martes, mayo 29, 2007

The Leopards, la magia aún existe

El infinito placer de amar la música, de dejarse fascinar por sus imprevisibles ramificaciones y darse cuenta de hasta dónde puede llegar la pasión, tiene episodios particularmente felices como el que nos ocupa hoy. Hablaremos de The Leopards, cuatro tipos de Kansas City que en 1977 y, diez años después, en 1987, graban dos discos fundamentales, tan admirables tanto por las hermosas canciones que los forman como por su particular sonido. Imaginemos que cuatro locos se obsesionan con el Village Green Preservation Society de los Kinks y con todo lo que huela a la época más rica y original de Ray Davies. Me refiero a esas canciones con aroma a te de media tarde, a delicada y elegante composición inglesa con efluvios de la campiña, observaciones sarcásticas sobre la sociedad incluidas. Porque The Leopards fueron los Kinks después de los Kinks, y no sólo eso, sino que gracias a mantenerse fieles a ese libro de estilo lograron, paradójicamente, un sonido inconfundible, intenso, cálido y extremadamente íntimo.

Son los nuevos reyes de los discos perdidos. Kansas City Slickers, su primer álbum, hoy prácticamente inencontrable, es un tratado sobre cómo querer ser Ray Davies, conseguirlo y transformarlo en algo propio. El irresistible encanto de esta manera de hacer queda ya patente en "Road To Jamaica", entrañable, pegadiza, tierna, melancólica, es decir, todo lo que tenían las canciones de Ray Davies -también una voz idéntica a la suya, a cargo de Dennis Pash-, como si estuviera recién salida de las sesiones del Face to Face. "Mind of My Own" es una vuelta de tuerca al clásico "David Watts", sin olvidar los pianos saltarines, y "Dancing in The Snow" parece una de las extravagancias de Ray, casi de vodevil, y producto sólo de una mente experta que ha sometido sus neuronas a una sobredosis de discos de los Kinks. Con "57 Chevy" nos damos cuenta de que tanto parecido con el grupo de Ray Davies no es algo superficial, sino que lleva a alguna parte, porque The Leopards están trazando una atmósfera muy personal, deliciosamente anacrónica, y plagada además de melodías increíblemente hábiles y adictivas. De hecho, "Bugle Boy" es tan enigmática y tan fuera de parámetros que hasta parece escrita por Jaume Sisa. Y "Recess" podría estar entre "Dead End Street" y "Sunny Afternoon" en un recopilatorio de los Kinks. "Raggedy And Raggedy Ann" es en mi opinión la joya del disco, con esa rápida y entrañable, pacífica, casi folk melodía, mandolina incluida, una estupenda canción que cierra un espíritu originalísimo, el cual mezcla a los Kinks y un tono campestre y de fogata nocturna.

Un disco esencial, con una personalidad abrumadora, voluntariamente fuera de toda onda y, por consiguiente, injustamente ignorado desde su misma aparición. De este disco tan cercano y mágico es muy fácil enamorarse, pero no obstante, como ya se ha dicho, diez años después The Leopards publican Magic Still Exists, su obra maestra, una joya del pop y referente absoluto, aunque completamente desconocido.

Descomunal, gigante, pero a pesar de todo humilde, Magic Still Exists destila belleza, ternura, los inevitables giros a lo Kink y una fuerza inigualable a la hora de emocionar con canciones sencillas y dotadas de una sensibilidad que desarma por su pureza. A pesar de todo, la canción que abre el disco, "Block Party", engaña, porque es muy rock, de hecho no parecen ellos, y enseguida "Back on The Track" nos demuestra que las cosas no sólo no han cambiado, sino que se han hecho mejores. Excelente pieza, digna de la pluma más inspirada de Ray Davies, a quien ya no sólo rinden homenaje sino que lo toman como forma de vida y lo igualan. "Empty People" es puro, nuclear, incorruptible pop británico de los 60, viene de allí, se ha obrado el milagro, el tiempo se ha derretido y todo es posible. ¿Y "Last Night"? Pues otro clásico del mayor de los Davies, sólo que no lo ha escrito él y que es el ejemplo paradigmático de hasta qué punto puede emocionar la sencillez. Ni siquiera "Harleans House" pierde el carisma, con esos coros a lo Beatles y unas melodías firmemente trazadas con sus cambios sutiles, delicados, melancólicos, dolorosos en su belleza.

