miércoles, abril 23, 2008

Las audacias de Brian Wilson: American Spring

Este disco perdido de 1972 puede ser el responsable de una felicidad inmediata y sin paliativos, de un placer cálido como una zona soleada en un día de frío, de un intenso y fértil bienestar, casi como un chorro de agua fresca cuando más sed tenemos. Sus artífices: ni más ni menos que Marilyn y Diane Rovell, hermanas; la primera, esposa de Brian Wilson (esto empieza a ponerse interesante); la segunda, su amante y declarado amor platónico. Conjurándolas, dirigiéndolas, eligiendo arreglos y canciones, se encontraba el propio Brian Wilson en plena época crepuscular, en uno de sus últimos y poderosos brillos antes de entregarse durante muchos años a su enfermedad mental. Y el resultado: un disco maravilloso, de colores superficialmente folkies y otoñales, pero que no puede evitar un estallido de gloria pop en cada uno de sus rincones, fiel al ideal que Brian había perseguido toda su vida.

American Spring, que a principios de los sesenta ya habían sido laboratorio de experimentos de Brian bajo el nombre The Honeys, logran en este disco el milagro absolutamente original de llegar al pop dorado mediante una imagen y ropaje folk. "Tennessee Waltz", la primera canción, puede engañar al más distraído, por ser también la que más raíces tiene entre sus ingredientes, aunque ya empezamos a ver algunas pistas, ciertos coros que se cuelan disimuladamente, unos sonidos acuosos que enseguida nos recordarán las mullidas esquinas de los Beach Boys, en fin, sólo lo justo para sospechar. Pero claro, tratándose de Brian la trampa no podía durar demasiado, y ahí está "Thinkin' Bout You Baby", compuesta por él mismo en los años sesenta. Se nota que este tema siempre le había gustado, más que nada por la generosa cantidad de veces que la grabó: primero con Sharon Marie en un estilo plenamente spectoriano, también con los propios Beach Boys dentro del calor soul de Wild Honey, y después repetidas veces en sus conciertos en solitario. Aquí, dentro de una sensibilidad que presenta claras similitudes con un disco como Tapestry de Carole King, esta canción de puro amor gana en fuerza y en sencillez. Sigamos. A la inmaculada producción de Brian se le une una gran selección de canciones fruto de su exquisito gusto, y ahí llega "Mamma Said" de las Shirelles, deconstruida en un adictivo festival folk-pop. Y otra gran canción que todos recordaremos por los entrañables Carpenters, tan emocionantes cuando daban en la diana: "Superstar" suena aquí rotunda, definitiva, absolutamente apropiada y genial en su cambio de ritmo antes de un estribillo que marcó una época.

El comienzo es fulgurante, pero el desarrollo todavía más. La caja wilsoniana de las sorpresas continúa asombrando, "Awake" recupera las raíces country envueltas en un teclado cristalino y una voz sencillamente perfecta, melancolía relajada y primaveral para adornar instantes reflexivos. "Sweet Mountain" parece una canción de Surf's Up, por su tono entre infantil y oscuro, los arreglos aquí ya son puramente a lo Brian Wilson, como si su Smile hubiera sido una realidad y un punto y aparte en la historia de la música. En "Everybody" el tono folk se aparta, porque de hecho esto es una versión de Tommy Roe interpretada por los Beach Boys con voces femeninas, no hay otra manera de explicarla. La sonrisa cómplice se nos va a despertar con "This Whole World", una de las joyas más brillantes de Sunflower, cantada aquí con parsimonia y una delicada intimidad. Y atentos, una cumbre emocional: "Forever" de Dennis Wilson, que no suena tan derrotista y épica como cuando la cantaba el mismo Dennis en Sunflower, sino incluso optimista y luminosa, pura cándidez wilsoniana. Las esencias de los chicos de la playa continúan reinando en "Good Time", que aparecería mucho más tarde en el disco "Love You" (1977), cantada por Al Jardine, pero aquí es otra pequeña obra maestra, una sinfonía de bolsillo para hacer los días felices, y otra muestra de la genial habilidad de Wilson para unir partes extravagantes en un sensacional todo.

"Now That Everything's Been Said" es más pop, como todo en este disco, una versión de una canción olvidada de Carole King con su fugaz grupo The City, directa, centrada en ser pegadiza e inmediata, de efectos devastadores gracias a las preciosas voces con las que contaba Brian. Y "Down Home" se empeña aún más en la obsesión por Carole King, esta vez junto a su por entonces marido Gerry Goffin. Una delicada muestra de pop elegante con más desvaríos instrumentales y armonías vocales de pura estirpe Smile (¿seguro que fue un disco frustrado?). Bonita, profunda y suave como el mar en calma. Y, por supuesto, mi favorita, "Shyin' Away", que concentra lo mejor que hizo nunca Brian Wilson, tres minutos de puro placer ya con el sonido folkie estratégicamente olvidado, una melodía ingeniosa, capaz de ilusionar, que ofrece todo lo que se le puede pedir al pop de altura. Incansable, inocente, mágica. Todo preparado para que sea imposible que no nos entreguemos al disco con "Fallin' In Love", otra de las canciones derrotadas de Dennis, cantada en susurros apagados con un envoltorio de pop de cámara que la hace insuperable. Más genialidades: "It's Like Heaven" y su estribillo entre campanas que avisan la llegada del paraíso. O la que acaba un disco de leyenda: "Had To Phone Ya", que es otra canción de molde Smile, circular, imaginativa, con cierto tono onírico, quizá la más Brian Wilson de un disco ya de por sí definitivamente wilsoniano, y en todo caso la mejor manera de finalizar una obra maestra que elige entre diferentes trajes para al final quedarse siempre con el pop.

Ante discos así es absurdo andarse con rodeos. American Spring es una obra maestra con mayúsculas, uno de los discos más importantes del pop, un hito del que casi nadie se dio cuenta y que desmiente de nuevo la estupidez de que Brian Wilson es Pet Sounds y poco más. Y además, un disco que plantea al menos dos interrogantes: ¿De verdad fue Smile un disco fallido, las divagaciones estériles de un adicto a las drogas y a las tarrinas de helado? ¿Seguro que es sólo una de las leyendas que hacen más bonita la historia del pop sin añadirle peso verdadero? Y otro, en mi opinión más importante: ¿no está Brian Wilson definitivamente infravalorado?

Podéis conseguir el disco aquí:

American Spring (1972)

Textos recomendados:
"American Spring. Discos a recuperar". Por Icheyenne, en
Otoño Cheyenne. Reseña sobre el disco y sus circunstancias, en un fantástico blog.
"American Spring, la primavera perdida de Brian Wilson". Por Carlos Rego, en
Ultrasónica. Historia del grupo de Marilyn y Diane Rovell desde que eran las Honeys.

Escribir sobre este disco me ha llevado a idear un artículo sobre la gestación e influencia de Smile, que presentaremos más adelante en el vinilo perdido. Y por supuesto, los artículos dedicados a Syd Barret empezarán la semana que viene. No venía mal antes un paréntesis, sobre todo si es con discos como éste.

