domingo, diciembre 31, 2006

Hacia el 2007 con un reto

Un reto que tuvo lugar hace ni más ni menos 43 años, en 1963. El protagonista es Mitch Murray, compositor de "How Do You Do It", canción melosa y pegadiza que llegó fácilmente al número 1 en manos de Gerry And The Pacemakers (previamente había sido ofrecida a los Beatles, que la grabaron pero se negaron a publicarla).



Poco después, John Lennon compone para Gerry and The Pacemakers la canción "Hello Little Girl", muy en la línea de la que acabamos de ver, y que casa perfectamente con el estilo de este grupo. Al mismo tiempo, le deja las cosas claras a Mitch Murray: "Amenazó con sacudirme si se me ocurría componer para Gerry otra canción tan buena como How Do You Do It". Murray no sólo no se amedrenta, sino que consigue una joya rotunda del pop dulzón, "I Like It", también número 1 (y genialmente versionada años más tarde por The Rezillos):



Por cierto, el director de los vídeos es James Harvey, que les da un tono ochentero e inocente muy entrañable y resultón.

Dos guindas británicas y una copa de cava. ¡Feliz año nuevo!

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miércoles, diciembre 27, 2006

Buddy Holly: new wave en los 50

Hay una especie de consenso, entre los amantes de la música pop, de que los Beatles son el grupo más importante de la historia. Y desde luego no seré yo quien rebata esta afirmación. Aquí sólo pretendo reivindicar la enorme importancia de la figura que los precedió y de la que son herederos espirituales. Con una carrera artística de apenas dieciocho meses y tan sólo dos discos en vida, su huella fue tan profunda que transformó la música para siempre. Los Beatles fueron el cohete hacia el infinito, pero puede hablarse de Buddy Holly como la mecha que lo prendió.

New wave en los cincuenta, power pop antes de Badfinger, Big Star y quien se ponga por delante, pop a lo Beatle antes de que éstos existieran. Conceptos locos que parecen imposibles pero que se concentraron en esta gran figura que prefiguró muchas cosas. En primer lugar, el genuino amor hacia la música por encima de la pose, la actitud y la apariencia. En plena época rocker de pantalones y chaquetas de piel, de rebeldes sin causa y de bailes provocativos, aparece un músico con un aspecto normal, de buen tipo, nada agresivo ni hostil, incluso algo apolillado, tocado con unas aparatosas gafas de pasta que se transformarán con el tiempo en uno de los más importantes iconos del pop. Compone sus propias canciones, y no sólo eso, sino que consigue abrirse paso a golpe de hits entre los titanes del momento, con una propuesta que se basa estrictamente en la radicalidad de su música.

¿Era un rocker? Por aspecto no, y musicalmente, apenas. La radicalidad de la que hablo no tiene que ver con canciones crudas y hostiles, sino con el desarrollo de un estilo absolutamente personal y novedoso en esos años, con la extensión de unas semillas que los Beatles recogieron y cultivaron hasta hacer del pop un estilo maduro y permeable, un mundo musical de una riqueza sin límites. Los Beatles de "She Loves You", de "I Want To Hold Your Hand", de "Please Please Me" no nacieron de la nada, surgieron básicamente de las ideas de Buddy Holly, como se encargaron de demostrar al reivindicarlo constantemente como una de sus mayores influencias.

Buddy Holly convirtió en marca de la casa toda una serie de rasgos hasta entonces inusuales. Por ejemplo, el sonido de su guitarra Fender, limpio y cristalino, perfecto para las bonitas melodías que creó. O el rasgueo de la guitarra rítmica como si fuera un elemento más de percusión, lo cual dotaba a la canción de una energía que los Beatles capturaron enseguida en sus primeros temas. O esas voces y guitarras dobladas. Todas estas cosas fueron luego también señas de identidad de Lennon y McCartney. Pero especialmente hay que señalar el principio de sencillez y de entretenimiento que era la base de las composiciones de Holly. Ninguna de sus canciones va más allá de los tres minutos y todas ellas se caracterizan por querer gustar, por ser pegajosas, por su esencial falta de pretensiones. Para ello, nada mejor que dar mucha importancia a la melodía y acelerarla con unas guitarras energéticas. Lo mismo que hicieron más o menos los Beatles. O Badfinger. O Big Star. O los grupos de la new wave.