Es fácil detectar cuándo un grupo está haciendo algo grande, porque sus discos se desarrollan prácticamente sin altibajos, como si se tratara de un espadazo que al terminar nos deja temblando. Esto es lo que experimentaremos con "Psychedelic Boy", que viene a ser el mejor McCartney, el mejor Ray Davies, el mejor Pete Dello, el mejor todo de todo dentro de la tradición del pop exquisito. "It Can Happen To You", otra maravilla, con una introducción de mandolinas en espiral que directamente derrite, y una construcción perfecta y de estribillos poderosos, genialmente acompañados por una guitarra de goma. "Waiting" es una genial aproximación a un estilo más bien de la nueva ola, no tan personal pero igualmente talentoso, algo de lo que parece participar también "Crying". "Dusty Treasure" es uno de esos instrumentales que no están de más, que son tan buenos como cualquier otra canción y que nadie en su sano juicio excluiria del disco (¿os suena "Is This Music", de Teenage Fanclub?). Y "Maggie Lane" es el canto del cisne, una canción trabajada, más compleja pero con los referentes igual de claros que las anteriores, de desarrollo inquietante (acaba con una explosión) e ideal para cerrar un disco de esa altura.

Grandes, honestos, unos clásicos desconocidos que os invito a que formen parte de vuestra colección desde ya mismo. Si nunca habéis escuchado a The Leopards, os propongo que descarguéis la siguiente canción (cara B del single "Psychedelic Boy") y digáis en los comentarios qué os parece:

The Leopards. "If You Come Back To Me"

Y puesto que se trata de discos muy difíciles de encontrar, a continuación pongo los enlaces correspondientes a los dos (también están en e-mule, por cortesía de la fantástica 1 poco de música):

The Leopards. Kansas City Slickers
The Leopards. Magic Still Exists

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jueves, mayo 17, 2007

Feedbacks, "Sunday Morning Record"

¿Música española? Sí, por supuesto. Pero hay una dimensión desconocida, hay unos mundos inexplorados por la mayoría que van a ser eternos, cuya huella va a perdurar para siempre aunque a día de hoy reciban un reconocimiento más bien minoritario, pero apasionado. Es necesario agradecerle a Rock Indiana su inmensa labor, su extraordinario trabajo para dar salida a grupos rebosantes de talento que, en otras circunstancias, hubieran perecido víctima de la indiferencia más absoluta, y además a unos precios increíbles para todo lo que se nos ofrece. La ristra de grupos de la que se ocupan daría mucho que hablar, pero hoy quiero centrarme en Feedbacks, concretamente en su último trabajo, Sunday Morning Record.

Feedbacks dieron pistas de hacia dónde se aproximaban en su anterior trabajo, My Own Revolution, un vibrante esfuerzo de melodía y guitarras que ya apuntaba, sin embargo, cierto atisbo de una sensibilidad exquisita, de unas ganas por la orfebrería pop que se estaban refinando con firme voluntad de acabar en el panteón de los grandes. Era un trabajo increíble de ganas y entusiasmo, una apuesta a lo loco por el amor por la música que destaca entre los discos de rock español de todos los tiempos (de acuerdo, en inglés, pero para el caso como si cantaran en chino), y con referentes tan estimulantes como Buzzcocks, Badfinger, Teenage Fanclub y lo más granado del power pop y de la new wave de todos los tiempos.

Reconozco que la escucha de su último disco, Sunday Morning Record, me dejó paralizado desde el primer momento. Me dio una sensación de belleza absoluta e imprevisible, de estar ante algo grande y digno de marcar época. No obstante, siempre prefiero indagar un poco más y lo cierto es que las múltiples escuchas que siguieron no hicieron más que constatar mi primera impresión y además llenarla de matices. Es un disco donde la pasión por la melodía alcanza cotas muy altas, pulidas con unas pinceladas de una sensibilidad sin límites, sin abandonar nunca las ganas de diversión y de emocionar. Este conjunto de canciones es una contundente carcajada a la cara de lo que normalmente se entiende por "música española", es un limpio puñetazo en la mesa de la realidad más mediocre y absurda donde los que más venden son monstruos de intenciones tenebrosas.

