jueves, noviembre 29, 2007

Los Imposibles, "En el país del niño mosca"

Hoy presentamos una fascinante aventura musical, la aventura de un grupo, Los Imposibles, que a principios de los noventa graban canciones de una orientación claramente sesentera, sonidos cálidos y luminosos que remiten a los Brincos, a los Beatles, los Who y otros maestros de la guitarra y la melodía, y que en 1995 se regatean a sí mismos y consiguen uno de los discos más fascinantes, coloristas y auténticos de la música en español.

Las guitarras briosas, las melodías beat y los trallazos pop que hasta entonces les habían caracterizado pasan por el filtro de la psicodelia de 1967 y el resultado es un conjunto de nueve canciones, concentradas en apenas veinticinco minutos, y venidas directamente del país del Sargento Pimienta. Una obra maestra absoluta, y todo un orgullo para la música nacional, que fue saldada con el más descarado menosprecio por parte de la prensa musical alternativa. En el país del niño mosca ha de entenderse como un viaje alucinante, una visión psicodélica de un mundo hermoso y gobernado por las melodías. Sus nueve canciones son nueve espejos con diferentes caras del pop, todas ellas igual de sensuales y redondas. En unos años en los cuales los reyes de la escena independiente española eran un grupo vacío, aburrido y pedante, los Imposibles se destaparon con un disco de sonido eterno, clásico, visualista, que por entonces casi nadie supo comprender.

La primera canción, "Listo y preparado", es una inmersión profunda en ese mundo de fantasía, exuberante y de mares poblados por submarinos amarillos. Arreglos orquestales a lo George Martin, una melodía preciosa, emocionante por lo bien que plasma el mundo infantil de los sueños, y un bajo activo y espiritualmente manejado por el McCartney del Sgt. Peppers, son los ingredientes de esta primera toma de contacto con un universo aparte. El sarcasmo y los modos de Ray Davies se unen a la fiesta en "Un chico serio y formal", que podría ser tranquilamente una canción perdida de los Kinks de los tiempos del Face To Face, increíble también por la adictiva melodía de cristal y su estribillo con aroma a los Who. "Todos querían hablar" es una delicia plagada de coros preciosistas, tristeza plasmada con elegancia y alguna de las líneas más hermosas y melancólicas que ha deparado el pop español. Y este fenomenal comienzo lo remata "Ella es azul", todo un pildorazo de pop de guitarras adhesivo, efervescente, más directo en las formas pero igual de contundente y magistral en su contenido, y que si bien es parecida a la música beat que hasta entonces habían desarrollado, su inclusión a mediados del disco, en medio de los mares de las aventuras oníricas, es todo un acierto.

"Mis amigos" es una tonada cálida, perezosa, de ritmo bossanova embellecido por una crepuscular flauta dulce, y que recuerda mucho a esas canciones mosaico que Brian Wilson ideó en discos tan íntimos como Friends. Los sitares tampoco podían faltar en esta orgía de la psicodelia británica, y ahí llega "En el jardín", con una genial reminiscencia de Lewis Carroll, personaje muy relacionado con este universo sonoro, y una melodía que bebe de los Beatles de "Norwegian Wood" y que está chispeada con unos coros de cancioncilla infantil que potencian hasta el infinito el efecto surrealista. "El hombre de miel" es vodevilesca, no podía faltar este estilo en el mundo pop tramado por los Imposibles -también tuvieron canciones así Sgt. Peppers y los discos de los Kinks-, y además no queda artificial, sino que es divertida y su garra y el vibrante estribillo final la justifican por completo. Con "El niño mosca" llega el clímax del álbum, una canción de tintes épicos e imperialistas trompetas, trufada de cantos e imágenes infantiles, melodías sensuales, arreglos de cuerda ultrabeatle y unos sensacionales coros en espiral que llevan incansablemente de un lado a otro. "Epílogo" es el brillante punto final, un caramelo pop de aire circense y festivo, y una música entregada ya de manera definitiva a ese otro mundo que existe a través del espejo, con el añadido de una gloriosa y refinada última parte en la cual varias voces se van cediendo el protagonismo.