Sus canciones parecen provenir de un mundo lejano y hermoso, son creaciones hasta cierto punto mágicas por su inusual belleza y juventud. Un superficial repaso por su carrera nos lleva a hablar de temas fuera de lo común, de enormidades como "Words of Love", a mi juicio la canción más sensual del pop, con esa progresión de acordes que luego sería imitada hasta la saciedad y esas maravillosas líneas de guitarra, la inmediatez de "It's So Easy", la nostalgia contagiosa de "Wishing" -qué canción más triste y hermosa a la vez-, el rock a su manera de "You're The One" (esto es auténtico power pop), los precisos juegos de guitarra y melodía de "Waiting, Crying, Hoping", el pop sin complejos de "Fool's Paradise" o "Heartbeat", la deliciosa "Everyday", o la claramente precursora de la invasión británica "Listen To Me". Son sólo algunos ejemplos, lo mejor es escuchar absolutamente toda su producción, pródiga en obras maestras aunque bastante escueta.

Por todo esto puede decirse que Buddy Holly es un referente fundamental, el primer Dios en la mitología del pop, algo así como una especie de Big Bang que se extendió a lo largo de las décadas con su materia inextinguible formada por melodías pegadizas, sencillez y ritmo.

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viernes, diciembre 22, 2006

La trilogía inglesa de Flamin' Groovies

La historia empieza en 1976, cuando los Flamin' Groovies, banda de San Francisco hasta entonces dedicada a un tan excelente como áspero rock and roll, se traslada a Inglaterra y empieza a grabar con el sello Sire. Sus discos anteriores, enormes por otro lado, quedan desplazados por una sensibilidad pop de raíz Beatle de la que hasta entonces sólo habían dejado pistas de vez en cuando. En el imprescindible número de Ruta 66 de diciembre aparecen ellos mismos comentando la totalidad de su carrera. Prefiero centrarme en ese cambio de orientación, a mi juicio impresionante, que permitió que la banda se renovara y grabara tres discos fundamentales de los setenta. Me centraré en las declaraciones del artículo correspondientes a esa época que más me han llamado la atención.

El primer disco de esta trilogía, Shake Some Action (1976), es quizá el mejor y el más carismático, con una combinación de versiones escogidas con mucho gusto (Beatles, Charlatans, etc.) y unas estupendas composiciones propias que logran situarse a la misma altura de los clásicos de los sesenta, pero grabadas diez años después. Dice Chris Wilson: "A Cyril le sobrevino esa obsesión por los Beatles. Al igual que Cyril, yo siempre he sido un fan de los Beatles, pero a él le dio más fuerte: ¡quería ser ellos!". Y no le falta razón, porque canciones como "Please Please Girl" podrían mirar cara a cara a clásicos como "She Loves You" de los Beatles, y eso no es decir poco. Recibieron críticas por ese giro hacia otro estilo; así lo explica Cyril Jordan: "Las personas que dicen eso no comprenden que los Flamin' Groovies han querido ser Shake Some Action desde los días que formamos la banda en 1966. No podíamos hacer esa clase de música (...) fuimos apartados por nuestras limitaciones, musical, social e instrumentalmente. Ahora podemos hacer esas cosas". Tenían muy claro cómo querían sonar, tal y como dice Chris Wilson: "Le dijimos a Dave Edmunds que queríamos que les diese a las canciones un tratamiento como el que dio Phil Spector a sus bandas". Roy Loney, el anterior líder del grupo, fuera de la banda desde hacía años, parece quitar méritos a tan fenomenal esfuerzo creativo: "Hay ocho canciones tipo Beatles, dos tipo Byrds y Shake Some Action. Al final el álbum no tenía ningún efecto sobre mí".

El álbum Now (1978) se mueve dentro de los mismos esquemas del anterior, es decir, versiones y canciones con espíritu sesentero, pero sin embargo hay un desplazamiento de los Beatles a los Byrds, como parece indicar la primera canción, una versión de "I'll Feel a Whole Lot Better", que abre otro disco memorable plagado de joyas infinitas del pop, como la emocionante "Take Me Back" o la rencorosa "Don't Put Me On". El regreso al estilo de los sesenta se convierte prácticamente en una experiencia mística, según se extrae de las significativas palabras de Cyril Jordan: "A los Beatles y a los Byrds los hemos perdido para siempre. Ya no están aquí. La única forma de recuperarlos es duplicarnos y versionarlos. Tocamos sus canciones en los ensayos y todos cerramos los ojos. La compenetración es tan exacta que llega un momento en que sonamos igual, ¡somos ellos! De esta forma artificial conseguimos ser hipnotizados por ellos otra vez". Y vuelve a reflexionar sobre su nuevo estilo: "Digamos que Teenage Head (disco anterior al cambio) es mentira, puro cuento. Nosotros no éramos los Stooges. Nosotros tuvimos una buena acogida con Teenage Head y la gente se lo tomó en serio. No debería haber sido así (...). Creo que las razones por lo que lo hicimos fue una mala dirección artística".