Leer más...

lunes, abril 14, 2008

The Scruffs. El peregrinaje oculto de Stephen Burns

1. Los héroes de la juventud pop

Corre el año 1977. En Memphis, cierto grupo debutante, los Scruffs, sorprende con un disco pegadizo y lleno de hits que dignifica el power-pop como estilo y que se convierte desde su misma creación en un clásico de culto, Wanna' Meet The Scruffs? El líder del grupo, Stephen Burns, da salida a su neurosis adolescente en canciones que hablan de inseguridades, de depresiones, de desengaños, con la fuerza de unos estribillos briosos y de unas guitarras sin complicaciones, y con un sonido altamente influenciado por el pop exiquisito de Big Star -también de Memphis- y por el vuelo sin motor de los Byrds. La peculiar voz de Burns, entre quebradiza, sensual y adictiva, da forma a canciones irresistibles como "Break The Ice", "Frozen Girls" o "I've Got A Way", estallidos anfetamínicos, hormonales, entusiastas, junto a momentos de introversión y melancolía en "My Mind", "I'm a Failure" o "Bedtime Stories". El resultado: un cóctel demoledor que se convierte en uno de esos momentos imprescindibles del pop, uno de los discos con más personalidad y carisma que se pueden escuchar, y también el hito con el que consiguieron pasar a la historia como un grupo de culto. ¿Pero era justo dejarlo aquí?

En absoluto. Y para probarlo no hace falta ir adelante, sino hacia atrás. Angst, publicado en 1997, recoge las maquetas previas al disco, que los Scruffs (muchas veces Burns a solas en el estudio, encargándose de todos los instrumentos) grabaron entre 1974 y 1976, con mayoría de canciones inéditas. Una escucha detenida revela al menos material suficiente para otra obra maestra de la misma altura y espíritu que Wanna' Meet, presentada en versiones desnudas con un sonido necesariamente primitivo. Por ejemplo, "Anything" es un lago de agua cristalina, un single perdido de los Byrds tocado como si estuvieran en los años sesenta, y "Number One" homenajea sin complejos a sus admirados Big Star, con una madurez sorprendente y una habilidad artesana abrumadora. La capacidad de Burns para las melodías de seda también queda patente en joyas como "I Remember", salida de un verano que ya queda atrás, y su excitante noción del power-pop se refleja en la fresca, desacomplejada "Those Girls". Su filiación a los postulados de Chilton y Bell queda clara en esa maravilla que es "So You Want To Be a Big Star", que de paso también sirve para explicar el sonido de Teenage Fanclub. Y para rematar el pastel, se incluyen primeras versiones de algunas de las leyendas que después aparecerían en Wanna' Meet ("Tragedy" y "Revenge"). Posiblemente, el mejor disco de maquetas que se ha grabado nunca.

Pese a su calidad, Wanna' Meet The Scruffs? apenas obtuvo reconocimiento -ya ni digamos éxito comercial- y el grupo, desanimado, terminó separándose en 1981. Sin embargo, les había dado tiempo a grabar otro álbum en 1978: Teenage Gurls. La inoperancia de la discográfica y la ruptura del grupo provocaron que este disco permaneciese inédito hasta 1998. Toda una lástima, teniendo en cuenta que Teenage Gurls es una máquina de hits, un esfuerzo creativo de Burns para conseguir un disco compuesto exclusivamente a partir de poderosos singles, obviando por una vez esos momentos de dulce y exquisita melancolía acústica. De ser publicado cuando se grabó, muy posiblemente tampoco se le hubiera hecho demasiado caso, y a pesar de todo sabe mal que canciones como "At The Movies" -de las que marcan su desamparo a fondo-, "Edge of Disaster" o "Breakdown" -rescatada de las valiosas sesiones de Angst y prima hermana del disco anterior- estuviesen durante años recluidas en un cajón. Teenage Gurls puede verse como un disco de puro y ortodoxo power pop, en el que se pulen las cualidades más personales de Burns -apenas encontramos alguno de sus desiertos de desesperación adolescente- para ceñirse de una manera estándar al género, pero sin bajar el listón de calidad. En definitiva, su disco más canónico en un momento especialmente propicio para el estilo (Nick Lowe, The Knack y Elvis Costello también andaban por allí), y que hasta veinte años después no tendría su oportunidad.

2. Empieza el peregrinaje. Stephen Burns, autor de vinilos perdidos

El fracaso comercial, la dispersión del grupo y los vaivenes de la vida hacen que Burns abandone la publicación de discos. Aun así, es incapaz de parar de componer canciones y de acercarse de vez en cuando al estudio para grabarlas. Más adelante, empieza a dedicarse a los negocios, se casa y entonces deja incluso estas grabaciones. El testimonio de este paréntesis entre la ruptura de los Scruffs y el retiro de Burns del mundo de la música es Midtwon, no publicado hasta 1998. Las canciones que recoge tienen un especial y excitante tono íntimo -nuevamente, la mayoría de las veces Burns estaba solo en el estudio-, un sonido muy próximo y casero, una cercanía que, unida a un innato talento para la melodía y los estribillos, hacen de Midtown un disco cálido, muy intenso emocionalmente, como si pudiéramos ponernos en la piel de Burns grabando en sus ratos libres y sin demasiada esperanza de que todo aquello saliera a la luz alguna vez. Algo que respiramos ya desde la primera canción, "Things Are Green", tan sincera que derrite, una ráfaga de primavera y honestidad pura de un Burns que se aparta de la iglesia del power pop para acercarse cada vez más al pop de autor, pese a que los hits a lo Scruffs brotan como setas ("When Donna Romances" es deliciosa). "Obssession" parece un hito secreto del pop, Burns es un experto trenzando refinados estribillos de coros celestiales que aparecen en el momento justo. Y entre himnos eternos como "Swimming Pool" o instantes directamente arrebatadores ("Emotional Gravity": hecha para caer a sus pies y dejarse acariciar por ella; Alex Chilton del primer nivel y sueños de un verano no vividos), junto a píldoras energéticas de gancho afilado ("Looks Like Love Is Missing"), las canciones del disco van cayendo como un regalo personal que no podemos negarnos a nosotros mismos. Sin duda, y teniendo en cuenta el momento en que fueron grabadas, el álbum más entrañable y acogedor de los Scruffs.

Sin embargo, el mundo de la música que no está de moda puede ser extremadamente cruel, y como ya hemos explicado, Burns dejó de grabar durante muchos años, tiempo en el cual Wanna' Meet fue fermentando como clásico de culto, lo que hizo que algunas personas se preguntaran por el grupo que había grabado aquellas maravillosas canciones. En 1990 Burns se trasladó al sur de Francia, lugar que le inspiraría futuros temas, para regresar años después a Estados Unidos, en este caso a Nueva Orleans, donde siguió dedicándose a los negocios. Sus años de sequía terminaron con un suceso tajante: Burns sufrió en 1995 un infarto del peor tipo que estuvo a punto de causarle la muerte, pero del que salió bien librado tras una recuperación de seis meses. A partir de entonces, recobró el entusiasmo y la energía suficientes para grabar más discos.

