martes, abril 24, 2007

Sloan, "A Sides Win"

El grupo canadiense Sloan ha grabado a lo largo de su carrera muy buenos discos, algo descompensados a veces, y ha desarrollado un estilo nervudo, trotón, que sin embargo nunca deja de reflejar un amor ineludible por el pop. Sin embargo, donde alcanzan su mayor habilidad y sus mejores puñetazos expresivos es en los singles, en las canciones redondas y aisladas, materia en la que son maestros consumados. Genios de la chispa, artistas del cañonazo aturdidor a los oídos, talladores de gemas que no dejan de surgir con cierta frecuencia de su factoría, Sloan es más que nada un grupo de canciones, pero eso no tiene nada de malo, como me gusta repetir. Y de hecho, su disco recopilatorio A Sides Win, todas sus caras A desde 1992 hasta el 2005, se convierte por lógica y por su propio peso en una obra maestra, un disco necesario y vital para cualquier amante del pop, un clásico desde el momento mismo en que fue ideado.

Sus 16 canciones fluctúan desde los inicios del grupo, más apegados a cierto sonido grunge más cerca de la rama de los Posies que de la de Nirvana, por decirlo de alguna manera, hasta un progresivo refinamiento que, sin dejar de lado los ritmos poderosos, van mostrando una mayor orientación hacia el pop clásico británico. Las dos primeras, "Underwhelmed" y, especialmente, "500 Up", son cascadas de energía y melodía con unas voces potentes, sutiles, elegantes, demasiado sensibles para el grunge, como también les pasaba a Stringfellow y compañía. Sin embargo, los círculos matemáticos de "500 up" son excepcionales, su gran primera canción, llena de ganas, ideas y un entrañable espíritu indie que luego se perdería a favor de una búsqueda de la perfección. De "Coax Me" se puede decir que es muy parecida a cualquier gran canción de los Posies (resulta imposible no dejar de relacionar a los dos grupos), una suave línea de melancolía filtrada entre un arpegio de guitarra asombroso y adictivo.

"People Of The Sky" es otra canción poderosa, extrañamente enigmática, con esa voz desganada recitando sin parar y punteada por unos "pa pa pa" fuera de tiempo, tan sesenteros que se hacen muy exóticos en una canción de espíritu más bien indie, fantasiosa, energética, refrescante, circular, y hasta estremecedora cuando aparece una guitarra que se estira sobre sí misma a un volumen mayor que el resto de los instrumentos. "The Good In Everyone" demuestra que Sloan son expertos en crear introducciones a las canciones más que perfectas, cualquiera de sus temas es fácilmente identificable por el comienzo, y cuando luego, como en este caso, llega un estribillo con un gancho afilado, el placer es demasiado, me da por pensar que no hay nada mejor que la combinación de energía, electricidad y melodía. En "Everything You've Done Wrong" son los Beatles, ni siquiera esos arreglos de viento del soul logran disimularlo. Y "The Lines You Amend" es directamente prodigiosa, una mezcla increíble de los ritmos de T. Rex y los Beatles, un bajo emocionante, perfecto en sus notas saltarinas, y una voz ingenua, tierna y entrañable. El vídeo, que desborda entusiasmo y que pongo a continuación, está a la altura del tema. Y yo me voy a arrepentir siempre de no haber incluido esta canción entre las mejores del pop.



"Money City Maniacs" es puro chicle para degustadores de melodías poderosas que llevan guitarrazos como motores. Una canción a lo Nirvana pero mucho mejor que Nirvana. Y "She Says What She Means" es para derretirse, McCartney en los 90 tocando en un grupo grunge, emoción en su estribillo metido a puñetazos en unos ritmos más bien duros, la perfecta reencarnación de Badfinger, un ardiente corazón de rosas dentro de una armadura. "Losing California" ya toca la fibra simplemente con su comienzo avasallador, una conjunción vibrante de bajo y batería que nos avisa que estamos acercándonos a algo demasiado bueno como para ser tomado a broma, ni más ni menos uno de los mejores estribillos y acordes enlazados de los 90.