Y por fin llegamos a Jumpin' in the Night (1979), último disco de la trilogía que mantiene las características de los dos anteriores y, particularmente, el amor por los Byrds de Now (aunque continúa habiendo una versión de los Beatles). Otra vez canciones que en los sesenta se hubieran convertido en clásicos y que recrean a sus referentes con un nivel de calidad conmovedor. Por ejemplo, "First Plane Home" hubiera sido una de las mejores canciones de Younger Than Yesterday de los Byrds (y ojo, que esto no es cualquier cosa); y "Yes I Am" y "Tell Me Again" son dos de los clásicos de los Rolling Stones que los mismos Stones nunca escribieron. Escuchando a Cyril Jordan es muy fácil comprender el espíritu de esas grabaciones: "Es extraño lo de los Byrds. Fueron ignorados en su época. Estaba hablando con alguien hace poco y me preguntó que por qué hacíamos versiones antiguas y es básicamente porque sentimos que no ha habido nada mejor desde entonces". Toda una justificada declaración de amor por los sesenta.

Aparte de la explosión creativa que supuso esta trilogía, me parece interesante el debate que implícitamente genera sobre los grupos que siguen los caminos que marcaron los clásicos y que son sistemáticamente criticados por "sonar antiguo". Nuevamente hay que recurrir a las certeras palabras de Cyril Jordan, que parecen dardos: "Después de años intentando conseguir un sonido similar al de los Beatles, finalmente lo conseguimos con el álbum Shake Some Action. Nunca supimos si fue una gran noticia o no porque a la gente no le importó. Para nosotros sí fue importante porque nos dimos cuenta de que en calidad y originalidad estábamos muy cerca de lo que los Beatles consiguieron. Los críticos escribieron: "Aparte de las limitaciones de los Groovies como meros imitadores de los Beatles...". ¿Es una limitación? La banda más grande de todos los tiempos, lo más original que ha sucedido en la música y vamos y lo copiamos. ¿Eso es una limitación? ¿Puede cualquier banda tocar como ellos? Los tipos que escriben eso no tienen ni idea, para empezar no saben nada sobre arte". Imposible estar más acertado.

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martes, diciembre 19, 2006

El extraño fenómeno Bangles

Hoy me gustaría destacar los primeros pasos de un proyecto ultracomercial, un grupo de chicas atractivas mundialmente conocidas por temas como "Eternal Flame", ese tipo de canción azucarada, sentimentalista y apta para todos los públicos que tantas almas sensibles conmueve y que llega muy arriba en las listas de ventas. Sin embargo, vale la pena recordar que al principio no eran así. Aunque parezca increíble, empezaron siendo un cultivado grupo de pop con un gusto exquisito y una gran habilidad para combinar sonidos psicodélicos y melodías a varias voces en canciones de apenas tres minutos.

Una de las mejores grabaciones realizadas por chicas.

Comenzaron en 1981, dentro de un movimiento musical de Los Ángeles del que ya hemos hablado, el Paisley Underground, resueltamente orientado hacia el pop de los años sesenta en una época en la que casi todo el mundo seguía las enseñanzas de Bowie y su pop de sintetizador de Scary Monsters. Su primer single, "Getting Out of Hand", es toda una declaración de intenciones: bajos y guitarras transportados directamente de los sesenta y brillantes y pegajosas armonías vocales. Posteriormente publican The Bangles, su primer EP, un compendio de canciones que se fijan en lo más granado del pop psicodélico, en grupos como The Byrds, The Beatles o Love. De aquí hay que destacar especialmente "The Real World", la mejor canción de esta primera etapa de las Bangles, con una guitarra Rickenbacker que deja un intenso sabor a Byrds y una deliciosa Susan Hoffs cantando una melodía enigmática, sazonada con sonidos de clavicordio y trabajadas armonías vocales. No hay más que ver el vídeo de la canción para comprobar la garra que tenían estas Bangles primerizas, repletas de entusiasmo y de amor a los clásicos:



"I'm in Line" habría aparecido en el recopilatorio Nuggets de haberse grabado en los sesenta, con su bajo a lo "Tax Man" de los Beatles y sobre todo esos increíbles juegos de voces -siento ser insistente, pero hay que remarcarlo-, en una canción repleta de belleza, con un sonido muy limpio. "Want You" es más enérgica, más Rolling Stones, lo cual da variedad al asunto y muestra la versatilidad de la que las Bangles disfrutaban en ese momento. También hay que hablar de "Mary Street", que vuelve a la psicodelia limpia, a varias voces, con una melodía más británica e infecciosa que las anteriores, igual de añeja y de hermosa. Motivos de peso para escuchar hasta la saciedad este EP, bastante difícil de encontrar.

