sábado, julio 28, 2007

Billy Nicholls, "Would You Believe"

Un artículo más, sólo uno, antes de que empiecen las vacaciones, y con un disco muy estival y de pura orfebrería, grabado en plena efervescencia de la psicodelia. Pero no la agreste, hostil psicodelia norteamericana, sino la inglesa, deudora de Beatles, Kinks y Zombies, fanática de discos como Pet Sounds de los Beach Boys y de todo el sunshine pop californiano en general, ese pop lleno de belleza, arreglos y filigranas. Y esto es Would You Believe (1968), un tratado consistente del pop de cámara a lo Left Banke, un rayo violeta trazado en el cielo, una noche estrellada con olor a hierba húmeda. Impresiones vivas y sensuales, adornadas todas ellas con la cálida, exquisita voz de Billy Nicholls, a la altura del instrumento musical más bello.

Y sí, parece increíble, pero de este disco apenas se editaron unas pocas copias antes de que desapareciese su discográfica, y el asunto resulta aún más estrafalario al escuchar la primera canción, "Would You Believe". Todo un hit potencial, una canción que con la promoción adecuada se hubiera aupado al número 1 sin problemas, ya desde ese organillo del principio tan deudor de la etapa más mística de Brian Wilson, hasta que la voz de Nicholls se erige en auténtica protagonista, a modo de aparición divina, un chorro de hermosura, limpia, tierna, y volcada en un estribillo contundente. Un clásico del pop sin lugar a dudas, con unos arreglos deliciosos y exuberantes. "Come Again" es más sencilla, aquí se le da mucha importancia a la guitarra acústica, cristalina, casi se puede distinguir cada cuerda en su cascada de acordes, mientras Nicholls canta una melodía inocente, crepuscular, propia de un atardecer junto a la playa. Y que Nicholls había escuchado a los Zombies queda de manifiesto y de manera irrefutable en "Life Is Short", una canción más problemática que propone algo así como una excursión mental o la recreación de una pesadilla, entre coros, orquestaciones que se desatan en el estribillo y un falsete más que expresivo y tomado del libro de estilo de Colin Blunstone.

"Feeling Easy", más tranquila, igual de orquestada -increíbles esas cuerdas que subrayan el momento más triste, esto parece Love-, acaba desembocando en unos coros magníficos, que no están de más, en los que la voz de Nicholls transmite más emoción que nunca. "Daytime Girl" toma, por una parte, las juguetonas bases rítmicas que impusieron los Kinks, junto con sonidos de clavicordios y panderetas, lo cual da lugar una canción quintaesencia de la psicodelia británica: arreglos y experimentación, pero sin olvidar que las canciones son melodía y estribillo. Deliciosa, magnética, irresistible, pero ahí llega "London Social Degree" para hacérnosla olvidar un poco. Porque ésta, de tan buena como es, resulta tan atemporal que podría haberla grabado cualquier grupo inglés de no importa qué década. Magnífico tanto el comienzo, con ese Nicholls reivindicativo, que casi parece enfadado, como la manera en que termina la frase, el pegajoso It's a London social degree, cantado con una voz tan llena de calor y terciopelo que querremos escucharlo una y otra vez. Un clásico más al que le sigue otra canción a lo Zombies, "Portobello Road", otra vez parece que esté cantando Colin Blunstone una composición de Rod Argent, con esa voz desvaneciéndose cuando se hace más aguda y una atmósfera inquietante y onírica.

"Question Mark" comienza con un adictivo coro de voces, clasicista, pulcro, pero sigue con una tonada pop que, sin la orquestación, sería un hit del pop británico de los 60, y con ella es una joya absoluta del pop de cámara, imprescindible para quien lleve la música en las venas, delicada y fuerte, sensible pero con argumentos. En "Being Happy" nos fijaremos más que nada en esa extraordinaria guitarra, acuosa, como una excursión a las profundidades marinas, parte imprescindible de la estructura de la canción, sin olvidar, por supuesto, la demostrada pericia con los estribillos que por entonces poseía Nicholls. "Girl Form New York" prosigue en esa senda oscura, con unas guitarras que suenan realmente duras, cortesía de una parte del grupo Small Faces, con una participación importante en el disco, y tan dados también a unir melodía y guitarras furiosas. Aquí, esa energía, junto con las melodías neoclásicas y "psicológicas" de Nicholls, da lugar a un cóctel de complicada excursión mental, una canción aguerrida, bella, tierna, sorprendente, que se deforma poco a poco. Y para terminar, "It Brings Me Down", mucho más desesperanzada que las otras (contrasta enormemente con la luminosidad de "Would You Believe"), y sin embargo igual de hermosa, como si presagiara el triste destino de un disco de este calibre.