"Friendship" nos planta en las narices un nuevo estribillo que planea con elegancia y soltura en nuestros oídos, y "If It Feels Good Do It" es una especie de mantra pop guitarrero donde la conjunción de voces es sencillamente perfecta. En "The Other Man" son más accesibles, parece una canción más preparada para tener éxito y vender, de hecho es la que menos me gusta aunque no está nada mal. Prefiero mil veces "The Rest Of My Life", donde otra vez son la personificación del pop británico sin complejos, emocionante, hermosa, con un vídeo divertido y encantador (que pongo abajo), infinitamente tarareable y creada para enamorarnos de ella. "All Used Up" es directa, anfetamínica, urgente, más rockera que todas las demás. y "Try To Make It" regresa a las emocionantes, melódicas filigranas cantadas con voces perfectas, seguras, encajadas en canciones sin precio, de lo mejor que se ha hecho nunca en el power pop.



Sloan no serán constantes, no tendrán discos realmente buenos y compensados, pero esta colección justifica por sí sola su existencia y los convierte en grandes. Uno de los mejores discos del pop de todos los tiempos, aunque se trate de una recopilación. Y además, acompañada de un DVD con todos los videoclips de cada uno de los temas, lo cual, en este caso, es especialmente jugoso teniendo en cuenta el desparpajo, carisma y pasión con que el grupo interpreta sus temas.

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martes, abril 17, 2007

Los Ángeles

Que la revista musical Rockdelux habla más bien poquito de rock es algo conocido por todos. Que prefieren dedicar media página a una foto horrible de un feo Dj antes que hablar de algún grupo anterior a los 80 es también bastante sabido. Y que desprecia por sistema el pop (y me refiero al pop de verdad, al pop con sangre, y no a esas ventosidades perfumadas que suelen promocionar) es una especie de ley universal. No hay más que leer el artículo de crítica que Kiko Amat le dedica al libro Los Ángeles. Una leyenda del pop español, de Fernando Díaz de la Guardia (Ed. Rama Lama Music) en la revista correspondiente a febrero. Entre otras lindezas, afirma cosas como "Sin exagerar. Esto es lo que uno piensa al leer el libro", o "Por eso es una pena que, en un desesperado intento de transformar al grupo en una leyenda, el autor defienda sus constantes muestras de babosez horripilante". Otro de sus argumentos tiene tanto peso como éste: "(...) es difícil ser fan de un grupo que hacía canción mejicana o presentaba discos en la Zarzuela".

Con este artículo trataré de exponer lo que pienso sobre Los Ángeles y el valor que tienen sus canciones, y con argumentos que vayan algo más allá de dónde presentaban sus discos y que se centren estrictamente en la música. Reconozco que cuando escuché por primera vez las canciones de este grupo español de finales de los 60, me sentí un tanto defraudado, se me hacían demasiado monocordes esas voces en ocasiones tan azucaradas. Sin embargo, "¿Has amado alguna vez?" llegó a mis oídos como un relámpago y me hizo levantar la cabeza. Era una versión perfecta, briosa, ágil y nervuda de la maravillosa "Have You Ever Loved Somebody" de los Hollies, que me hizo pensar que Los Ángeles eran de los míos y admirar entusiasmado esa manera en la que Poncho, batería y voz solista, cantaba los últimos versos, sinuosa y seductoramente. Sin duda, era la señal para prestarles más atención y rasgar por encima de aquel sonido exageradamente celestial.

A partir de ahí, mi fascinación fue en aumento y me topé con un magnífico grupo de pop, algo que nunca ha gustado, ni gusta, ni gustará en Rockdelux a no ser que haya ínfulas intelectuales o existenciales de por medio. "98.6", por ejemplo, es una canción perfecta, fascinante ese órgano templado, veraniego, amigable, directamente extraído de las canciones de los Beach Boys de finales de la década. Como dice un tipo en el interesante documental en DVD que acompaña al libro: "Es una canción muy primaveral, para ponérsela a principios de abril. Cada vez que la escucho pienso que me va a pasar algo bueno". No hay una definición mejor de este tema. Otro de sus grandes éxitos es "Mañana, Mañana", que el crítico de RockdeLux define, en un portento de objetividad, como "odiosa". En cambio, para mí está cargada de delicadeza, de enamoramiento, una melodía que flota y se estira hacia el horizonte, etérea, prácticamente espiritual y, francamente, deliciosa.