Este disco, en definitiva, es una excepcional obra de arquitectura pop que toma como referente los momentos más coloristas del pop psicodélico británico, y que a partir de estos materiales construye un universo encerrado en sí mismo, embriagadoramente surreal, en el que lo infantil muestra su cara más agradable y también perversa. En el país del niño mosca le da más de mil patadas a ese pastiche de tecno-pop sin sangre que es Un soplo en el corazón y a todos esos discos con diseños de Aramburu para gente que desconoce lo que es el pop. Los Imposibles nos regalaron un disco cuya genialidad ha resistido el paso de los años y que hay que reivindicar.

Como siempre, es muy difícil de encontrar. Aquí está:

Los Imposibles. En el país del niño mosca (1995)

Artículos de interés:
Los Imposibles. Perdidos y divertidos (entrevista en Supernova Pop)
Perdidos y encontrados: ¡Los Imposibles han vuelto! (en Gritos en el Cine Mudo)
Los Imposibles. En el país del niño mosca (en Sensaciones Sonoras)

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viernes, noviembre 23, 2007

The Red Button, "She's About To Cross My Mind"

No es extraño que este disco, el primero de The Red Button, se haya extendido como un virus entre los blogs de música más afines al pop clásico. En mi caso, es una de las obras que más me ha entusiasmado y sorprendido este año. Un tratado exquisito de pop sin complicaciones, pero al mismo tiempo sofisticado y cargado de elegancia y erudición. En las venas de este disco circula una sangre eminentemente Beatle, moteada por algunos destellos del mejor pop californiano y soleado de finales de los sesenta. Puede considerarse una colección de estupendas canciones, cada una con un espíritu muy concreto y un pequeño universo en sí misma, trabajadas de manera minuciosa sin perder un ápice de espontaneidad y frescura. Lo mejor es que todo esto viene envuelto en un sonido muy limpio, muy actual, alejado del revivalismo, con ansias de trascender y rindiendo al mismo tiempo un homenaje al espíritu de los años sesenta.

Este peculiar poliedro empieza con "Cruel Girl", una canción que invoca sin complejos los comienzos de la invasión británica, con guitarras duras, estribillos rabiosos y una melodía para cantar con traje y flequillo, así como una parte que es una reinterpretación del estribillo de "I'm So Tired" de John Lennon. El tema, por otro lado, no sólo tiene una vocación decididamente bitelmana, sino que al igual que consiguieron los Spongetones, suena moderna, son los Beatles teletransportados y grabando en un estudio en pleno 2007. En cambio, la siguiente, "She's About To Cross My Mind", nos regatea, esto es una joya que viene de aquellos discos relajados, plácidos, cantados casi con susurros, de finales de los sesenta, discos como Distant Shores de Chad and Jeremy, Incense and Peppermint de The Strawberry Alarm Clock o Begin de The Millenium, que aspiraban a ser un reducto de paz, armonía y belleza en medio de la marejada de la psicodelia. Pacífica, bonita, sensible, veraniega, son adjetivos que pueden servir para definirla. La nueva vuelta de tuerca llega con "Floating By". Los teclados y el tipo de canción nos remitiría a priori directamente hacia el más puro estilo McCartney, sin embargo yo creo que esto en realidad es McCartney filtrado por el genio de Andy Partridge. O lo que es lo mismo: esta canción parece compuesta por XTC a principios de los ochenta. Es una mezcla compleja y excitante de un tono quebradizo, otoñal, una estructura firme, matemática, y un estribillo puramente británico que se cuela cuando llega el momento de emocionar.