Su primer disco, All Over The Place, de 1984, no sigue tan radicalmente como el EP anterior las líneas maestras del pop psicodélico, y hace un primer intento de ser accesible a un público más amplio, lo cual quiza le quita la distinción que tenían sus canciones anteriores. Sin embargo queda todavía un pop hecho con talento y, cómo no, algunos ramalazos disfrutables de sus anteriores tendencias sesenteras, como las guitarras a lo Byrds y a lo Beatles del disco "Revolver", el peculiar ritmo del bajo y las inevitables armonías vocales. Por este motivo, "Hero Takes a Fall" (canción que supuestamente habla de Steve Wynn del grupo Dream Syndicate) es un hit absolutamente radiable, menos áspero a las grandes audiencias, pero todavía huele sutilmente a sesentas. "James" es sencillamente gloriosa, una especie de tema a lo Buddy Holly pero actualizado, un caramelo pop sencillo y vitalista. En cuanto a "All About You", muy influida por los Kinks, es tremendamente fácil dejarse llevar por su tono nostálgico y especialmente, por esos juegos de voces. "Dover Beach" se lo toma con más calma, pero la melodía es igualmente encantadora y las guitarras mantienen un cierto espíritu psicodélico a pesar de los esfuerzos de producción por pulirlas y quitarles hostilidad para los oídos no acostumbrados. El referente de "Tell Me" son claramente los Beatles del Rubber Soul, la canción es un pop acelerado con acentos folk, con mucha clase y conocimiento de causa, pero al mismo tiempo accesible. "Restless" se retrotrae de nuevo al pop británico de las orillas del río Mersey. Y "Going Down To Liverpool", compuesta por Kimberley Rew (ex Soft Boys), es sencillamente una maravilla:



Pop campestre, voces y guitarras cristalinas, una melodía arrebatadora... la canción lo tenía todo para triunfar, menos la sarta de arreglos horteras y zafios que caracterizarían los siguientes discos de las Bangles. "He's Got A Secret" es otra muestra de amor a los sesenta y a los grupos de la invasión británica, con una estructura característica del brit pop genuino y con el mismo gusto por la melodía y por los juegos de voces que impregna todo el disco. Y hay hasta una canción hija de su tiempo, la pegajosa "Silent Treatment", pero en el buen sentido de la palabra: es decir, new wave de calidad, pop energético de altas revoluciones que recuerda mucho a lo que hacían por entonces grupos como The Beat o The Plimsouls. La conclusión la pone "More That Meets The Eye", un perfecto final con cuerdas, suavidad, más voces, más melodía, el broche de oro a un disco magnífico en su variedad, en sus referentes, en su espíritu pop de amplio espectro y exaustiva cultura, una pieza imprescindible en cualquier discoteca.

Desgraciadamente, todo acabó ahí. En el siguiente disco ya empezaron a meter mano Prince y otros productores que las orientaron hacia un sonido de radiofórmula con el que lograron el éxito masivo y mucho dinero. Se perdieron para siempre y más vale no tenerles en cuenta ese periodo, sino disfrutar de las canciones en las que fueron ellas mismas, de su estupenda aportación a las filas del pop de altos vuelos.

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jueves, diciembre 14, 2006

Sobre los plagios

Imaginémoslo. Somos el eterno segundón en el mejor grupo de pop de la historia, y nuestras canciones son continuamente bloqueadas por dos genios a los que es muy difícil tomarles ventaja. El grupo se separa, y decidimos volcar todo nuestro talento frustrado en un triple LP de revancha. Este álbum incluye una canción excepcional, la mejor que hemos escrito nunca, que recibe inmediatamente el reconocimiento de todos y consigue ser número 1 en Inglaterra y Estados Unidos. Pero al poco tiempo otra discográfica nos denuncia por plagio, y gana el juicio. Nuestra mejor canción va a ser considera el resto de los años una simple copia de otra.