"Créeme" es otro himno de ese pop celeste y preciosista, más elegante, más clásico, mejor construido y de un sonido perfectamente limpio y preciso, pero quizá demasiado sincera para quien busca en la música una excusa para justificarse intelectual y culturalmente. Y qué decir de esas montañas de nata que ascienden y descienden de "Mónica", más pop puro y sin complejos que sólo busca emocionar, otro rayo de sentimiento transformado pulcramente en una melodía nítida y apuntillada con los arreglos de cuerda necesarios. Hasta "Oho-Aha" desprende el innegable encanto de la sencillez, con ese instrumento de película del Oeste sosteniendo el ritmo, y movida por una firme voluntad de enganchar y de ser tarareada hasta el infinito. "Te presentí", otro exitazo marca de la casa, es una canción abrupta, serena por momentos y crispada cuando se trata de estremecer. Sin embargo, para mí la guinda de toda esta colección de canciones perfectas, cristalinas, bonitas porque sí y, sobre todo, con sustancia musical, es "Sueños", que a ratos parece alegre y a ratos muy triste, y que explota en un estribillo sencillo y que incluye todas las esencias del pop inocente, por no hablar de ese toque exótico que le da una línea de guitarra robada de la bossa-nova.

Como todo buen grupo de pop que se precie, siguiendo la estela de los Beatles, los Kinks o, especialmente, los Hollies, Los Ángeles no sólo eran hábiles en la melodía, sino que también se dejaban caer por el lado más duro de la sensibilidad pop. "Cada día" es una canción más luchadora, con esos impagables solos de guitarra entre las voces, desenfadada y festiva. También podría citarse "Dime, Dime", electrizante, tribal, desafiante, pero ni así se evita el estribillo adictivo. Y qué decir de "No pienses", para mí una obra maestra, psicodélica, veloz, los detalles se superponen uno a otro en un mecanismo de orfebrería y para apreciarlos es necesario escucharlos detenidamente una y otra vez, pero nunca terminaremos de identificarlos todos: el bajo en espiral, la guitarra dando círculos sobre sí misma cuando llega el estribillo, los coros, tan sesenteros, y todo ello cubierto con un sonido de fiesta ye-ye divertido y atractivo al mismo tiempo.

Los Ángeles no intentaban representar los tormentos de la vida, no empleaban formas musicales demasiado novedosas, no usaban bases electrónicas, ni ritmos africanos, ni siquiera rapeaban ni incluían entre sus miembros a ningún iluminado y drogadicto cantante de jazz. Y sus canciones eran pobres en "texturas" y apenas superaban los tres minutos cada una. A pesar de todo esto, recomiendo fervientemente que consigáis algún recopilatorio de sus singles (de acuerdo, ni siquiera grabaron ningún disco conceptual) y que os entreguéis sin más al sencillo placer de disfrutar de la música.

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jueves, abril 12, 2007

Kurt Cobain, la última estrella del rock

Kurt Cobain, el tipo de aspecto desaliñado, de ojos angelicales y mirada inocente, de alma torturada y creativa, drogadicto, depresivo, suicida, lo tenía todo para triunfar precisamente por estos componentes. Sólo bastaba que le acompañara una música de querencias inadaptadas y generacionales, que según muchos críticos expresaba "la frustración de los adolescentes en un mundo capitalista" y ese tipo de cosas que yo nunca he sabido ver ni en Kurt ni en las canciones que hizo su grupo Nirvana. Recuerdo el hondo impacto que causó el disco Nevermind cuando yo tenía apenas catorce años. Sonaba en todas partes, y "Smells Like Teen Spirits" fue una profunda estocada en el subconsciente juvenil, una potente, pegadiza, rabiosa canción cuya sangre circulaba con tanta agresividad que literalmente parecía a punto de explotar en cualquier momento.

Cabe preguntarse si Nevermind era para tanto. A mí me gustó mucho por entonces, claro que también solía llevar una camiseta con la cara de Cobain, y me parecía un tipo muy profundo y lleno de talento, como se lo parecía a casi todos mis compañeros de instituto. No era de extrañar, respondía a la perfección al arquetipo de héroe romántico que tanto tirón ha tenido siempre, insurrecto y tan sensible que era incapaz de soportar la vida. Con el paso del tiempo, su figura va perdiendo peso y uno la contempla con la misma credibilidad que tiene una estampa del Che u otros tantos héroes del mundo. Lo peor de todo es que para abordar a Nirvana como grupo parece inevitable hacer como mínimo varias referencias a la desgraciada vida de Cobain, un espíritu sin rumbo víctima de las drogas y de su malvada esposa, Courtney Love.