"She's Going Down" es un preludio para abrir boca hacia la parte más brillante de un disco enorme. Su ligera melodía, tras sus melosos coros y teclados y unas guitarras hawaianas muy a lo Harrison en su etapa en solitario, nos deja con ganas de más. Porque ahí llega, para empezar, "I Could Get Used To You". Digámoslo ya: George Harrison ha resucitado. Pero el Harrison del Revolver, el más cínico e inspirado, con la ayuda de una cohorte de guitarras grabadas al revés y unos geniales sha-la-las. Una pequeña maravilla y una pieza maestra más de este glorioso artefacto, una canción cuyo descaro nos arrebatará en cuanto la escuchemos, el mejor homenaje que se le ha hecho nunca al tercer Beatle (muy cerca le sigue, eso sí, "Friends To Go" de McCartney). Y atención, que como toda obra maestra, llega el momento en que el disco toca el cielo, y esto sucede con "Hopes Up". La mejor canción de este año, si no la mejor de la década -y eso que aún faltan algunos años-, impresionante, una inyección de emoción que nos tiene en vilo a lo largo de sus tres minutos. Trabajada con la pasión de un artesano, tallada con mimo y escrupulosamente, funciona como una precisa pieza de relojería y ninguno de sus detalles está de más. Mike Ruekberg empieza a cantar con garra, y enseguida nos atrapan unos sonidos de guitarra cristalinos, que aparecen para adornar las partes estratégicas de la melodía, así como un bajo descendente y emocional trasladado de las mejores canciones de amor. Y ya no hay escapatoria, la canción nos ha hecho suya y nos vamos a quedar literalmente anonadados cuando llegue el estribillo, subrayado por un sutil y magnífico coro, y que es una pirueta extraordinaria y absolutamente emocional a la que nadie puede ser inmune. Es todo un clásico contemporáneo y no me cabe ninguna duda de que esta canción va a resistir el paso de los años y va a ser continuamente rescatada y admirada. Por hacer una comparación, habría sido del todo posible que a Lennon se le ocurriese esto en lugar de "Please Please Me".

Obviamente, tras llegar tan alto hay que ir descendiendo suavemente, y nada mejor para eso que otra vez los sonidos californianos de la resaca de finales de los sesenta de "Can't Stop Thinking About Her", con un estribillo a dos voces ideal para escuchar tomando un martini en una piscina de San Diego. Tan elegante como preciosa y enamorada, nos deja un estupendo sabor de boca para que empiece la fiesta con "I'm Gonna Make You Mine". Es una canción exultante, optimista, con un sonido que incluye a partes iguales el garage norteamericano -muy suavizado, eso sí- de grupos como The Gants, con el merseybeat más purista. Una alegría para el espíritu, una canción preparada para saltar de ilusión y divertirse. Porque aún faltan más piezas, ahí está "Ooh Girl", pop clásico y clasicista con arreglos de violines, guitarra de doce cuerdas, sabor crepuscular y melodía exquisita, otro de los grandes temas de un disco compuesto exclusivamente de ellos. Para que no falte variedad, "Free" aporta un evidente recuerdo a los Beatles del Revolver, tanto en sonido como en intenciones, y no hay nada mejor para eso que imitar las líneas de bajo que Paul patentó en ese disco y tener una melodía como las que Lennon fabricó tras intoxicarse con tripis y Byrds. Curiosamente, donde más actuales se muestran The Red Button es en la última canción, "It's No Secret", con reminiscencias escocesas, concretamente de otra leyenda, Teenage Fanclub, en su uso del teclado y la melodía tallada en mármol. Justo la pieza que faltaba para cerrar un puzzle maestro.

Aunque publicado este año, en mi opinión este disco es directamente un clásico y una obra que será recordada para siempre. Multiforme, fiel a unos principios, talentoso, apacible y bello, lo tiene todo para conseguir obsesionarnos durante una buena temporada.