3. El vuelo libre de los Scruffs

La resurrección de los Scruffs empieza con una decisión un tanto contradictoria: Burns graba sus nuevas canciones bajo el nombre de Messenger 45, y el disco, Signs & Symbols, aparece en 1997. Concebido desde una sensibilidad mucho más acústica que los anteriores, como si hubiese querido llevar más allá su faceta reflexiva, sus exquisitas baladas en las que el tiempo se detiene, Signs & Symbols es un disco introspectivo y con la melodía al servicio de la nostalgia y la languidez. La primera canción, "Signs & Symbols", es una pista de lo que vendrá después, los estribillos de siempre con un evoltorio entregado a los pensamientos en una casa junto al río, el frenetismo adolescente absorbido por una madurez que se detiene en el detalle y que transforma la neurosis en melancolía. En este sentido, "Cloudy Moon" es mi favorita, la característica balada a lo Burns que aquí es mejor que nunca, entre violines, la guitarra acústica que araña el alma y especialmente la voz dolida, de una intensidad muy humana, del propio Burns.

Otro de los clásicos del disco es "Back From The Grave", una vuelta de la tumba de especial significado para su autor, más sencilla y desnuda imposible, la definitiva cara adulta del héroe juvenil. Por supuesto, los estribillos marca de la casa siempre están ahí y "The Ruin Of Me" quizá sea el mejor ejemplo, con un cierto regusto a Roy Orbison que deja un increíble sabor de boca, y tampoco falta el himno ajeno al paso del tiempo, la etérea y luminosa "Wild Skies". Mención aparte merece "Abiquiu", una sorprendente epopeya en la que una suave balada da lugar a una pesadilla de trompetas y guitarras hipnóticas mientras Burns canta desde otra dimensión. Fascinante. Además, el hecho de que esté al final del disco (antes de un breve reprise de "Signs & Symbols") da una golpe de efecto al conjunto y, si cabe, una mayor hondura.

El regreso de Burns no sólo comportó un gran disco que se apartaba de lo que había hecho hasta entonces, sino también la reedición de las maquetas previas a Wanna' Meet, de Teenage Gurls y de todo el material recogido en Midtown. Por otro lado, Burns, consciente de que los Scruffs no eran una época ya pasada, sino que en realidad tenían que ver con su propio desarrollo creativo, se arrepintió de haber cambiado de nombre para este disco y ya está pensando en reeditarlo como Back From The Grave y ponerlo, esta vez sí, a nombre de los Scruffs.

4. La encrucijada escocesa

Después de Signs & Symbols, Burns tomó buena nota del consejo de Alex Chilton de visitar Escocia. Y allí se encontró con una pléyade de grupos de abierta sensibilidad pop, tales como Teenage Fanclub y Belle and Sebastian, que además también partían de una completa admiración hacia Big Star, los Byrds y los Beatles, y que le influyeron a la hora de depurar su sonido y de acentuar sus matices sesenteros. Con Francis McDonald de Teenage Fanclub a la batería, y la ayuda de Norman Blake en algunas guitarras, el disco resultante, Love (2001), suena extremadamente limpio y escocés. Las guitarras transparentes, los coros nítidos y las melodías de pop gran reserva hacen que éste sea su disco más "contemporáneo" y accesible.

El estilo de Burns es inconfundible, pero la transparencia de su producción hace que se resalten de manera más clara sus influencias y que por eso, curiosamente, recuerde mucho a Teenage Fanclub, que beben de los mismos sonidos. Love es una preciosa obra maestra, no hay otra manera de definirlo, un ramillete de hits del que incomprensiblemente apenas se habló. "You Can't See Your Way For Clear" es un trallazo demoledor, un clásico de los sesenta ya llegado el nuevo milenio, una síntesis de influencias claramente Byrds (parece de hecho un single suyo), Big Star y Teenage Fanclub: todos siguen el mismo camino. Y en "Your Heart", Burns conjura un hechizo para encontrarse con su yo de los años setenta, porque esta canción podría estar perfectamente en Wanna' Meet, viene de ahí, se perdió en la mente de Burns y la recuperó del fondo de un sueño. Encontramos muchas más guindas, entre ellas es imprescindible citar "A Girl Can Make You Cry", una de mis favoritas, llena de una tristeza infecciosa con un sutil aroma de steel guitar que la hace mucho más original. Pero sigamos, "We Will Not Speak Of Love" es maravillosa, suena como cuando Teenage Fanclub se ponen muy escoses (instrumentos del folklore incluidos), entre canción tradicional y single de pop. "Canyon Girls" es paradigma del pop elegante y clasicista, y "I Will Be The Lonely One" nos muestra uno de esos instantes de pensamientos angustiosos entre violines y hermosas melodías, algo en lo que Burns es maestro.

La encrucijada escocesa, la unión de los postulados de la casta Scruffs con las enseñanzas de Teenage Fanclub, dio como resultado un disco enorme, apasionado y apasionante. Burns daba un paso más en su propia leyenda y alcanzaba finalmente la perfección de su sonido primigenio con otra espléndida colección de canciones. Por eso mismo, era necesario ir más allá y sin perder su esencia, ampliar el abanico de colores. Enseguida veremos cuál fue el camino que eligió para renovar la sabia Scruffs.

5. Swingin' Singles. Escuchando discos de los Zombies

Con la residencia fijada en Glasgow, el itinerante Burns plantea un disco en el que mantiene los parámetros musicales de hasta entonces pero también añade una mayor sofisticación. Y para ello recoge influencias de lo mejor del pop de cámara, fijándose en grupos como Left Banke, los Zombies o Billy Nichols, pero por ahora de manera un tanto contenida. Swingin' Singles (2003) es un disco a medio camino entre su huella Scruffs clásica y una vertiente refinada y virtuosa en términos compositivos. Todavía hay hits con su sello inconfundible, la muestra más potente es "World's Most Negative Guy", qué apropiado el título para una canción entrañable y suave como la seda a pesar de su potencia guitarrera, pero también "Lovin' & Lyin' Game", que gustará sin remedio a los fanáticos de Wanna' Meet. La furia sigue extendiéndose en "Sugar", pura rabia pop, las baladas sentidas tienen su pedazo de la tarta en "You Are Wrong (I Am Right)", y hay claros ecos de McCartney, Pete Dello y hasta de Nick Lowe en la despertadora de sentimientos fraternales "L.A. Snow". Sin perder de vista, por supuesto, una estupenda canción que parece fruto de la influencia de Teenage Fanclub, "Yesterday Girl Gone", coros sublimes, melodías remozadas de los mejores momentos de Wanna' Meet y nosotros con la boca abierta.