El colmo de la mala suerte: componer tu mejor canción y que se considere un plagio, sin que lo sea.

Obviamente, estoy hablando de George Harrison y su canción "My Sweet Lord", incluida en All things must past, obra maestra absoluta a la que dedicaré un post algún día. El denunciante fue en este caso Bright Tunes, que acusó a Harrison de plagio de una canción de The Chiffons -uno de los muchos grupos de chicas que proliferaron a principios de los 60-, concretamente "He's So Fine", que había sido un gran éxito en Estados Unidos en 1963. El juicio duró varios años e intervinieron muchos expertos musicales. Al final, George Harrison fue declarado culpable por "plagio inconsciente" y una gran parte del beneficio que había generado la canción fue a parar a manos de Bright Tunes.

Creo que el error consiste en que desde el punto de vista judicial un plagio pueda medirse por compases parecidos, y no por el espíritu de la canción, que es lo que realmente importa. Escuchemos "He's So Fine". Una buena canción de su tiempo, con sonido Motown por los cuatro costados, pero ninguna maravilla en comparación con las obras maestras del género. Se parece un poco a "My Sweet Lord", y es posible que incluso desde el punto de vista matemático parte de la melodía sea idéntica (sobre todo esos "Di-longs" que suenan de fondo, y que tanto recuerdan a los coros de la canción de Harrison). Una canción graciosa, en definitiva. Ahora escuchemos "My Sweet Lord". Aquí ya hay muchas más cosas. Es una mezcla de pop, soul, coros con cánticos religiosos, increíbles punteos de guitarra con slide y algo de sonido Spector; es decir, mediante la combinación Harrison crea una composición original, fuera de sus coordenadas temporales, todo un clásico. Pero resulta que a efectos judiciales es simplemente un "plagio inconsciente".

¿Cuánto dinero tendría que devolverle este galopín a JJ Cale?

De hecho, la música pop, tan joven, con apenas medio siglo de historia, ha tenido que combinar una y otra vez las mismas formas para avanzar, para enriquecerse. No veo nada de malo en tomar buenas ideas de otras canciones y repetirlas, si con eso se consigue superarlas o hacer algo distinto.

Sobre esto hay mucha confusión. Por ejemplo, podría decirse que una de las estrellas del recopilatorio Nuggets, "I Wonder", de The Gants, no es más que una copia de "In My Life", de los Beatles. Estuve mucho tiempo preguntándome sobre esto, hasta que llegué a la conclusión de que no, de que es obvio que se fija mucho en la canción de Lennon -tanto en melodía como en estructura-, pero que el resultado es esencialmente distinto y no es justo considerarlo un mero calco. Lo mismo podría decirse de "Hello I Love You", de los Doors, que se inspira en "All Day And All the Night" de los Kinks. O de la sobresaliente "What You Do To Me", de Teenage Fanclub, con respecto a "Give Me Another Chance" de Big Star. Por no hablar de las muchas demandas que podría haber impuesto la discográfica de Buddy Holly por todos los (grandes) grupos que han imitado sus características progresiones de acordes a lo largo de los años. Es inevitable fijarse en las buenas ideas de otros y utilizarlas, sin que esto signifique plagiar.

Y después resulta que quienes plagian de verdad no sólo no son culpados, sino que se les venera masivamente como "genios". Basta con citar a Mark Knopfler, que se ha labrado toda una carrera a costa de la discografía de JJ Cale. O a Los Planetas, cuya mejor canción (o la única pasable), "Segundo Premio", es un calco absoluto de "Promises" del cantautor francés Etienne Daho. Lo malo de la música es que la acaparan gente que no le tiene ningún respeto.

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martes, diciembre 12, 2006

Game Theory, "Big Shot Chronicle"

Después de un tiempo muy ocupado y sin poder publicar posts, por fin podré hacerlo con una cierta regularidad. Y qué mejor manera que empezar con este grupo de Sacramento de principios de los 80, adscrito a la corriente angelina del Paisley Underground: grupos que en plena época de sintetizadores y romanticismo de pacotilla, reconocen su lealtad a la psicodelia de los 60 y la toman como principio y fin de sus postulados estéticos (la nómina es impresionante: Rain Parade, Dream Syndicate, Three o'Clock o incluso las primeras Bangles).

Las Bangles, cuando llevaban estas pintas, aún sonaban bien.