The Red Button. She's About To Cross My Mind (2007)

Artículos de interés:
"The Red Button. She's About To Cross My Mind". Por Luis de Ory. En Power Pop Action!
"Pop-rock de aromas beat". Por Mr. Pleasant. En Sensaciones Sonoras

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jueves, noviembre 15, 2007

Los Gatos, el pop de cámara argentino

Es necesario conocer a los Gatos, grupo argentino liderado por Litto Nebbia y formado en 1967, que bebe en sus primeros discos de las mejores formaciones del pop de cámara. Estamos hablando de sonidos afines a los que podemos encontrar en el Forever Changes de Love, en el Odessey & Oracle de los Zombies, en el Pet Sounds de los Beach Boys o en cualquier canción de The Left Banke, todo ello con el combustible que destila el Sgt. Peppers de los Beatles y aliñado con las complejas y cristalinas estructuras vocales de los Hollies. Y además, hay que añadirle un emocionante espíritu poético, optimista, cegado por una luz radiante que busca el enamoramiento a primera vista, la utopía, las sensaciones recorriendo la piel y estremeciéndola.

Todas estas palabras se ajustan con precisión a su primer disco, Los Gatos, publicado en 1967, una obra maestra del pop en español, y representante del pop más melódico y envuelto en celofán de la emergente música argentina. Las canciones se suceden unas a otras entre sonidos celestiales, letras que desbordan idealismo, una voz apasionada y sonidos exuberantes, concentrados en composiciones de tres minutos que nunca dejan de ser fieles al espíritu del pop. Nebbia lo borda con "La Balsa", la primera canción, que se desarrolla con sencillez, casi con humildad, entre arreglos amables y la incursión de guitarras de sabor británico, como quien le canta a un día soleado, y que termina con un fantástico final, una guinda deliciosa e imaginativa de apenas unos segundos que espera para ser degustada. Después, "Ya no quiero soñar" es una perla que transcurre entre coros femeninos, palmas, melodías ingenuas que habitan el mundo de los sueños y tarareos que invitan a entregarse a este particular y acogedor mundo utópico. "La olvidarás" representa la primera intrusión de los problemas en el disco, bien adornada con unos teclados nocturnos y alcohólicos, y una melodía balsámica que abre la puerta a un futuro feliz y que recuerda que muchas veces el pop es curación.

"Madre escúchame" es más épica que las anteriores, muy trabajada en todos sus detalles, desde la armónica repleta de nostalgia con la que arranca, hasta ese estribillo que hace un quiebro a la canción y que lo forman coros soñadores que es imposible cansarse de escuchar. La siguiente, "Un día de otoño", no abandona ese tono crepuscular, más reposado y melancólico, sin que se pierda inspiración en la melodía y en una sublime facilidad para incluir coros de efecto mágico en los mejores momentos. Y "Ríete" es un clásico, se trata de una de las mejores representaciones de lo que es el pop cristalino, que aspira a la belleza como único fin, entre arreglos encantadores y, en este caso, un arrebatador susurro envuelto en la melodía y otra vez coros explosivos en el estribillo. Una enorme canción para dar paso a mi favorita del disco, "El Vagabundo", sencillamente imprescindible, sus arreglos de cuerda ponen la piel de gallina y adquieren un papel fundamental, están llenos de ilusión, y lo que es más importante, la transmiten, embriagan, dan una fuerza sobrenatural a lo que Nebbia canta, "yo jamás puedo morir".

De ahí se pasa a "Me harás pensar en el amor", que bastante tiene con su teclado ultrapegadizo, frenético, hipnótico, circular, para merecer figurar en este álbum, aunque su melodía, al igual que las anteriores, es un pequeño himno de la bondad y el optimismo. "Ayer Nomás" es uno de los éxitos de los Gatos, en un primer momento concebida con una temática social que tuvo que ser cambiada por la censura, y que en definitiva acaba siendo otra estupenda canción del pop de cámara y una muestra más del extraordinario talento de Nebbia, el Brian Wilson argentino, al que le salen las melodías redondas con una facilidad pasmosa. "Mi ciudad" cambia el tono y opta por un sonido más de cabaret, un poco al estilo de los Kinks de aquellos años, y "El rey lloró" tiene un inicio exótico, tropical, pero enseguida recurre al estribillo adictivo con coros que se enganchan sin remedio. Esta línea exótica continúa en "Qué piensas de mí", sobre todo en la sección rítmica, pero el corazón que late sigue siendo pop. Es un paso más en un disco que, aunque erudito de los sonidos más puros y sofisticados del momento y apegado a ellos, no deja de transpirar un innegable acento personal, lírico, con la sensación de encontrarse en un universo aparte.