Pero claro, Swingin' Singles es mucho más que esto, gracias a su explosiva e imaginativa vertiente pop que ya aparece de forma arrolladora con "Carey", un single que podrían haber grabado los Move de "Blackberry Way", o los expertos manejadores de azúcar en dosis adecuadas que fueron Tommy James & The Shondells. Más pruebas de esta nueva percepción del pop son la embriagadora "Stars", que cae como la nieve, una postal en mil dimensiones para acariciarnos los sentidos, y también "Will I Love You?", que comienza con su cálido manto de violines para acercarse a la gloriosa desfachatez de Del Shannon en sus discos psicodélicos de finales de los sesenta.

Así pues, guitarras, power pop y estribillos guerrilleros y también arreglos de cuerda, contemplación y melodías talladas al espíritu. Swingin' Singles ofrece mucho y muy bueno, y además es la puerta de entrada a la siguiente bravuconada de un Burns dispuesto a dar otra vuelta de tuerca sin traicionarse a sí mismo. La incógnita se despejó en el 2006, en su disco más conocido aparte de Wanna' Meet y también el último hasta la fecha.

6. El Sgt. Pepper de los Scruffs

No hay mejor manera de definirlo. En Pop Manifesto, maravilloso título para uno de los francotiradores más certeros y desconocidos del pop desde los años setenta, Burns echa el resto y se rinde por completo a esa zona de arreglos delicados y envoltorios orquestales en la que ya había entrado fugazmente en anteriores discos. Pop Manifesto es el disco más cuidado y delicado de los Scruffs, una obra que opta claramente por seguir la estela de aquellos titanes que en los sesenta ofrecieron al pop toda una serie de momentos inolvidables: Pet Sounds de los Beach Boys; Walk Away Renee/Pretty Ballerina de Left Banke; el mundo de sensaciones íntimas de Pete Dello y Honeybus; celofanes, trompetas, cuerdas, todo se pone al servicio de uno de los discos más importantes de la década.

"There's A Girl I Know" empieza el disco sin complejos, apelando a la fuerza destructora del muro de sonido de Phil Spector para entregarnos un lingote de oro, la voz de Burns surcando múltiples brillos sonoros y adaptándose a ellos con una naturalidad pasmosa. Seguimos volando en lo más alto gracias a "Swann", sus teclados cristalinos y su hábil inmediatez de estribillo magnético. Siempre llega el momento en el que Burns abre su pecho y se muestra indefenso, aquí es "Don't You Got There", con un ligero tono country que hace más emocionales todavía sus confesiones. Los Byrds reaparecen en la pluscuamperfecta "3 Girls", doce cuerdas tejiendo preciosas melodías entre armonías vocales. Por supuesto que hay más, "September's Lost" es el hit más claro, pop de autor en la cima, melodías rodeadas por sensuales arreglos de cuerda y de viento. Impresionante, pero ojo a la delicadeza de "Karrie Anne" (¿seguro que no es un descarte del Odessey & Oracle?) o al ineludible brote Scruffs de "Situation Critical". Los sesenta florecen desde el pasado en plena gloria con "The Test" y sus coros a la yugular, al igual que en la optimista y luminosa "Stay Shelilah" o el tono de folklore medieval de "Your Eyes Shine" (otra de las señas de identidad del pop de cámara). Y atentos también a la magnífica y ensoñadora "Be A Dream", una recreación del Lennon de los primeros setenta que grababa singles increíbles con Spector.

Pop Manifesto es una obra rotunda, en estos momentos la última pieza en el puzzle de uno de los talentos ocultos del pop clásico, la evolución natural de un devoto de las melodías sin artificios y de las canciones en estado puro. Una colección de composiciones vestidas de gala para ser más bonitas que nunca. Su repercusión fue algo superior a la de sus anteriores discos, pero igualmente se mantuvo a años luz de lo que merecía. La historia de la vida artística de Stephen Burns.

7. La constancia del creador

Si hay algo inseparable de la carrera de Stephen Burns es su necesidad de estar componiendo constantemente, de grabar canciones al margen de las modas imperantes o de los sonidos del momento. De figura mítica del power pop oscuro de los setenta, a autor desconocido con una sólida carrera a sus espaldas, es necesario reivindicar todos y cada uno de sus discos y señalarlo como uno de los músicos más destacados de los últimos treinta años. Un autor que ha evolucionado desde los comienzos urgentes de Wanna' Meet hasta el clasicismo de Pop Manifesto, dejando por el camino algunas de las mejores canciones que se han compuesto nunca.

Al parecer, en su nuevo disco volverá a depurar las formas y a entregar un pop más directo. Eso sí, sin traicionar jamás su voluntad de regalarnos canciones hermosas, profundas y adictivas y de revivir el espíritu de virgen inocencia que abrazó los años sesenta.

Descargad aquí un recopilatorio que repasa la carrera de Stephen Burns al frente de los Scruffs:

The Scruffs. A Stephen Burns' Story

Los discos de los Scruffs todavía no han sido editados en España. Podéis saber cómo conseguirlos en la página oficial de los Scruffs, donde también es posible escucharlos y leer todo tipo de informaciones:

Wanna' Meet The Scruffs? Página oficial de los Scruffs

Debo infinitos agradecimientos a Alicia, que me descubrió la discografía "oculta" de los Scruffs y que me ha ofrecido todo el material y ayuda necesarios para escribir este artículo. Y también, por supuesto, a Stephen Burns, quien muy amablemente accedió a colgar un recopilatorio con una selección de sus canciones para que podáis escucharlas.

Leer más...

lunes, abril 07, 2008

Martin Newell, el genial secundario de Wivenhoe

Por Manolo Martos


Levantemos nuestras jarras en honor de aquellos que logran mantener el pop en las regiones de la verdad, evitando su olvido por culpa de los protagonistas egocéntricos y absolutos de La Gran Historia Oficial del Rock. Volvamos a levantarlas, pero sin triunfalismos; sonriendo con una leve sombra de cólera, pero sin malevolencia, en honor a uno de esos personajes de fondo, desenfocados, que a pesar de su condición subalterna se han vuelto imprescindibles en el afecto de bastantes seguidores de las melodías pop sinceras, humildes y entonadas.

Se trata de Martin Newell, el llamado bardo de Wivenhoe, encargado de trasmitir las historias, leyendas y poemas de su tierra; ejemplificando durante todos estos años esa cualidad de ser el excéntrico almacén de toda la esencia pop inglesa heredada de los Beatles, Kinks, Syd Barret… ya saben. “Pop tradicional inglés como solía hacerse en los sesenta”, dice, con los valores-guía de buenas canciones hechas espontáneamente, sin estar sobreproducidas, y con letras llenas de modestas viñetas de todas esas pequeñas cosas de la vida británica que son salvables y que están desapareciendo, cada vez más rápidamente: la cortesía, la campiña y la vida rural , el cambio de las estaciones… Lecciones regocijantes que resumen la visión de un mundo potenciada, además, con su labor como poeta y esa costumbre de vestir de modo dickensiano (¿no recordamos a Dickens mejor por sus personajes secundarios? ¿No es acaso el criado Sam Weller el que logra mantener el interés durante la lectura de Los papeles del Club Pickwick?), con lo que tenemos una especie de reliquia de atmósfera victoriana. Como un agradable olorcillo de ostras y cerveza negra… añadiéndole otro de sidra casera y marihuana, para rebajar un posible clasicismo encorsetado. Sobre todo en los primeras tiempos de la carrera de este ilustre excéntrico no egocéntrico.

