lunes, febrero 26, 2007

The Psychedelic Sounds of The 13th Floor Elevators. Explosiones en la mente en 1966

Un clásico de la distorsión mental, de la influencia de las drogas, de la psicodelia, en definitiva. Y a manos de los 13th Floor Elevators, inventores del rock psicodélico, padres de todo lo que vino después.

Psychedelic Sounds of The 13th Floor Elevators, el primer disco de la banda, publicado en 1966, no tiene parangón posible. Esto es algo distinto a todo lo demás, un disco extraño a medio camino entre el garage más sucio y descuidado, el pop pervertido y peligroso y una libertad musical e imaginativa sin precedentes. Las canciones son cortas, ninguna pasa de los tres minutos, pero es imposible no sentir una especie de descenso al vacío lleno de curvas y aceleraciones, es la experiencia musical más parecida a ingerir una dosis respetable de LSD. La primera canción es la más accesible a unos oídos pocos entrenados, rabiosa y pegadiza con esa adictiva voz aullante de Roky Erickson, es puro garage de la mejor categoría. Con "Roller Coaster" ya viene el descenso hacia un mundo extraño, canción pionera de la psicodelia que después otros grupos conducirían a niveles hastiantes y soporíferos, pero que en sólo cinco minutos se hace perfecta y hostil. "Splash 1" es delicada, porque Erickson también tenía su lado tierno, una balada dulce y adorable que conduce a "Reverbaration", mucho más grasienta, visceral y cruda. Por el camino nos encontramos con "Don't Fall Down", una extraña pesadilla de una tristeza infinita que parece haber pescado alguno de los fluidos más ocultos de la mente humana, impresionante.

"Fire Engine" es otro mundo, con su estructura algo dispersa y esos aullidos enloquecidos, no hay nada como escucharla subiendo el volumen y dejarse llevar por la experiencia intrigante que propone. "Thru The Rythm" es algo así como un blues obsesivo e hipnótico, infernal, letal. Y después viene "You Don't Know", que brota de unos acordes que salen de la nada, como un hongo desconocido que se expande por el cerebro y revela alguna verdad, una canción sencilla, hermosa, misteriosa, esconde demasiadas cosas en sus retorcidas esquinas. "Kingdom of Heaven" es ya algo parecido a un bajón, cuando el yo acaba de disolverse en cataratas cósmicas incomprensibles, cuando las coordenadas mentales no pueden estar más desbaratadas, el ataque psicótico en su más pura e insondable expresión. "Monkey Island" es más alegre, juguetona, con un marcado protagonismo de la absurda "jarra eléctrica" de Tommy Hall. Y "Tried To Hide" es todo un intento de regresar a la senda que ha abierto el disco, una canción más garage, más "normal", por decirlo de algún modo, los vagones de la montaña rusa por fin se han detenido y ya estamos bajando de ellos.

El encanto de este disco, lo que lo convierte en obra maestra, no es sólo el extraordinario nivel y la originalidad de sus canciones, sino también su carisma, que básicamente consiste en su sonido. Realmente suena como el ojete, como si se hubieran limitado a apretar el play y el record en una cinta de las de mercadillo, pero ese desaliño forma parte de su desparpajo, de su fuerza, de su pegada, sin él no impactaría tanto. Por supuesto, también juega un papel importante el extraño instrumento de Tommy Hall, una especie de jarra eléctrica que producía un sonido burbujeante, hirviente, que a veces puede parecer incluso ridículo, pero que a medida que escuchamos el disco y nos acostumbramos nos muestra su potencial rítmico, su capacidad para crear un sonido único por necesidad.

Este disco ha sido una influencia permanente para grupos de rock psicodélico, fue todo un pionero en su momento, de alguna manera se metió en un terreno todavía virgen que luego explotaron autores como Syd Barrett (quien sacó un buen provecho del estilo), Mercury Rev (con su fenomenal, salvaje, abrumador primer disco, toda una muestra de amor hacia los Floor Elevators y hacia el arte de liberar la mente) y cualquier otro grupo que se precie de hacer psicodelia. En su segundo disco antes de que a Erickson empezaran a fallarle las neuronas por tanta droga, Easter Everywhere (1967), son igualmente grandes, el talento no decae ni por un minuto, pero la música es más madura, el disco suena mucho más pensado y arreglado (aunque no menos emocionante). Se trata de otra obra maestra, un clásico del rock más estándar en el que no se pretende dar el salto al vacío que supuso el disco de debut.