Grandes grupos con fenomenales discos en una etapa tan llena de talento como desconocida y ninguneada. Por fortuna, este oasis temporal nos legó a Game Theory, en mi opinión el mejor de todos ellos. Sus primeros singles y EP's, recopilados en Distortion of Glory, ya dejan pistas de su grandeza y de su originalidad, en una combinación de la exquisita y cristalina voz de Scott Miller, un tipo de sonido que recuerda mucho al de los inicios de REM y, especialmente, unos teclados sencillos e infecciosos que se acoplan perfectamente a las canciones.

Voy a hablar de su mejor trabajo, y de uno de los mejores discos de los 80: Big Shot Chronicles. El talento de Scott Miller encuentra aquí su mejor concreción y nos deja una colección de canciones que ni él mismo podrá superar posteriormente. El inicio ya es demoledor, con un "Here It Is Tomorrow" potente y explosivo, un single perfecto y pegadizo. En "Where You Going Northern" se percibe cómo Miller ha ido profundizando en su capacidad para escribir canciones hasta encontrar un estilo que, sin dejar de partir del pop y de la psicodelia, se ha enriquecido con lo mejor del folk sajón. "I've Tried Subtlety" es la primera joya de la corona, una enorme composición con un riff de guitarra insólito acompañado de los característicos teclados de los que tanto gustaba Miller. En "Erica's Word" la voz de Miller ya nos ha enamorado definitivamente, el sonido de Game Theory nos ha atrapado para siempre, nunca vamos a poder olvidar esas melodías tan perfectas, de estirpe aristocrática pero al mismo tiempo sin pretensiones, con la batería de fondo dando ligereza al asunto. Talento y sencillez es lo que se nos ofrece también en "Make Any Vows", mucho más rockera que las anteriores pero igual de encantadora.

Game Theory, y en primer plano, Scott Miller. No sé por qué motivo las fotos de grupos del Paisley Underground suelen ser en el campo y en blanco y negro.

Sin embargo, la diferencia entre los grandes discos y las obras maestras es ese plus de distinción que tienen estas últimas, esas canciones imposibles de encontrar en los demás por buenos que sean, cuando la habilidad para componer supera ese punto y se convierte en puro genio creativo. Y es que Miller ha abonado muy bien el camino antes de llegar a "Regenisraen", una de las joyas del folk de todas las décadas y la pieza que hace este disco verdaderamente grande. Sensibilidad, belleza otoñal y, especialmente, un estribillo a varias voces que alcanza niveles de experiencia mística: imposible definirlo con palabras, mejor escucharla y dar gracias a Miller y al excepcional estado de forma en el que se encontraba.

Lo mejor para paliar las emociones intensas que suscita "Regenisraen" es una canción más sencilla, más modesta, que nos lleva del vello de punta a la adicción más pura. Porque si la anterior canción estaba a la altura de los mejores temas del pop, "Crash into June" contiene la línea de teclado más pegajosa de la historia, se convierte en la protagonista absoluta de la canción. "Book Of Millionaires" abunda con acierto en el peculiar folk-pop que Miller se da cuenta de que ha inventado. "The Only Lesson Learned" es puro pop juguetón y colorista, y "Too Closely" rebaja un poco las marchas, en una especie de preciosa confesión con melodía intimista. "Never Mind" parece salida directamente de 1965, es pop británico con el mérito de además sonar actual. Y "Like a Girl" es un final triste, hermoso, extraordinario en un disco variado que no es más que todo un derroche de talento sutil, perfeccionista y llevado al límite. Como ya he dicho, Miller no pudo repetir nunca más una monstruosidad de esta altura.

Una obra maestra suele ser identificable porque cuando es reeditada en CD, los bonus que incluye son también muy buenos. Big Shot Chronicles no es la excepción. En tres de los cinco temas, Scott Miller canta solo a la guitarra unas fabulosas canciones que no quedan desnudas, ya que su voz lo llena todo de matices. Son temas realmente buenos (destaca sobre todo "Seattle"), en los que puede verse más fácilmente la enorme influencia de Big Star en el grupo. Otra canción es un instrumental. Y parece broma, pero la última, "Faithless", compuesta y cantada por el bajista Fred Juho, y quizá contagiada por el descomunal genio de Miller, es una enorme canción plenamente Paisley Underground que habría destacado en cualquier disco del estilo.

Siento que al acabar esto he completado una especie de tributo que ya llevaba tiempo que quería hacer a la banda de Scott Miller. Espero que sirva para que más gente descubra este disco y pueda disfrutar de las satisfacciones que a mí aún no ha dejado de darme.

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