“Debo de haber sido el único tipo del mundo en unirse a una banda para escapar de las drogas”

Colchester -noreste de Essex-, sobre 1973, y con veinte años recién cumplidos. Sus comienzos musicales fueron producto de su tiempo: The Mighty Plod, una banda glam rock. “Éramos la respuesta a The Sweet, en caso de que The Sweet fuese una pregunta”. Al mismo tiempo, formaba parte de una generación demasiado joven ya para ser hippies y que sentía que se había perdido el norte viendo a músicos ingleses con largas barbas que hacían largos discos de rock progresivo o que pretendían sonar como los Eagles. La leyenda cuenta que, finiquitada la aventura con The Mighty Plod, llegó a flirtear con aquellos London SS que fueron la semilla punk de la que germinarían The Damned, Generation X o The Clash. Respondió al anuncio en el que pedían un cantante “verdaderamente salvaje”, pero no llegó a ir a la audición.

Él dice que su introducción a la fama fue “Young Jobless”, el single que hizo para Liberty en 1980. Lo ponían en Radio One, y él lo escuchaba mientras fregaba platos en un restaurante. Ya vivía en Wivenhoe, cerca de Colchester, y llegó a tomar notoriedad por culpa de algún periódico que, a causa de la letra, quiso convertir a nuestro Martin en un recluso drogata y paranoico. “Muy importante, porque eso fue lo que me impulsó a formar The Cleaners From Venus”.

Canciones a cambio de bolsitas de té

Era 1981, y estaba determinado a hacer canciones pop directas, con malas o buenas letras, pero siempre música pop instantánea: “Bonitas melodías con algún toque psicodélico a las guitarras. En realidad era muy ingenuo: me gustaban los Beatles, los Monkees… ese tipo de cosas. Para qué complicarlo con otros aspectos intelectuales o técnicos”.

Se compró un portaestudio TEAC 144 (“Andy Partridge, Captain Sensible de The Damned… todos teníamos el mismo”), y junto a Lawrence –Lol- Smith (el que secaba los platos en aquel restaurante), comenzó con la aventura de los Cleaners From Venus, distribuyendo lo que grababan en cintas. “Fuimos los inventores de la cassette underground”. Estaban dispuestos a no comulgar con el sistema impuesto. Culpa del amigo Lol, muy metido en cuestiones alternativas (alguien “absolutamente sin ninguna disciplina, pero brillante y divertido”), que seguro le pasaba tratados anarquistas entre platos y cucharillas. Fueron unos comienzos llenos de pensamientos ingenuos y subversivos. “Si nosotros queríamos hacer música, y al parecer había gente que quería escucharla, la cuestión estaba en cómo sacarla de nuestros corazones y, a través de los dedos, meterla en los oídos de la gente sin que interfiriera toda esa plétora de parásitos de la industria. Aquel eslogan de Lennon: “¿Y si hubiera una guerra y nadie fuera?” Pues eso: ¿y si nadie firmara con las compañías de discos?” Y comenzaron a distribuir su música por correo, a cambio de… “Yo qué sé… alimentos no perecederos, ¡cualquier cosa! Pero cuando vimos que no podíamos costearnos los gastos de correo con bolsitas de té, intentamos entonces vender las cintas lo más barato que pudimos. Fuimos pobres pero felices”.

Los fanzines hicieron su bendito trabajo (especial mención para Joachim Reinbold, quien al frente de Jarmusic ha distribuido durante todos estos años el material de Martin Newell, cuidando de que siga habiendo vinilo en sus discos), y la cinta que hacía la número cinco (Under Wartime Conditions) se convirtió en el primer álbum de los Cleaners, editado en Alemania por Modell en 1985.

Going To England (Amunnition, 1987) fue el siguiente, ya en Inglaterra. En él está “Living With Victoria Grey”, una de esas canciones de las que cuesta evitar pensar que se trata de su composición más memorable. No olvidemos tampoco otras notables canciones del repertorio Cleaners incluidas en este álbum, como “Girl On A Swing”, “Mercury Girl” o “Illya Kuryakin Looked At Me”. Llegaron a vender unas 10.000 copias, y hasta el nombre apareció en un crucigrama de Sounds por navidades. Por entonces Martin ya contaba con la ayuda de Giles Smith a los teclados (otro de los compinches en su carrera musical, como lo fueron Lol Smith, Captain Sensible o el siguiente, Nelson).

Town and Country (Ammunition, 1988) fue el tercer y final álbum de los Cleaners (ya sin Lol, y en el que destaca “Felicity”, compuesta por Giles Smith), con lo que la aventura da un total de siete años, ocho cassettes y tres álbumes, resumida en un par de recopilatorios sacados por Tangerine Records, aquel sello de reediciones tan especial que logró propagar a principios de los noventa precisamente ese particular aroma tan inglés del que Martin Newell es tan culpable. Un sello que bien merecería una cariñoso recuerdo (Paul Bevoir y sus Jet Set; Squire!; Direct Hits…).

Esos recopilatorios (Golden Cleaners y Back From The Cleaners) recogen su más sustancioso talento pop, dejando aparte sonidos rudimentarios y espontáneos de gran significado para él, porque “es en las cintas donde se encuentra el verdadero espíritu, pues una vez firmado con las compañías de discos, enseguida te ponían ingenieros y músicos para parar todo aquel sinsentido. Pensábamos que la música debía hacerse instantáneamente. No creíamos en la laboriosidad y el refinamiento de los artesanos. El desorden era mucho más divertido. Sigo adorando la imperfección, el sonido barato. Es lo que evita a los profesionales y a los tecnócratas. Siempre prefiero pensar: “¡Anda! ¿Ya es la hora? ¿Quién se apunta a una cerveza?”. He aquí el espíritu de Sam Weller, el personaje que ejemplificó el incesante torrente de sinsentidos llenos de cordura. Volvamos a levantar esas jarras en honor de aquellos secundarios que supieron hacer de ello un ideal de vida buena.

Del problema de ni siquiera saber cómo ser corrupto, de la vida rural y de cómo conocer Inglaterra en bici.

Demasiada presión, demasiada profesionalidad para el gusto de Martin en los últimos tiempos de los Cleaners: “Todo el mundo veía oportunidades para hacer dinero, carrera, ambiciones, y yo nunca estaba hambriento por el dinero. Me gustaba la atención, claro; las entrevistas, conocer a gente… El problema es que soy un inocentón, y cuando los demás me empujan demasiado, lo dejo y me voy”.