Las últimas canciones son dos joyas. "El día llegará" es una canción triste, decaída, con la gran genialidad de incluir unas guitarras lánguidas sacadas de los Beatles más románticos (nos vamos a pasar la canción esperando escucharlas). Y "Jamás creí" es otro de los himnos en los que abunda este disco, soleado, entregado, enamorado en esencia, el canto de un soñador irreductible, con una melodía impecable y que brota con la facilidad de la respiración, un estribillo contundente y el glorioso añadido del sonido de guitarras grabadas al revés, aprendido de los Beatles psicodélicos. Una canción que concentra todas las virtudes del disco y, sin duda, la mejor manera de acabar.

En sus siguientes discos, los Gatos fueron derivando hacia un sonido más duro y acorde al espíritu rock de principios de los setenta, pero ya habían dejado la huella suficiente para ser considerados una leyenda del pop en español. Por desgracia, su estela de canciones transparentes, felices y curativas es muy difícil de conseguir hoy día. En este enlace encontraréis el disco del que habla este artículo:

Los Gatos (1967)

Fotos extraídas de Rock.com.ar

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miércoles, noviembre 07, 2007

The Boys (USA)

Hoy hablamos de uno de los grupos más extraños de los que se haya podido escribir nunca. Y esta condición se extiende a varios niveles: en primer lugar, extraños porque apenas se encuentra información sobre ellos. Sus grabaciones como grupo fueron mucho más que escuetas, tan sólo tres singles y un par de canciones en un recopilatorio, en el periodo que se extiende de 1975 a 1979. Y en segundo lugar, también extraños por su aspecto, muy influenciado por todo el glam rock y los New York Dolls, a pesar de que musicalmente bebían del power-pop clásico y de la música de principios-mediados de los sesenta.

Porque estos cuatro chicos más bien poco agraciados, demasiado inconstantes en su trabajo e incapaces de llevar su música a caminos más amplios, son uno de los grupos esenciales del power-pop de finales de los setenta. Estamos hablando de esos grupos que grababan un single para después desaparecer, pero que sólo con eso dejaban una huella indeleble para el resto de los años, gracias a recopilaciones apasionadas que se esforzaban una y otra vez en actualizar su memoria. The Boys, de Nebraska (no confundir con los ingleses o los australianos), dieron forma a una obra excepcional con tan sólo ocho canciones. Melodías invocadas en la magia de los singles de los primeros Beatles, potencia guitarrera heredada de los discos de Badfinger y Big Star y una facilidad asombrosa para los himnos es lo que nos ofrecen en su minúscula discografía. Y especialmente, un innegable y encantador aroma a leyenda, propiciado por el inmenso poder de sus canciones, entre las cuales brilla con luz propia, como veremos, "(Baby) It's You". Cualquier canción titulada así siempre será buena. Parece un misterio arrancado de fórmulas esotéricas.

Sus grabaciones empiezan en 1975, con el primer single, editado por Outrage: (She's My Girl) She's All mine / I'm Not Satisfied. La primera de ellas es una canción festiva, casi rockera, pero con una melodía perfectamente definida e insistente, muy parecida a cuando Badfinger se ponían duros. Pegadiza de buenas a primeras, es un inicio estupendo para un grupo que se presenta. La cara B nos presenta su faceta más refinada, las guitarras siguen ahí, pero la melodía se hace más sutil, más cargada de emociones, y los coros brotan por doquier. Es una delicia escuchar el estribillo, cargado de vulnerabilidad, a pesar del envoltorio brioso. Todo sigue siendo terriblemente inmediato y adictivo, aquí con el estímulo de parecer una canción de la invasión británica un poco subida de revoluciones.