Así que, para el verano, os propongo este disco, que necesita ser degustado poco a poco y que os acabará calando hasta lo más profundo de vuestros genes. Un gran reserva del pop, uno de esos clásicos que en condiciones normales aparecen cada diez años, pero que en los sesenta fue uno más de los dioses de una época mítica y de creatividad desbordante. No me olvido de los Zombies, por supuesto, de hecho me sabe un poco mal haber hablado antes de este disco que del Odessey and Oracle, así que no tardaré demasiado en dedicarles un artículo. Por el momento, el disco de Billy Nicholls lo podéis descargar aquí:

Billy Nicholls. Would You Believe (1968)

Por otro lado, mis vacaciones acaban de empezar y estaré unas semanas descansando y sin colgar artículos, más o menos hasta finales de agosto. Justo cuando empiece de nuevo, este blog cumplirá un año. Me lo estoy pasando fenomenal, queda blog para mucho rato. Os agradezco vuestra presencia y vuestros comentarios. También me gustaría que dijerais qué os ha parecido por el momento o que hicieseis sugerencias y críticas.

¡Hasta pronto!

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jueves, julio 19, 2007

Pete Dello, "Into Your Ears"

No es por despreciar a un grupo tan excepcional como Honeybus, pero la sensación que tengo siempre que los escucho es que muchas de sus canciones, aunque se trata de increíbles y refrescantes temas pop, no son más que aperitivos para las que me gustan de verdad, las que canta y compone Pete Dello, pequeñas maravillas, universos aparte donde brilla el genio de una sensibilidad especial.

De hecho, da la impresión de que su carrera con Honeybus fue sólo un esbozo de dónde quería llegar. No está mal reivindicarlos, pero siempre parece que la gran perjudicada es la obra maestra que Pete Dello publicó en 1971, recuperando algunas de sus canciones anteriores y juntándolas con otras. El resultado es Into Your Ears, una cita ineludible de los grandes clásicos del pop, posiblemente el disco más humano y enternecedor que se ha grabado nunca, un gigante entre gigantes y también el colofón de su autor, que nunca publicó nada más. Me gustan mucho las palabras que Juan Vitoria, en su imprescindible Los 100 mejores discos del rock, dedica a Into Your Ears: "Es como si se encontraran en un pub un domingo ocioso Paul McCartney, Ray Davies, Kevin Ayers y algunos folkies vegetarianos, se metieran en un estudio y dieran con la fórmula mágica que sólo se dispara en contadas ocasiones". Imposible definirlo mejor.

Quintaesencia de la emoción y de la sensibilidad, Into Your Ears es un libro abierto que habla de amor, de sentimientos profundos y hermosos, y para ello se sirve de delicadas estructuras donde abundan los arreglos de cuerda, las guitarras acústicas y, por encima de todo, la privilegiada voz de Dello. Privilegiada, pero no en un sentido virtuoso, sino más bien por todo lo que transmite: tímida, honesta, humilde, que sumada a unas canciones paradisíacas consigue estremecer y encogernos de pura emoción. Intentadlo, poned la primera canción, "It's What You've Got", y comprobaréis a qué me refiero. Una tarde plácida, entre copas de té y en la campiña inglesa, comunicando un fluido de sentimientos del que no querremos salir nunca. "There's Nothing That I Can Do for You" es más Ray Davies, no podía ser de otro modo teniendo en cuenta el escenario, aunque también podría aparecer tranquilamente en el White Album de los Beatles. La emoción menos festiva rebrota en "I'm a Gambler", nos avisan esas cuerdas que vienen del neoclasicismo a las que tan aficionadas era Dello, y en "Harry The Earwig" está contando una fábula junta a la hoguera, una especie de canción infantil que se integra perfectamente en el espíritu recogido del disco.