The Brotherhood Of Lizards fue el intento de regresar al espíritu de los Cleaners. Él suele comparar toda aquella época con un barco, y los Cleaners fueron “la balsa con un par de calzoncillos por bandera” con la que él y Lol navegaron hacia las profundidades del negocio musical. Para los dos últimos álbumes, cuando Giles entró, la balsa se convirtió en una especie de goleta más pulida en la que ya ondeaban unos pantalones con remiendos, “pero a mí no me gustaba ser tan pulido, así que quise regresar sobre un bote, remando con Nelson.” Nelson es su amigo Peter Nice, que empezó como bajista en los últimos tiempos de los Cleaners y acabó siéndolo de los mucho más famosos New Model Army. Sigue viviendo en Colchester, colaborando con Martin y, Dios los bendiga, saliendo en bici con él.

Así pues, Martin Newell había decidido acabar con los Cleaners From Venus, y Nelson se quedó con él. Músicos callejeros y pobres, pero allí estaba el Capitán Sensible para prestarles una grabadora y conseguir que su música se siguiera escuchando gracias a que Andy McQueen les ofreció la oportunidad de grabar un elepé en su sello Deltic, “Sin que costara mucho, nada opulento”. Y con sesiones a las que iban en bici y en las que grababan entre gallinas, conejos y gatos, finalizadas con la cerveza que hacía en casa o yendo al pub, terminaron Lizardland en el verano de 1987. Venititrés libras costó. Así lo cuenta en las notas del álbum, tomando la costumbre de dejar en cada disco suyo una serie de comentarios de tanto agrado para sus fans como la música que contiene.

-“Y ahora supongo que no habrá oportunidad de hacer alguna gira, ¿no?” les dijo Andy McQueen, al finalizar el disco.
-“Pues sí, pero va a ser en bicicleta”, replicaron.

Aquella gira fue famosa (“La mejor que he hecho en mi vida”), y tuvo su eco en los medios gracias a la corriente de conciencia ecológica a favor; aunque siempre, por mucho que cambiaran de dirección, se encontraban con el aire en contra. Es la eterna ley que sufrimos los ciclistas.

Hasta que llegó el día de 1990 en que los New Model Army necesitaban a un bajista y alguien se acordó de que Nelson era un buen bajista y EMI le ofreció el puesto. “Íbamos pedaleando por los llanos de Salisbury, en silencio. Llegó un momento en el que le dije: 'Nelson, tienes que cogerlo, sabes…'. Unas cuantas millas más en silencio, hasta que murmuró: 'Sí, supongo'”.

“Cuando el mundo corre ya demasiado deprisa, me dedico a la jardinería”

Fue el final de otra bonita aventura. No podía seguir, puesto que Nelson lo había dejado todo para irse con él, tras los Cleaners. No, no merecía ser reemplazado por alguien. Así que Martin se dedicó a escribir, cansado de la música, decidido a vivir en la pobreza escribiendo poesía y versos ligeros, “En vez de ser robado a ciegas por gente del espectáculo con una caja registradora por corazón”.

Lo curioso es que como escritor sí que le llegó el reconocimiento de inmediato. Alguien leyó un divertido poema suyo sobre los cantantes pop en Radio One (de nuevo Radio One) que generó interés, y alguien de los tiempos de The Cleaners From Venus que trabajaba para The Independent le llamó y le ofreció una columna semanal. De repente, Martin se había convertido en un poeta cuyos libros se vendían.

Hasta que llegó un día de 1991 o 1992 en que recibió la llamada de Andy Partridge, preguntándole si tenía más libros publicados. Y Martin le pasó su segundo libro a cambio del disco Nonsuch. Bonito trueque. Fue Kevin Crace, del sello Humbug, el que tuvo la idea de que Andy podría producirle un nuevo álbum. “Vale, mándame algunas canciones.” Y escuchó sus demos y le dijo: “Pues no son nada malas, Martin. No me explico cómo no eres más conocido”, sorprendido.

Y fue así que dos personas que en muchos aspectos parecen almas gemelas -dicho por amistades de ambas partes-, se unieron para dar al mundo uno de los más grandes discos de música pop inglesa. Las sesiones de grabación se hicieron en el estudio que Andy tiene en el cobertizo de su casa, y parece que todo se conjuró para conseguir que un título como el de The Greatest Living Englishman tuviera un reflejo sonoro acorde. Ambos pasaban por parecidas crisis de pareja, y cuentan que se reconfortaron mutuamente utilizando el duro trabajo como terapia. Martin lo tiene claro: “Es lo mejor que he hecho en mi vida. Cuando me muera, podré decir con orgullo que esto es lo que dejo al mundo”.

La forma en la que las demos fueron presentadas a Andy pasaron el control de su legendaria meticulosidad. “Yo ya sabía que Andy tiene fama de ser un cruce entre Mussolini y Papá Noel, pero no hubo ningún problema. Cuando las tomas empezaban a superarme, siempre daba un descanso para tomarnos un té.” Andy se ocupó de la batería ringostariana, de esto y de lo otro –toques XTC-, y Martin dejó unas cuantas clases prácticas del jingle jangle más efervescente. “Mi guitarra de siempre fue una Hofner del 58, aunque en los tiempos de los Cleaners ya usaba una Rickenbacker 330 fireglo”. ¡Vaya, menos mal que no era músico!

Que alguien pida otra ronda, mientras nos imaginamos a Andy y a Martin con sonrisa de gato de Cheshire, metidos en aquel cobertizo. “Mi única contribución técnica fue conectar una radio de cocina a la mesa del estudio, para ver si las canciones pasaban la prueba definitiva de escucharlas a través de una radio de toda la vida”. Para qué elegir algunas canciones, cuando comienza con “Goodbye Dreaming Fields” y termina con “An Englishman’s Home”, pudiendo volver a escucharlas todas otra vez sin que la magia decaiga. Una magia que transmite la solemne jovialidad de la amistad, las aventuras erráticas por los viejos caminos ingleses, la hospitalidad de las viejas tabernas, la amabilidad elemental y el honor de los antiguos modales ingleses. Y la gradual pérdida de todo eso. Uno de esos discos no muy numerosos en el que el todo es mayor que la suma de las partes.

Las primeras copias del álbum fueron acompañadas por Live at The Greyhound, grabación en vivo de su libro de poemas en el pub de Wivenhoe. “Si llegara cualquier día al pub diciendo que soy famoso como músico, que me conocen en Alemania o en Estados Unidos, pensarían que estoy mintiendo o que me he vuelto loco.” Pero las respuestas al disco fueron entusiastas, y hubo giras por Japón y por Francia acompañado por su compinche Captain Sensible y por Dave Gregory; y conciertos en Inglaterra abriendo para Robyn Hitchcock (otro buen ejemplar de lo que por aquí nos traemos), y los recopilatorios de Tangerine y la reedición CD en USA de Lizardland… ¡Graciosa bondad! Martin había dejado la música para ser un jardinero profesional y entonces convertirse rápidamente en un escritor con obra publicada. Y ahora ese interés por su carrera musical, él que nunca se había considerado músico y que no esperaba que alguien se acordara de lo que hizo, y que un buen día pensó que esto de escribir fue lo que siempre tuvo que haber hecho y que quizá nunca debió ser un cantante pop… Su carrera musical pegaba otro estirón. La graciosa ironía es que cuanto menos se preocupó por hacer música, más interés han despertado sus discos.