Y dentro de poco, una sorpresa.

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jueves, febrero 22, 2007

Rockdelux

Durante una temporada me compraba cada mes RockdeLux. Poco a poco mis gustos fueron cambiando, hasta darme cuenta de que apenas me interesaba nada de lo que se hablaba en la revista y de que simplemente la compraba por costumbre. Después de algunos años, ayer la volví a comprar y me di cuenta de que básicamente era lo mismo. Vaya por delante que me parece fantástico que exista una publicación como Rockdelux, centrada en la cultura y la música, pero lo que intentaré en estas líneas es explicar por qué no me gusta.

Un año se consideraron a sí mismos mejor concierto nacional.

En primer lugar, su precio es exagerado. Cinco euros es demasiado, incluso con ese CD de regalo que muchas veces sólo sirve para hacer bulto y justificar el precio (por ejemplo, esos recopilatorios bizarros de discográficas de electrónica minimalista o cosas por el estilo). Aunque debo reconocer que este mes está bien, ya que es un recopilatorio de lo mejor del año pasado. Sin embargo, lo del precio es un mal menor en comparación con uno de sus mayores defectos: el indisimulado desprecio hacia todo aquello que venga de antes de los 80, material que no se trata ni por casualidad, ni siquiera en las revisiones, y menos aún si hablamos de grupos "normales" como The Byrds o los mismos Beatles, porque sólo hay una excepción a esta norma, y es el supuesto de cantautores poco conocidos o con un aura de marginales o bohemios. Este tipo de política de la "modernidad" o de lo "avanzado" me parece de una ignorancia supina y sin justificación, más que nada porque muchas veces también parece fruto del desconocimiento (recuerdo aquella breve nota referida a Love en la que se decía que era Arthur Lee el autor de la clásica "Alone Again Or").

Además, y esto también me molesta bastante, se olvidan de que la música popular está esencialmente relacionada con la sencillez y la inmediatez. Rehúyen cualquier asomo de canción no problemática, por bien hecha que esté, y eso les ha hecho, entre otras cosas, ignorar a grupos esenciales de los últimos años como Teenage Fanclub, lo cual dice mucho de su calidad como revista orientativa. Los grupos que se tratan prioritariamente son aquellos que se definen como "arties", que no sé muy bien lo que quiere decir. Al final, la única impresión que queda es que la línea editorial de la revista viene marcada por un prejuicio de base en lo que respecta a música "avanzada" y la que no lo es. O dicho de otra manera, parece que para ellos sólo lo culto, intelectual y pretencioso merece la pena ser escuchado y reseñado. No me da la impresión de ser una revista que nazca del amor por la música, sino más bien de la obsesión por la pose. John Cale está bien, Robert Wyatt también y hasta Devendra Banhart, que es muy moderno y profundo, pero Badfinger, el primer Costello o los españoles Winnerys rara vez merecerán alguna línea. No quieren talento, quieren actitud.

No parece que se esté leyendo una revista de música, sino más bien de tendencias. Creo que la identidad, los gustos definidos, son básicos en una publicación que se precie de especializada. Sin embargo, abro las hojas de críticas de discos y me encuentro con bastante hip hop, country, noise-rock, reggae, post-pop (¿qué es eso?), re(ggae)mix, pop de vanguardia (otra cosa que no sé qué es), jazz-soul, psicodelia electro-pop (¿no cabía nada más?), samplelogía (que parece una carrera más que un estilo), electrónica, americana-pop, pop brillante (por lo cual supongo que habrá "pop sucio"), broken soul (ahí ya me pierdo), comedia pop (¿?), art rock, canción orquestal, kuduro (le doy un premio a quien averigue qué es esto) y miles de etiquetas delirantes más, que parecen de broma y que dan una impresión bastante ridícula y muy poco seria de las críticas. Eso sí, rock hay más bien poquito. Me pregunto por qué esta revista se llama como se llama.