Su segundo single llega dos años después, en 1977: You Make Me Shake / We're Too Young. La primera es un himno del power-pop, que contiene su energía para estallar en un estribillo luminoso, radiante, con coros por todas partes. A pesar de la dulzura de la melodía, todavía resultan algo primitivos en cuanto a arreglos e instrumentación, pero de esa tensión, quizá la fórmula quintaesencial del power-pop, surge una canción irresistible, adhesiva, ilusionante. Repiten la fórmula con "We're To Young", otro himno del mismo nivel que la cara anterior, basado en un riff de guitarra retorcido y otra vez en voces que, a pesar de la dureza, no temen mostrarse como sensibles. Y atención, porque aquí las armonías ya contienen un cierto nivel de complejidad que les conducirá a su obra maestra absoluta en el single siguiente.

Porque ahí está, en 1979, y ya con Titan Records, (Baby) It's You / Bad Little Girl. Todo es entrañable y especial en este single, incluido el diseño de portada, con el blanco y negro que solían utilizar, más feos que nunca, pero carismáticos, y con las letras de su grupo en una curiosa, atractiva e inolvidable tipografía. Podría entenderse que se hubieran pasado los dos años con respecto al anterior single perfeccionando únicamente la maravilla que es "(Baby) It's You", reconozcámoslo de una vez, una de las mejores canciones que se han compuesto nunca en el pop, digna de figurar entre las diez más imprescindibles, y que justifica por sí sola toda su existencia como grupo. Una composición extremadamente compleja, a pesar de la sencillez de sus formas, con estructura cambiante ya desde el comienzo -una voz femenina repitiendo una frase en francés sobre un misterioso piano-, una línea de guitarra creciente, hasta que aparece el ritmo trotón característico de la canción, la voz madura, personal, arrebatada bordando la melodía, como si hubiera nacido para cantarla, y ese genial detalle de las voces expiradas como las de los Zombies en "Time of the Season". Todo esto hubiera hecho que la canción fuese especial en sí misma, pero es que todavía falta el estribillo, una explosión del pop de quilates, una joya incrustada en una estructura de la nueva ola, con coros y reminiscencias del mejor Spector y del mejor Bacharach, unos segundos atemporales que ponen la piel de gallina. Personalmente, descubrí esta canción en un recopilatorio titulado Metrojets (primer volumen), hace unos años, y jamás he podido olvidarla. Toda una experiencia, estética y humana, capaz de cambiar a cualquiera. La cara B, "Bad Little Girl", es más convencional, y también más áspera y agresiva que todo lo que habían grabado antes (recuerdan mucho a los New York Dolls). Incluso prescinden del estribillo sensible.

Ya no editaron nada más bajo su nombre. Sus dos siguientes perlas hay que buscarlas en un mítico recopilatorio de power-pop que Titan Records publicó en 1980, Just Another Pop Album, donde se incluyen dos nuevas canciones, aparte de las ya conocidas "(Baby) It's You" y "We're Too Young". Uno de los nuevos temas es "On A Night Like This", aquí suenan más refinados que nunca, lanzados sin complejos al placer de la melodía, pero eso sí, sin llegar a la sofisticación de "(Baby) It's You" y todavía con las guitarras acechantes al fondo. Es una composición pegadiza, con mucha influencia del pop de cámara que emergió entre el 66 y el 67, equilibrada, elegante. Y con "Tell Me It's You" se cierra el círculo. Parece un experimento previo a su obra maestra, pero igualmente dulce, seductor, con voces susurrantes como contrapunto a la melodía y con un decidido interés hacia el pop adolescente de principios de los sesenta.

No deja de ser curioso que, más allá de la ausencia de una información detallada de su vida como grupo, lo que sí abunda por la red son las muestras de reconocimiento y de pasión hacia las ocho canciones que The Boys llegaron a editar. No es frecuente que un grupo llegue tan dentro con tan poco, y que su culto haya pervivido a lo largo de los años a pesar de que encontrar sus canciones no es algo precisamente fácil. En el siguiente enlace están todas recopiladas, incluyendo las portadas de sus singles:

The Boys (USA). Singles and Songs (1975-1980).

Colgados originalmente en Powerpop criminals

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