Reconócelo, Martin: “En Inglaterra somos buenos haciendo música pop. Es una de las pocas cosas en las que soy patriota. Tuvimos a la mejor banda pop del mundo, si bien los americanos consiguieron la segunda mejor… The Beach Boys, por supuesto.”

De cómo grabar canciones en el bosque de Wivenhoe

En 1995 salió el EP Let’s Kiosk con “The Jangling Man” del álbum al frente, junto a tres canciones nuevas en las que el propio Martin coge las riendas de la producción, entre las que sobresale, quizá, la sensible belleza atmosférica de “I Will Haunt Your Room”. Pero todavía quedaba alguna que otra escrita en la cocina de Andy Partridge, así que con los ánimos de éste llegó un nuevo álbum, The Off White Album (Humbug, 1995), hecho en veintitrés días de trabajo, esta vez con el admirado Louis Philippe a los mandos (otra buena idea de Kevin Crace), quien hizo unas sesiones de producción al parecer tan interesantes y entretenidas como las que a él solía hacerle Richard Preston en sus discos para Records. “Louis posee una gran sensibilidad; muy europea, muy clásica. Es un maravilloso arreglista de cuerda. Y si bien suele desplegar la urbanidad de un intelectual parisiense, a veces sabe ser tan crudo y campechano como un veterinario rural.”

Si encima contó con la ayuda en las guitarras de Dave Gregory, la cosa estaba fácil para dejar convenientemente estampada una nueva colección de canciones. Aquí están “The Girls In The Flat Upstairs”, que la cierra de manera emocionante, o “Miss Van Houten’s Coffee Shoppe”, declarado intento de cómo Brian Wilson pudo haber hecho su disco The Village Green. También nos encontramos con una versión, “Some Girls Are Bigger Than Other”, de los Smiths… “Para demostrar que también soy capaz de arruinar las canciones de otros.”

Que muestra cómo la poesía y la música van juntas en tándem por la campiña inglesa

Al año siguiente aparece Box Of Old Humbug, conteniendo estos dos elepés y el EP. Para entonces Martin se había reconcentrado otra vez en su faceta de escritor y poeta iconoclasta, acomodándose en su querido hábitat rural, buscando en soledad el acompañamiento de sus libros y sus extrañas costumbres que son producto de mantener un brioso toque bohemio junto a una elegancia discreta. Sálvanos entonces, Señor, de las costumbres “normales”. Qué manera de tener que ser un exiliado en tierra propia. “Así pues, comparto con gente como Captain Sensible, XTC, Robyn Hitchcock, Stephen Duffy de Lilac Time, Julian Cope y unas cuantas personalidades más eso de ser excéntricos chiflados, ¿no? Si chiflado significa no ir por ahí en coche con una terrorífica música a toda leche, dejando que el envoltorio de Big Mac le caiga encima a ciclistas desprotegidos, entonces posiblemente sí que seamos unos excéntricos chiflados.”

Fue cuestión de tiempo que el compositor que sólo hace cosas por diversión se encontrara con la compañía de discos que sólo edita cosas que le gustan; “Que el artista que no se preocupa por su carrera se encontrase con el sello que no utiliza la promoción.” Cherry Red sigue sobreviviendo –y bien: ahí están su multitud de sellos dedicados a la reedición de buen material-, tras más de veinticinco años instalados en el lado izquierdo de los sellos discográficos en Inglaterra. A nadie le extrañó que Martin Newell retomara sus composiciones para editarlas en Cherry Red, que en 1999 preparó el retorno con un generoso recopilatorio, The Wayward Genius Of Martin Newell, para repasar toda su carrera. Pero no, tranquilos que “no habrá colaboraciones con Burt Bacharach, ni intentos de que Tom Jones versionee 'Wake Up and Smell The Offy', ni supermodelos… Probablemente habrá alguna pinta de cerveza, para después regresar al trabajo.”

En octubre del 2000 nos encontramos pues con un nuevo álbum, The Spirit Cage, presentado bajo unas ilustraciones inspiradas en los momentos de regocijo de las clases plebeyas en la época victoriana, y producido por su colega Nelson, con la ayuda en el último momento de, nuevamente, Andy Partridge: “Al enterarme que los de Cherry Red hacen los másters en un pequeño estudio en Swindon, llamé a Andy, quien acudió rápidamente para ayudar en los toques finales de sonido. Uno de esos accidentes felices.” Un nuevo festín para los pobres, con algún puñado de excelentes canciones de la marca Newell, sobre todo en la primera mitad del disco: “Wake Up And Smell The Offy”, “My Old School” (muy wilsoniana, como el ejercicio a capella de “Lily’s Lullaby” que cierra el álbum), “You Slay Me”, “Sugarcane”, “A Smash Bird Like Brenda”…

Y lo mismo tenemos, un par de años después, con Radio Autumn Attic (Cherry Red, 2002). Ya era el poeta más publicado en el Reino Unido, y pocos sabían de su faceta como músico, “Y los que la conocen me preguntan, de tanto en tanto: 'Martin, ¿aún sigues con lo de la música?', como si se tratara de una enfermedad venérea.” Los que nunca se interesaron ni se molestaron en esa carrera se lo perdieron, pero incluso muchos de los que alabaron trabajos como The Greatest Living Englishman tampoco parecieron preocuparse por sus discos posteriores, seguro que caprichosamente menores, pero igualmente bendecidos por los seguidores de alguien que nos tiene ganados con esa sana actitud de quien se toma en serio, como diría el gran Chesterton, el acto de correr tras su propio sombrero, sabiendo que a veces nada hay más gozoso que disfrutar de las cosas ridículas.

Propuesto como si se sintonizara una radio europea en Marte, el disco contiene aquí y allá las típicas cuñas promocionales, y un extracto de su libro This Little Ziggy en el que recuerda sus primeros pasos en esto de la música. De nuevo con Nelson a los mandos, al bajo “y al modesto violín”, el disco se abre con “The Duchess Of Leylandia”, compendio de la impronta de Brian Wilson al piano, los Beatles en esos toques de guitarra, y un final con esa clásica manera suya de estirar la melodía al cantar, como dejándose caer por una montaña rusa, para rematar con esos toques a los teclados a lo Procol Harum tan de su gusto, también. Pero trae más canciones para añadir a la antología: “The Wicked Witch”, rociada con olorosa psicodelia; “Life As A Broken Doll”, otro buen ejercicio jangle; “When We Were A Thing”…

Jarmusic añadía en el verano de ese mismo año un EP con cuatro canciones nuevas, Songs From The Station Hotel, que presentaba de portada una bonita foto antigua de ese pub de Wivenhoe. Fue la última edición exclusiva con material de interés del sello de Joachim Reinbold, que ha seguido con las tareas de distribución del catálogo de Martin Newell hasta hace muy poco. Su labor para los seguidores ha sido como maná caído del cielo. Martin quiso agradecérselo dándole esas canciones para que las editase.