Con esas pintas y esa actitud... directo al número 1 de los discos nacionales.

Lo mismo podría decirse de las críticas. La sensación de que no se pretende informar o dar pistas, sino simplemente epatar, es constante. Muchas veces me imagino al crítico de Rockdelux como un iluminado y afortunado posesor de una sensibilidad que traspasa fronteras, y que le hace apreciar con una emoción indescriptible el murmullo de los pedos de un cantautor que graba en el retrete de su casa discos con contenido existencial. El lenguaje es insufriblemente pedante, la pretenciosidad de la mayoría de las reseñas se hace en ocasiones vomitiva, y todo eso a manos de críticos que con suerte estarán habituados a escuchar discos grabados a partir de los 80.

Sin identidad, con una línea editorial que muchas veces juega al desconcierto, vanidosa, encantada de conocerse, me atrevo a afirmar que Rockdelux es la peor de las revistas musicales españolas que actualmente hay en el mercado. En sus páginas, la música es sólo un pretexto para vender pose, intelectualidad de cartón piedra y cultura de brocha gorda.

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jueves, febrero 15, 2007

Canciones de pop español

Este post tiene una explicación muy concreta. El otro día acompañaba a mi padre en coche y rebuscando entre sus CD, encontré uno titulado Pop español. Tenía muy buena pinta, pero al introducirlo en el reproductor me llevé un chasco. La primera canción era ni más ni menos que "Mediterráneo" de Serrat, contra el que no tengo nada, pero es que no soporto su música, no va para nada con lo que me gusta. Las siguientes canciones eran cosas como Mocedades o Nino Bravo. Se me ocurrió la idea de grabarle un CD a mi padre con lo que yo entendía realmente por pop español. Se me ocurrió una lista y luego pensé que podía comentarlas y así escribir un artículo nuevo. No domino demasiado el asunto del pop español, esto es simplemente una muestra de las canciones que más me gustan y una explicación de por qué me llegan tanto; de hecho, muchas de ellas las descubrí en el imprescindible foro de power pop action. Podéis encontrar la recopilación aquí. Y por supuesto, os animo a que vosotros digáis cuáles son las vuestras.

1. El niño gusano. "La mujer portuguesa". Uno de los mejores grupos del indie español, inició su carrera a mediados de los 90 con esta canción, que concentra las características de su estilo: letras delirantes, surrealistas, deliciosas, una cierta experimentación o vanguardismo en los temas, pero a cuentagotas, y lo mejor de todo, una insobornable afición a las melodías pegajosas y a los estribillos encantadores.



2. Radio futura. "Enamorado de la moda juvenil". Inolvidables esas guitarras ingenuas y con ganas de desprender energía, inolvidable la melodía, por comercial que parezca, estimulante la frescura de esta canción, su sencillez, sus ganas de imitar los sonidos de los singles de la nueva ola.

3. Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. "Sólo pienso en ti". Me gusta bastante más el disco que publicaron bajo el nombre Solera, pero esta canción es enorme y emocionante, el enamoramiento parece hervir en cada palabra y el estribillo, con sus cuerdas angelicales, pone los pelos de punta. Una obra maestra de unos de los grandes del pop español.

4. Los Zombies. "Groenlandia". Poco hay que decir sobre este clásico del pop español, sólo que su guitarra adictiva ya abre boca para la melodía que viene después, una declaración de amor adolescente expresada en una canción que parece casi de los 50 de no ser por su incansable caja de ritmos y por los teclados. Brillante, todo un hito. Atención también al revolucionario e incomprendido baile de la chica.




5. Los Salvajes. "Hielo en vez de amor". Esto es un grupo de los grandes con una estupenda canción, que suena a todo lo mejor que se hizo en el año en que fue publicada, 1965, y que coquetea con las nuevas ondas musicales del momento. Aquí encontramos a los Rolling Stones más indios, a los Beatles más ingeniosos de Help, a los Kinks más exóticos. Un clásico de esa época, a la altura de sus maestros.