Pero entonces emerge la mejor canción que ha escrito nunca Dello, "Do I Still Figure In Your Life", recuperada de Honeybus, una pieza maestra de los corazones rotos y doloridos, un espíritu herido por el amor que habla sin rencores, explicando con una humanidad abrumadora su melancólico, incierto tormento interior. Una de las canciones más bellas, profundas y tiernas del pop, una experiencia emocional sin parangón susurrada al oído con todo el cuidado del mundo. Quizá por eso, la siguiente, "Uptinght Basil", es más desenfadada, ahora toca un alegre paseo por el bosque al ritmo de un estribillo de optimismo radiante, sin olvidar el entrañable detalle de una voz de criatura fantástica e inofensiva. La elegancia de "Taking the Heart Out of Love" es inapelable, casi de mármol, sin que ello le quite ningún grado de emoción y hermosura, su estribillo es tan refinado como placentero. Y "Here Me Only" es de nuevo una brutalidad de la sencillez, un nuevo ejemplo magistral de cómo apenas unas guitarras y una voz introvertida son suficientes para hacernos soñar con mundos de cristal imperecederos, y de hecho su estribillo es como una cascada de belleza, de fantasías coloristas, de momentos felices nunca vividos. Después llega el turno de "On A Time Said Sylvie", el mejor McCartney resucitado de sus gloriosos años del Magical Mistery Tour, una brillante joya del pop británico que establece sin concesiones a Pete Dello como claro referente.

"A Good Song" revive la atmósfera vodevilesca propia de los Kinks, sin olvidar sus característicos coros, una deliciosa canción de amistad para cantar con una jarra de cerveza en las manos. La siguiente, "It's The Way", es un himno del folk, en el que Dello pierde un poco su apacibilidad y da paso a un inquietante mundo de ensueño, gracias también a un extravagante e infeccioso estribillo que se nos hundirá enseguida muy dentro. "Go Away" sigue apuntando alto, el disco se está acabando pero la maestría de Dello para lograr melodías cristalinas, tan llenas de honestidad, bondad y sentimientos humanos, aquí llega a perturbar, tenemos en la palma de la mano un mundo ideal construido con la suave, etérea arquitectura de la música. Y para acabar, Dello nos propone otra joya, "Arise Sir Henry", británica como la que más, otra guinda de un pastel que rebosa de ellas, una canción adecuada para hacerse amigo de todo el mundo y ser feliz sólo por la vida que inyecta escuchar este tipo de cosas. Genial, imprescindible, tanto como la canción añadida "Madame Chairman of The Committee", más belleza, más melancolía y, especialmente, unas cuerdas a media canción que llegan al alma, sensacionales, porque luego la melodía nos recoge de nuevo en su fascinante introspección.

Ya es hora de reivindicar a Pete Dello como se merece, y de auparle a la categoría de genio que su humildad y discreción le han impedido. ¿Los motivos? Me remito de nuevo al disco. Podéis descargarlo aquí:

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jueves, julio 12, 2007

Material Issue, "International Pop Overthrow"

Hoy estamos de suerte, tanto yo, que voy a escribir sobre un álbum excepcional, como vosotros, en el caso de que no lo conozcáis. Se trata de un pedazo de disco como un sol que nace de la misma semilla -o fórmula mágica- por la que algunos grupos, a principios de esa década, decidieron inyectar a las guitarras brumosas ideadas por grupos como Hüsker Dü, Pixies o Sonic Youth una dosis concentrada de melodías. Así nació la estirpe del power pop noventero, con nombres tan ilustres como Teenage Fanclub, Redd Kross o Posies. Sin embargo, entre esta ristra de ases, se cayó inexplicablemente una de las perlas más redondas y brillantes, uno de los discos más fascinantes, arrebatadores y desconocidos de ese momento, una obra cumbre de las melodías bonitas, energéticas y rebosantes de emoción.