En que el viejo se lanza a su tema favorito, y de las consecuencias que hubo

En 2004 Cherry Red añadía Living With Victoria Grey. The Very Best Of… a la cesta de recopilatorios cuando apareció The Light Programme (Cherry Red, 2004), un nuevo y sorprendente álbum en el que se nos presenta trajeado y con el pelo engominado, en plan crooner dispuesto a satisfacer a un auditorio de gente mayor. El motivo hay que buscarlo en el uso más frecuente del piano, en vez de la guitarra, como herramienta para componer, pero sobre todo en la influencia de un nuevo amigo: Richard Shelton, un cantante de jazz para el que empezó a componer algunas canciones. ¡A ver si nuestro hombre va a terminar siendo una referencia en el cancionero popular inglés!

Así que éste es el disco easy listening en plan jazz ligero de Martin Newell, en el que volvemos a encontrar a Nelson, y esta vez a otro viejo compañero, Giles Smith, al piano. Un álbum sin guitarras pero con algunas canciones que no las necesitan para entrar en la dorada selección del mejor Martin Newell destilado: “After The Boy Gets In”, “Grenadine And Blue” (compuesta para Richard Shelton) o “Trinity Square” mantienen el estilo de la casa.

Caprichos inesperados, resultado de hacer siempre lo que en cualquier momento le pareciese una buena idea. Y conclusiones consecuentes: “Tuve que hacer un álbum de estilo jazzy para aprender de verdad qué es lo mío”.

Regreso al pop autorrefrescante

A Summer Tamarind (Cherry Red, 2007) fue la consecuencia de aquel disco jazzy: “Tras aquello, quise hacer un disco soleado, porque tenía que volver a hacer lo que mejor sé hacer: alegre pop inglés. En música sólo sé hacer una cosa razonablemente bien. Otra gente de mi edad forma grupos de blues y eso, diciendo que quieren regresar a las raíces. Yo no consigo ver cómo cinco profesores de geografía que intentan tocar como viejos músicos negros pueden regresar a sus raíces, pero en fin. Mis raíces fueron los singles de pop inglés con los que crecí. No me entusiasma el folk, ni sé bailar, ni soy irlandés, ni tampoco lo suficientemente inteligente como para tocar jazz. Por eso hago lo que hago. Uno debe hacer lo que sabe, y hablar de lo que conoce. No me veo escribiendo una canción sobre la Ruta 66, porque nunca he estado allí. Podría hacerlo sobre la A12, aunque ya sé que es muy aburrida.”

Las sesiones de grabación de A Summer Tamarind duraron veinte días, y con mayoría de primeras o segundas tomas, “Y ahí lo dejamos.” Para este disco, Martin ha contado con la ayuda en la producción del ingeniero Carl Seager, ayudando también al bajo y a la guitarra en algunas canciones y ocupándose, en todas, de la batería (“Y es una de las de verdad”).

Como por aquí uno también tiene sus debilidades, lo primero que llama la atención es “The Golden Afternoon” por su ejercicio jangly. ¡Uf! ¡Menudo entrelazado el que se marcan Martin y Carl Seager al final, con las guitarras sonando de vicio! Nada más que por esto, merece la pena. Lo mejor es que tienen razón los que afirman que puede que se trate del mejor disco de Martin Newell desde The Greatest Living Englishman. “Cinnamon Blonde”, “You Made It Rain”, “A Summer Tamarind”… Mmm, casi casi que sí, eh…

Y así están las cosas, con su amor por la vida rural de las pequeñas poblaciones inglesas y su descontento ante su desaparición. En Fiu!, Fíjate En Ese Viejo deja su autorretrato de persona mayor que “aún sigue rocanroleando cuando debería permanecer amablemente asintiendo.”

De cómo resumir esta historia como una mezcla única de idealismo e independencia

Martin escribe ahora en el East Anglia Daily Times -tras diez años haciéndolo en The Independent-, el periódico de su comarca, sobre cuestiones que conoce bien. Porque sólo se puede crear cuando se tiene interés en algo, cuando se posee la conciencia de “tener algo que decir”.

Sigue publicando libros; el último, A Prospect Of Wivenhoe, una serie de historias y recuerdos sobre su pueblo.

Resulta difícil no apreciar a Martin Newell y verlo como un raro ejemplo de honestidad en el mundo de las artes. Ese idealismo e independencia resultan extraños hasta en la escena musical independiente. Este hombre podría dar algunas lecciones necesarias sobre honestidad, falibilidad, espíritu crítico y comprensión, todo tratado con humor. Decía George Orwell, hablando precisamente sobre Dickens, que un chiste realmente gracioso siempre lleva una idea tras de sí, y por lo general una idea subversiva. Esa percepción emocional de que hay algo mal, y la nostalgia que conlleva, unida a una natural generosidad de espíritu que hace las veces de ancla para mantenerlo –casi siempre- en su sitio, conforma la edificante enseñanza que permanece a lo largo de la carrera de este secundario genial; de este “asesino hortocultural” capaz de expresar en forma cómica –y por tanto memorable, al igual que Dickens-, la decencia natural del hombre común. “La vaguedad de su descontento va contra una expresión del rostro humano” (esto último lo dijo Chesterton, pero no estoy seguro si sobre Dickens o sobre Martin Newell. Igual vale para ambos).

Pero demonios, ¡basta ya de tanta expresión solemne! Resulta algo bastante antinewelliano, así que menos palabrería y que alguien vaya y pida, si le quedan fuerzas, otra ronda para seguir brindando y decirlo todo con un buen trago.

Poderoso expositivo a favor de la tesis de que el camino del reconocimiento no es tan suave como una vía férrea

Aún queda para reflejar otro de esos felices accidentes que consiguen mantener la fe en la justicia poética, a poco que se deje ver. Más vale tarde que nunca:

Un buen día, nuestro querido Martin se llegó hasta los estudios Abbey Road, y al pasar por la puerta del estudio número 1, decidió echar un vistazo. Allí estaba un señor llamado Peter Long conduciendo una orquesta de sesenta músicos, haciendo los arreglos para esas canciones versioneadas por Richard Shelton. Al acabar una de las piezas, invitaron a Martin a pasar y darlo a conocer entre los músicos como el compositor de esa música. “Para mi asombro, me hicieron una reverencia con sus instrumentos y me aplaudieron. Por una vez me quedé pasmado, sin saber qué decir. Casi lloro.”

Que nadie vaya a esperar ahora de Martin eso de tomarse su carrera en serio. ¡A buenas horas! Él sigue pensando que la mayor satisfacción a la hora de componer y grabar un disco es “tomarse unas cervezas después. Tres pintas tras una buena sesión de grabación. No hay nada mejor.”

Appendix

-¿Y quién es tu inglés vivo más grande, Martin?
-“Sir George Martin. Ya no hacen modelos así.”

Appendix (II)

“En alguna ocasión he hablado con Nelson acerca de la posibilidad de recrear aquella gira en bicicleta, haciendo de nuevo el mismo viaje a modo de homenaje.”

Appendix (III)

¡Anda! ¿Ya se ha terminado? ¿Quién se apunta a una cerveza?


Leer más...