6. Rumor. "Entre tú y yo no hay nada". Una dulce, limpia, bonita, clásica estructura pop alberga una de las letras más destructivas y desmitificadoras que he escuchado nunca. Parece una golosina rellena de un veneno amargo, es un tema con mucho carisma y por eso no me canso de escucharlo.

7. Los Brincos. "Giulieta". Y aquí topamos con los inevitables titanes del pop español, a la altura de los Beatles sin ser los Beatles con una canción en la que consiguen un maravilloso espíritu de sencillez, una frescura incomparable, cómo tocar la fibra con apenas tres acordes, cómo emocionar con algo que ni siquiera es una palabra, con ese "a-ha" que contiene muchas cosas intangibles.

8. Rubi y los Casinos. "Yo tenía un novio que tocaba en un conjunto beat". Otra joya del pop de los 80, con un increíble estribillo, desenfadado y casi naif, genialmente rodeado por una melodía triste y desencantada. Rubi acopla a la perfección su voz a los diversos devaneos de la canción, de la pasión a la melancolía, y todo impregnado de una suave ironía que disfraza con una ingenuidad intencionadamente simulada. Por cierto, su baile parece inspirado en el de la chica de los Zombies.



9. 091. "Nadie encuentra lo que busca". Una de las mejores canciones que se han grabado nunca en España, sensible, de una desesperación que duele más por lo moderada que está, porque queda mucho más sincera. Los arreglos están a la altura de tan enorme canción: coros delicados, cuerdas que se abren en el momento preciso. Una obra maestra que, por comparación, pone en evidencia a "artistas" como Alejandro Sanz y compañía. Esto sí que es emoción y talento.

10. Brighton 64. "La casa de la bomba". Esta canción es anfetamínica, no se puede describir de mejor manera, parece que incluya un hechizo que obligue a levantarse y a ponerse a bailar. No da tregua ni un momento, su mezcla de surf y soul es contagiosa, extenuante en el buen sentido de la palabra, incluso la voz socarrona del cantante incita a la acción inmediata.

11. Cola Jet Set. "Cosas que no se olvidan". El talento de Felipe Fresón para construir muy buenas canciones pop siempre ha sido despreciado por ese prejuicio que lo asocia al tonti-pop que estaba de moda hace unos años. Una vez finiquitado el estilo, queda un excelente compositor de canciones con una gigante cultura pop que se nota en cada disco. Muy bueno es Contando historias de Cola Jet Set, la última de sus encarnaciones, y éste es probablemente su mejor tema, una emocionante, romántica y tierna declaración de amor, compuesta con sabiduría y gracia. El estribillo no tiene precio, los teclados, tampoco.

12. Los Nikis. "El imperio contraataca". Me gusta mucho esta canción, me gusta la energía de sus acordes de guitarra, inapelable, la plena asimilación de las enseñanzas ramonianas, y también la letra, que yo estoy convencido de que es una pura broma, el patriotismo tomado en su pleno ridículo. La única verdad es que esta canción es vibrante y vitaminizada, tiene mucha fuerza, una de las canciones más potentes y juguetonas del pop español.



13. Los negativos. "Bagdad". Los negativos es uno de los mejores grupos españoles que he podido escuchar nunca, su combinación de pop, garage y psicodelia es absolutamente genial y personal. No hay más que ver el comienzo de esta canción, que introduce esos clavicordios tan llenos de clase y elegancia, toda una marca de la casa tras la cual hay una canción de pop poderoso y nuevaolero.

14. Juan y Junior. "Tres días". Una melodía esplendorosa, unos juegos vocales deliciosos, una canción que desborda amor, magnífica al expresar el deseo de ver de nuevo a la mujer amada. Todo eso con unos explosivos acordes de guitarra que parecen no darse cuenta de la delicadeza del tema, una especie de power pop primitivo y absolutamente genial.

