contribuyen a arropar el disco en su manto estrafalario; casi tanto como la genial e importantísima labor de McCartney con sus líneas de bajo, instrumento al que da una nueva y omnipresente dimensión y que caracteriza el sonido de todas las canciones (lo mismo podría decirse de la batería nerviosa de Ringo Star). En mi opinión, el álbum de los Beatles demostró hasta dónde podía llegar el pop en cuanto a experimentación, pero sin perder su esencia: las canciones de Sgt. Peppers sugieren un mundo onírico e imaginativo, sin que se deje de lado en ningún momento la capacidad para atrapar a la primera escucha.

Normalmente, la afirmación de que "los Beatles están sobrevalorados" proviene de dos frentes bastante diferenciados: en primer lugar, y el mayoritario, el de aquellos que hablan desde el desconocimiento, y que no pueden imaginar nada mejor que sus grupos favoritos del heavy metal o sus discos de rock épico; y en segundo lugar, el de aquella gente que ha llegado a la conclusión de que la música más importante ha de estar reñida necesariamente con el favor del público. Éste ha sido el handicap por excelencia del pop como música esencialmente blanca, no problemática, introspectiva por naturaleza: su inmediatez le ha hecho perder el favor de los que asocian el arte con una determinada actitud experimental o una disposición sensiblemente torturada.

Lo cierto es que cuestionar el Sgt. Pepper's se ha convertido en algo socialmente aceptado, una tendencia crítica que nunca afectará, por ejemplo, al primer disco de Velvet Underground (a los que Heylin considera en el libro, por otro lado, "la banda más importante de los sesenta"). Todo esto no deja de resultar curioso -e injusto- en el caso de un grupo cuyo máximo objetivo fue siempre componer grandes canciones, y que en cada uno de sus discos dio una vuelta de tuerca que influyó a otros cientos de bandas a lo largo de los años.

Textos recomendados:
C. Heylin. Vida y milagro de Sgt. Pepper's. Un disco para una época. Ed. GlobalRhythm. Interesante disección de lo que supuso para el pop el año 1967.
I. MacDonald. The Beatles. Revolución en la Mente. Celeste Ediciones. Monumental obra en la que se comentan, una por una, todas las canciones de los Beatles.
Los Beatles, ¿el grupo más sobrevalorado de la historia de la música? Discusión en el foro de Muzikalia en la que se exponen muchos de los tópicos habituales en este tipo de debates.
"It Was 20 + 20 Years Ago Today". Un estupendo artículo de Carrascus en Bloggin' In The Wind, en el que se reflexiona sobre las oscilaciones de la opinión sobre Sgt. Pepper's en los últimos cuarenta años.

Permaneced atentos a esta web a partir de la semana que viene, que dedicaremos por completo a los Beach Boys crepusculares con un artículo diario. ¿Hubo vida después de Pet Sounds? Por supuesto que sí.

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