Hay que reconocer que el espíritu de Teenage Fanclub respira en todas y cada una de las arterias de este disco. Pero bueno, lo mismo les pasaba a los Beatles con Buddy Holly. "Here Comes The Fall" es un adictivo, carismático principio, porque aquí comienza el paraíso, un himno muy en la línea de sus anteriores discos, manteniendo su escrupulosa calidad guitarrera y con unos teclados que le dan un brillo muy norteamericano. En "Before", sin embargo, no hay más que dejarse llevar por los acordes de una guitarra omnipresente, que sabe callar cuando es necesario y que enloquece en el punto culminante, para adornar una melodía furiosa y bella, potente pero sutilmente melódica, y pegajosa hasta decir basta, una de las mejores canciones rock que se han compuesto en este país.

"Laugh" ya deja paso al brillo melódico, donde Feedbacks se han hecho expertos. El comienzo es muy similar a las canciones que han precedido, peleón, muy indie, pero de repente cae del cielo un estribillo a dos voces que nos pilla con las defensas bajas y que nos atraviesa de punta a punta, sin dejarnos ir hasta que cada uno de nuestros poros no se haya emocionado. Pero claro, llega "Ready to Surrender", y aquí asumo ya de buenas a primeras que cualquier cosa que diga se va a quedar corta en comparación con lo que realmente es y suscita. Sus baterías tribales del principio, con una guitarra que hace prever fenómenos misteriosos y excitantes, da lugar a una ligera tonada, con unas guitarras acústicas listas para poner la piel de gallina, que es lo que aplasta con la fuerza de un trailer porque nadie está hecho para escuchar esa maravilla y quedarse igual. The Everly Brothers, Burt Bacharach, Roy Orbison, cualquiera de los grandes sirve como perfecta referencia para una canción de este calibre, que sigue mirando muy de cerca, no lo olvidemos, a Teenage Fanclub. Y bueno, "Carry On (or back to mars)" es mi favorita personal, me llega muy dentro, muy esquemática porque no le queda más remedio que ir al grano, The Beach Boys en su mejor época (y no exagero), nada de disfraces ni poses, honestidad en estado puro y serio peligro de morir de sobredosis... y de placer. La canción perfecta para derretir a cualquiera en esos momentos en que las palabras se quedan cortas.

No, "In Twilight", por difícil que parezca, no baja el nivel, todo lo contrario, se mantiene en una especie de tour de force de locura. Esas guitarras crepusculares, que parecen sonar junto a una playa californiana, hablan y nos cuentan una historia nostálgica y muy viva. La maestría de esta canción es admirable, porque suena muy espontánea, muy directa, pero si nos separamos un poco, está trazada con la experiencia y la perfección que sólo podían alcanzar grupos como Badfinger. "1971" es puro festival power-pop, ahora son unos Barracudas o unos Gigolo Aunts exultantes y aficionados a conocer singles perdidos de grupos de finales de los setenta, con ese amor tan descarado por los primeros Beatles pero asumiendo que es muy difícil dejar atrás la sencillez que el punk aportó. "She" es más convencional, pero no por eso menos mala, con lo cual quiero decir que podría figurar junto a los mayores éxitos de grupos como The Strokes o The Libertines si Feedbacks fueran tan enrollados y molones como ellos o si parecer rebeldes les importara algo más. En "Destination Unknow" regresan a la sencillez de los sesenta, en una especie de pastiche que toma a partes iguales el soul-pop de la Motown (arreglos de viento incluidos) y la ingenuidad de los grupos de chicas. Y para acabar, "If Su Is Not There" es indescriptible. Son My Bloody Valentine, pero mejores. Una guitarra acaparadora y zumbante en la cual la melodía traza destellos de infatigable dulzura. El glorioso broche final a un disco excepcional ya no sólo en nuestro país, sino entre cualquiera del pop de verdad.

Feedbacks es un grupo desconocido para muchos, y desde ya uno de nuestros tesoros más preciados. Sólo me queda decir que el precio del disco, cinco euros, es algo puramente simbólico para todo lo que nos va a ofrecer durante mucho tiempo. Tenerlo y escucharlo es una necesidad y un privilegio que no debería perderse ninguna persona a la que le gusten los grupos de los que se habla por aquí.

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