15. Miguel Ángel Villanueva. "Los días que no volverán". Miguel Ángel Villanueva no engaña a nadie, él lo que hace es pop británico de pura estirpe, pero cantado con una sensible, precisa, minuciosa voz que se funde con los arreglos de acuerda, con esos giros emocionantes de la canción. Una melodía clásica, es decir, atemporal, imposible de situar en una época determinada, todo un acierto que encima mete el dedo en la llaga de la nostalgia.

16. Los Elegantes. "En la calle del ritmo". Esta canción parece un intento de recrear lo que por entonces estaba haciendo The Jam, en plena forma, y lo mejor de todo es que lo hace de una manera brillante, esto es Paul Weller al 100% en su mejor versión. Los acordes simples, el bajo potente y un estribillo casi cantado a gritos, porque sabían perfectamente que era una maravilla.

17. Los secretos. "Loca por mí". Deliciosa, cruel, reposada, muy limpia, muy elegante, un gran ejercicio de composición contenida, sin alardes, pero eficaz como un gancho. Después de escucharla querremos volver a nadar en sus sosegadas notas y en su voz burlona muchas más veces.

18. Vainica doble. "Roberto". Me gusta de esta canción su excelente capacidad para mezclar una melodía muy trabajada con una estructura más folk, que miraba fijamente a lo que estaban haciendo Crosby, Stills and Nash. Rabiosa y dulce a la vez, su estribillo, con esos suspiros y ese toque casi country de la steel-guitar, hacen que sea uno de los mejores temas del primer disco de Vainica Doble.

19. Mamá. "Escóndete". Energía y ciertas actitudes rockeras para una canción ebria de melodía, esto es puro power pop, a la altura de cualquiera de esas increíbles obras maestras de finales de los setenta. Parece uno de esos singles perdidos de grupos estadounidenses de corta vida. Una de las canciones que configuraron el camino a seguir para esos grupos mal llamados "babosos" de la movida, que preferían crear buenas canciones a mostrar una absurda actitud posmoderna.

20. Profesor Popsnuggle. "No sé qué hacer". El desparpajo de esta canción es increíble, sencilla y directa, de una estructura tan simple que casi se pueden ver sus costuras, y ahí radica su fuerza. Pegadiza, con un encantador aroma "ye-yé" y sesentero que hace más reconfortante escucharla, es un placer de consumo rápido, como un caramelo.

21. Airbag. "Cubo de Rubick". Se equivocan los que dicen que son un grupo ramoniano más, de hecho en cada disco cada vez nos demuestran más lo contrario. Sus canciones, aunque llenas de guitarras y baterías al grano, son puras delicias pop, sofisticadas y originales en su mezcla de diversas influencias (punk, pop de los 60, power pop de los 70), y esta canción para mí es su obra maestra, quizá junto con "Big Acuarium". Es destacable su línea de guitarra hipnótica, de notas entrelazadas, realmente parece un cubo de rubick sonoro, por no hablar del estribillo y la melodía, uno de los pildorazos más pegajosos y estimulantes que he podido escuchar en los últimos tiempos.

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viernes, febrero 09, 2007

Teenage Fanclub, "Bandwagonesque"

Hablar a estas alturas de la grandeza de Teenage Fanclub no es nada nuevo ni astuto, sólo RockdeLux parece no haberse dado cuenta de ello e ignora continuamente a esta banda para dar líneas a dj's de controvertido nombre, a grupos españoles de pop sospechosamente sensible o a raperos con influencias flamencas que nadie recordará en un par de años. Pero la música de la banda escocesa perdura ya desde hace casi dos décadas, deleitándonos disco tras disco con luminosas, radiantes melodías que no quieren innovar sino adherirse suavemente a nuestra historia personal.