Un pequeño genio, Jim Ellison, compone en International Pop Overthrow (1991) catorce canciones mágicas siguiendo las reglas no escritas de la canción pop: no más de tres minutos por tema, estribillos pegajosos y dardos al corazón, y todo ello envuelto en un sonido limpio y duro de guitarra, bajo y batería. ¿Para qué más, si "Valerie Loves Me", con su melodía sesentera, sus guitarras tristes y los gritos desgarrados de Ellison, nos engancha inevitablemente, como un empujón traicionero a la piscina? Lo mismo podría decirse de "Diane" y la forma adictiva con que se canta el nombre de la chica, bajo un esqueleto sonoro deudor del rock alternativo de la década anterior. "Renee Remains The Same", y ya son tres las canciones con nombre de mujer, empieza con el estilo maestro de Ellison y su extraordinaria habilidad para enlazar palabras en una melodía luminosa. "This Letter" baja las revoluciones, es una increíble canción de tono triste, confesional, hermosa y emocionante a partes iguales, crepuscular, herida y desengañada. Y me hace gracia porque la siguiente, "Out Right Now", es algo así como reírse de los grupos de brit pop con una canción de ese mismo estilo saltarín, pero que da mil patadas a cualquier cosa que pudieran grabar Oasis o Blur (bueno, respetemos un poco a estos últimos porque al menos se parecían algo a XTC). En definitiva, una canción perfecta, un single de éxito en un mundo ideal, un maravilloso baño de felicidad. Y "Crazy" es directamente un himno del rock alternativo para aquellos que sepan verlo, reposada, infecciosa, con fantásticos y limpios coros que llevan a preguntarse sobre por qué este disco no arrasó desde el mismo momento de su aparición.

"Chance of a Lifetime" es más británica, con claras reminiscencias de los grupos ingleses de principios de los ochenta, una fenomenal canción de sabor londinense y otoñal. Entonces aparece la entrañable "International Pop Overthrow", quedaremos enganchados para siempre a su estribillo frenético y especialmente a los sutiles golpes de platillo que lo acompañan. "Very First Lie" ataca con todas sus armas directamente al alma, mejor no escucharla cuando estemos tristes, ornamentada además con una gloriosa y exótica línea de guitarra. Después nos llega la rabia explosiva y sin paliativos de "Trouble", un desahogo depresivo que dice mucho sobre la introvertida personalidad de Ellis, directa, rápida, como una bofetada de desesperación. Por eso sorprende tanto la siguiente, "There Was a Few", mi favorita del disco, una canción que hace soñar mundos hermosos donde los problemas no existen, y que lo tiene todo: una de las melodías más hermosas e ingenuas de los noventa, unas guitarras poderosas que aportan un punto de inquietud, y un estribillo arrebatador e inundado de ternura y dulzura, parece la historia de una ruptura, maravillosamente concentrada, producto de una sensibilidad fuera de lo común. Con "This Far Before" estaremos condenados el resto de nuestra vida a escuchar obsesivamente las voz superpuesta del propio Ellis al final del estribillo, a la manera de una daga afilada que emerge para atravesarnos. "A Very Good Idea" hace daño, otra vez la melancolía se hace dolorosa y bella al mismo tiempo, pero ahí está "Li'l Christine" para acabar el disco con una melodía radiante y que brota a chorro, carismática e imposible de olvidar.

Material Issue sólo publicaron dos discos más, Destination Universe (1992) y Freak City Soundtrak (1994), casi igual de buenos que el primero, antes de que John Ellis se sucidase como fruto de la ruptura con su novia y de la inamovible indifirencia con que habían sido recibidas sus canciones. En un mundo donde sólo triunfa la mediocridad, es absolutamente necesario conceder el reconocimiento debido a un disco tan único como International Pop Overthrow, sin duda uno de las que figurarían en una hipotética lista de los mejores del pop. Os pongo a continuación el enlace para que podáis escucharlo con agonía, como si fuera lo último que vais a hacer en la vida, porque no merece menos.

Material Issue. International Pop Overthrow


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miércoles, julio 04, 2007

Everybody Else

Everybody Else, trío californiano que acaba de debutar con un disco homónimo, mete el dedo en la llaga del eterno problema del power pop. Sin tapujos, es una clara muestra de la esquizofrenia del estilo, un carácter paradójico que lo ha convertido en un tesoro para entendidos a pesar de su espíritu accesible y, por qué negarlo, comercial. Su raíz más profunda, que no es otra que los primeros discos de los Beatles, fue alejándose de los gustos populares a medida que los sesenta quedaban atrás, eso sí, raíz bien cultivada y desarrollada por estrellas del género como Badfinger o los Nerves. Su condición de estilo de culto contrasta con su voluntad de llegar rápido a la fibra a base de melodías hermosas y guitarras combativas.