Centrémonos en el disco que los llevó directamente al número uno. Si no fuera por el carisma de Cobain y su buena imagen, no habría recibido ni mucho menos tanta atención. Un carisma muy bien acompañado por una apreciable colección de canciones, todo sea dicho, y además con unas baterías muy rabiosas pero también muy limpias y amigables, unas guitarras cortantes pero al mismo tiempo domadas y sumisas, y especialmente la voz de Cobain, atractiva, joven, competente para la radiofórmula. Nada que ver con Iggy y los Stooges, Sonic Youth, Dinosaur Jr o los mismos Pixies, a los que tanto admiraba y de los que tanto aprendió (casi como de Hüsker Dü). Aquello era un producto perfectamente enlatado, eso sí, de una calidad inusitada para ese tipo de lanzamientos. Pero en último término, "Come As You Are" se hace demasiado insustancial, "Polly" casi ridícula en su descarada pose derrotista y "Something In The Way", directamente soporífera. "Smells Like Teen Spirits" brilla con luz propia, desde luego que sí, y también me gusta la extravagancia de "Lithium" y arrebatos de energía como "Lounge Act" o la triste, desesperanzada, sincera, áspera "On A Plain". Demasiado poco para un disco que es calificado constantemente como uno de los mejores de la historia del rock. In Utero, el siguiente, es mucho más interesante.

No hay más que comparar Nevermind con otros discos del mismo estilo, grabados aproximadamente en los mismos años. Siendo sincero, prefiero el surrealismo fascinante y juguetón del Slanted and Enchanted de Pavement, que transmite mucho más entusiasmo, y sentido del humor, y todas esas cosas que hacen que un disco no vaya muriendo con el paso de los años. Hasta me parece más auténtico el arrastrado y admirable en su sinceridad Live Through This de Love, el grupo de su esposa. Por no hablar de esos discos cargados de extrañas e hipnóticas esencias y olores, de magia y psicodelia, que grabaron los nunca suficientemente valorados Screaming Trees. Creo que Nirvana están artísticamente muy por debajo de todos ellos. Sin embargo, llegaron mucho más alto. Como dijo Kurt Cobain, en un arranque de franqueza: "Está claro que la mayoría de nuestros fans son gente que no saben mucho de música alternativa. Escuchan a Guns n’Roses, quizá hayan oído algo de Anthrax. No puedo pretender que entiendan el mensaje que tratamos de lanzar, pero al menos captamos su atención". Muchos de sus fans de entonces actualmente están perdidos en recopilaciones de Rammstein o, peor aún, de Extremoduro.

No quiero decir con todo esto que Kurt Cobain no fuera honesto. Todo lo contrario, al ver los documentales despierta simpatía por su perfecta toma de conciencia de la situación en la que se encuentran, su empeño en defender la música que aman, un amor verdadero en el que ganar mucho dinero fue más una cuestión de contigencia que algo buscado. El problema es que Cobain, dentro de esa espiral de fanatismos y admiración, terminó por creerse su propio personaje y se voló los sesos. Ahí finalizo la carrera de esta auténtica y última estrella del rock, de un apasionado que estaba en la música porque no podía evitarlo, y no por los motivos de esa gente que hacen proclamas contra la piratería, que reciben absurdos premios continuamente y que no vacilan en autodenominarse artistas sin que se les caiga la cara de vergüenza.

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sábado, abril 07, 2007

The Winnerys, "Daily Urban Times"

De vez en cuando, hay impulsos creativos que por su fiereza, entusiasmo y talento resultan directamente abrumadores. Para un grupo, llegar a ese punto requiere un largo camino tanto personal como musical, múltiples horas de análisis y reflexión que tienen como base un amor por la música puro e incondicional. El pop ha dejado muchos arañazos profundos en el alma a lo largo de su medio siglo de historia, a manos de privilegiados cuyos logros les hacen parecer más profetas de un enigmático mensaje celestial que simples músicos. Hay discos malos, otros que no están mal, algunos muy buenos y una fascinante estela de obras maestras muy separadas del resto. En España hemos tenido el privilegio de ser la cuna de una de ellas, publicada en septiembre del año pasado, por un grupo que ya no existe. Estamos hablando de Daily Urban Times, de The Winnerys.

Su primer disco, And the Winnerys, era un excelente compendio de canciones pop llenas de ganchos y energía. Parecía una especie de homenaje indisimulado a los Beatles el cual, sin embargo, quedaba muy lastrado por un sonido esquemático y casi de maqueta que recortaba muchos de sus gloriosos detalles. Canciones como "Breaking The Ice" o "Messages Inside" eran claras evidencias de que ahí había ideas y muchas ganas, y de que si lograban mejorar su sonido y mantenían el nivel compositivo podían dar el salto a esa clase de grupos de los que se habla con respeto, pasión y culto. No obstante, pasaron tres años hasta que el nuevo disco vio la luz. Era el momento de comprobar hasta dónde habían llegado.