Y es que de esto quiero hablar hoy, de esa capacidad de la música para dejar huella imborrable en nuestros recuerdos, y para ello tomaré como excusa el mejor ejemplo posible, el primoroso Bandwagonesque. Dice Nick Hornby en su excelente colección de ensayos 31 canciones que no está de acuerdo con que nuestras canciones favoritas nos retrotraigan a una época determinada o sean un reflejo de las vivencias que experimentamos cuando las escuchamos; su argumento es que, si nos gustan mucho, las escucharemos constantemente de tal modo que se actualizarán de manera continua y jamás podremos asociarlas a unos momentos determinados. Y yo creo que hasta cierto punto es así, pero es innegable que el sello que nos dejaron algunos discos fue demasiado profundo como para poder quitárselo de encima con sucesivas escuchas, como enamorarse por primera vez, como estremecerse por un primer beso.

Me compré Bandwagonesque en el 2001. Estaba de saldo y había leído a Ignacio Julià poniéndolo muy bien, y además aquella portada me llamaba mucho la atención, tan simple pero al mismo tiempo tan sensual, con ese rosa vivo en magnífica lucha con el amarillo brillante. La primera vez que lo escuché me desconcertó un poco ese sonido tan deslavazado, casi sucio, pero al mismo tiempo había algo por debajo que me atrapaba, algo muy hermoso que hacía imposible que guardara el disco en un cajón para siempre. En la segunda escucha empecé a caer rendido. La primavera ya empezaba a oler a verano y yo acababa de topar con una increíble colección de canciones, un cofre que al abrirlo me proporcionaba aromas dulces y embriagadores, podría decirse que casi carnales. No voy a cortarme y, a riesgo de parecer exagerado o pedante, diré que viví una especie de experiencia mística, la inefable sensación de que el disco había llegado en el momento adecuado para conciliarme con la vida y con el mundo, para demostrarme que siempre podía aparecer un resquicio de belleza, magia y esperenza.

No era para menos. "The Concept" ya abría un escenario inexplicablemente hermoso, una melodía triste y entregada absolutamente a gustar, a ser disfrutada, sin más esquinas que ese sonido distorsionado de guitarra tan característico de principios de los 90, con armonías por todas partes y sensibilidad sin complejos. "December" era más optimista pero se movía en las mismas pautas, parecía un oasis de relajación para tomar aire ante tan brutal comienzo, pero no se trataba ni mucho menos de una canción segundona. "What You Do To Me" ya son palabras mayores, el primer pico del disco, un puñetazo de belleza directo al rostro, donde la sensualidad de la melodía encaja con un ritmo trepidante, herencia directa de Big Star, y sumerge la canción en un bucle hipnótico y extenuante como un interminable orgasmo. "I don't know" se aprovecha de un absoluto dominio de las armonías vocales y continúa sin perder su vibración guitarrera, subida de revoluciones en "Star Sign", inmediata, pegadiza, alegre, genial. Y a continuación la siguiente falta de oxígeno, "Metal Baby", una mezcla extraña de Byrds, Beatles, Big Star, Badfinger, todo absolutamente, y todo lo mejor, concentrado en una casi obscena y ofensiva muestra de talento que hace que al hablar de ella tiemble la voz.

"Pet Rock" reincide en los estribillos emocionantes, esta vez con el añadido de unas trompetas que le dan al asunto un cierto aire soul, pero en "Sidewinder" estamos de nuevo con el pop puro, estival, orgiástico, casi un pecado, un arañazo en la fibra, dan ganas de llorar. Sin embargo, por entonces Teenage Fanclub tenían argumentos de sobras para impresionarnos, para el más difícil todavía, y ahí es donde entra "Alcoholiday", un as en la manga, cinco minutos y medio de placer, de coros, de desengaño, esos característicos movimientos de bajo, carnosos pero inofensivos como en todo el disco. La belleza de "Guiding Star" es más gélida, más académica si se quiere, clasicista, elegante. Y para acabar, el instrumental "Is This Music?" no es ni mucho menos un relleno, especialmente teniendo en cuenta todo lo que le precede. De hecho, recuerdo que sus guitarras, tan dulces y sinceras como si nos declarasen su amor, me conmovían, me emocionaban en mi camino hacia casa recién salido del tren, y pocas sensaciones hay semejantes después de escuchar un disco así, una locura de ese calibre.

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