Ahí es donde llegan Everybody Else para introducir subrepticiamente y con alevosía una bomba de relojería en el corazón del aficionado al power pop. Porque su fresco, vibrante disco, está repleto de himnos pegajosos, que llegan a la primera, que explotan en el corazón porque no tienen más remedio. Y sin embargo, han elegido para ello un sonido muy limpio, muy mascado y adecuado para oyentes que jamás han tenido un disco de power pop entre las manos. De alguna manera, se han dedicado a pulir y a lucir esa innegable cara comercial del género, sin por ello dejar de hacer grandes canciones, llenas de talento y de una inmensa cultura musical a sus espaldas. Habrá quien los considere comerciales y futuros ídolos de adolescentes. Para mí, al menos por ahora y teniendo en cuenta el disco del que hablaré, son grandes, encantadores, imprescindibles.

La primera canción, "Meat Market", ya es una gloriosa introducción, adictiva, optimista, un single redondo y un buen derechazo para empezar, guitarreros, bulliciosos, pero también sensibles sin llegar a azucarados (es curioso, porque de esto sí que creo que peca a veces uno de los gurús incuestionables del power pop, Matthew Sweet). Por si no nos lo creemos aún, ahí está "Faker", con sus coros, sus cambios de ritmo, su bajo intrépido, ordenado, saltarín y sin tregua. "I Gotta Run" es deliciosa, ya desde ese inicio casi recitado, sensible a más no poder, reposada, con la limpia, tierna voz de Gerety exhibiéndose (sin dar la nota, por supuesto), e "In Memoriam" sería asaltada sin preámbulos por la Mtv a poco sagaces que fueran: no hay más que escuchar el estribillo, sí, muy comercial, quizá demasiado para el más talibán de los aficionados al género, pero sin duda irresistible e increíblemente adictivo. Tampoco puede dejarse pasar la dolida "Born To Do" y sus rabiosos guitarrazos.

Con "Rich Girls, Poor Girls" llega la cumbre del grupo, un single potente y una de las mejores canciones de lo que llevamos de década, absolutamente maravillosa porque además, en su estribillo es imposible dejar de saborear los rastros de cuarenta años del mejor pop de guitarras, hay de todo, desde los Who a Badfinger, pasando por los Raspberries y siguiendo con Paull Collins. Fantástica recreación de la historia de un género, increíble composición llena de desfachatez, encanto y energía. "Makeup" se mueve en la línea más sensible del disco, sin que esto quiera decir nada malo, porque no deja de haber una base rítmica consistente, pero eso sí, se potencia al infinito la dulzura de la melodía, siempre hasta ese punto en el que todavía no empacha. "Without You" es otro fenomenal trallazo, y aviso, muy pegajoso, Everybody Else se han doctorado en la universidad de los estribillos vitaminizados y no dejan de alardear de ello. "Say Goodbye" es más que nada simpática, llegados a este punto Everybody Else ya deberían habernos robado el corazón por su honestidad y su fe ciega en lo que hacen. Porque aunque "The Longest Hour of My Life" suene a 40 principales, y "Button For Punishment" a canción que las adolescentes escucharían mientras lloran después de dejarlo con su novio, en realidad las dos tienen contenido, una estructura firme y sabia, un incontenible amor por el pop que ha elegido su forma más depurada y de radiofórmula. De "Alone In The World" sólo digo que es un tema espectacular, de cierto aire apocalíptico y melancólico, el broche final de un disco que será recordado durante largo tiempo.

Así pues, Everybody Else, a golpe de talento, demuestran que no son simplemente unos guaperas de postín con una música prefabricada y adecuada a su imagen. Todo lo contrario, por fortuna son el primer paso para que definitivamente el power pop se convierta en un estilo de masas. No es justo decir que estas canciones son comerciales sólo porque juegan a potenciar el lado más accesible del género. Y menos justo aún para uno mismo es negarse a disfrutar de ellas por este motivo.

El disco está aquí.

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