La escucha de Daily Urban Times es una especie de sorprendente viaje a los mejores momentos de la historia del pop. The Winnerys habían logrado un disco que no sólo destacaba por su calidad, sino por su capacidad para emitir diferentes destellos según la canción y acabar ofreciendo una experiencia emocional inigualable. Enfrentarse a este disco no es un asunto cualquiera, realmente son palabras mayores, y no es una exageración decir que parece un grandes éxitos no sólo de un grupo, sino más concretamente de un estilo, con el valor añadido de que The Winnerys nunca dejan de parecer ellos mismos. Su sonido, aunque variado y multicolor, se mantiene siempre sobre un identificable espíritu de grupo.

"Mr. Cupid's Puppet Show" abre el cofre del tesoro, una adictiva, energética, soleada canción que por sí sola hubiera sido un grandioso single de éxito en cualquier anuncio de refrescos. Sus guitarras transparentes y sus voces en perfecta armonía dan paso a "Your Fantasy", donde son directamente los Kinks con un sonido más moderno y estilizado, aunque su comienzo es inolvidable y hace que se convierta a sí misma en un clásico instantáneo del pop español. Los trallazos no acaban aquí, queda abundante munición en "No Longer White" y sus melodías lanzadas como rayos, limpias, perfectas, luminosas, a lo largo de cuatro minutos inolvidables. "My Daily Ray of Sunshine" es juguetona, es beat, es de los sesenta, es un hit, es todo a la vez, más rítmica, diferente a las anteriores pero igual de buena. ¿De qué hablamos? Esto es demasiado bueno y corremos el peligro de morir por sobredosis.

Y ahí llega "My Little Good Friend", el primer remanso de paz, una canción hogareña y acústica con el encanto añadido de un tambor que recuerda a los momentos más pastorales e intimistas del Paul McCartney del disco blanco de los Beatles. Y para compensar, en "Big Times" recuerdan al George Harrison suelto y seguro de sí mismo de All Things Must Pass, con un recubrimiento de power pop académico. "Get Into My Life" es una salvajada a lo Beatles, lo mejor es cerrar los ojos y disfrutar de ese bajo con figura de violín, esa batería robada directamente del museo de los grupos del sonido Mersey, la guitarra que dobla la frase que da título a la canción, las oscilaciones emocionales que hacen del tema algo parecido a una ola, sinuoso y elegante. "Daily Urban Times" es más épica y trabajada, no quiere parecer intrascendente, pero lo hace de la mejor manera, es decir, sonando a grupo sólido y consciente de sus pasos, y para la MTv alternativa sería muy fácil colarla como éxito junto a las canciones de Coldplay y Radiohead, sólo que ésta sería buena de verdad. En un mundo ideal, iría directa al número 1.

¿Y "Five Five Five"? Ya es la novena, pero aquí no hay tregua. Incluso para escribir sobre ella he tenido que pararla, porque si no me es imposible no prestarle atención, desde las melancólicas cuerdas de guitarra que abren el tema, hasta esa voz genial, contenida y segura de que está cantando algo grande. Esta vez pop de la factoría Spector, pero también pop Winnerys, y también power pop, es decir, algo que lo sintetiza todo y que por eso mismo es único, realmente emocionante y especial. "Peace in The World" regresa al pop de sonido comprometido y constructivo, densa y triste, seria y hermosa, John Lennon preguntándose sobre los problemas del mundo y al mismo tiempo encontrando inspiración. "How I Miss You", por el contrario, recibe de nuevo un baño de sonido limpio y una dosis de estribillos directos, un mordisco de melodía a la yugular antes de abrir la puerta a "Not So Far Away", otro ejemplo de cómo hacer una gran canción con quiebros matemáticos perfectos y cambios de ritmo, algo que los Winnerys dominan a la perfección en este disco. "Your Credibility's Show" es ya abusivo, ahora quieren parecerse a un grupo de power pop salvaje de los 70 y lanzan las guitarras al aire y las melodías al vientre. ¿El resultado? Una canción que podría haber figurado tranquilamente en el No Dice de Badfinger. A la altura de los clásicos y como si no pasara nada, pero su línea de guitarra, furiosa, trepidante y seductora, va a explotar durante tiempo en el interior de nuestra cabeza. "Humble Heart" está fabricada a partir del libro de estilo de Paul McCartney, incluidos esos arreglos de viento tan característicos que le dan cierto aire teatral. Y para acabar, "So Many People", de la que puede decirse que a cualquier grupo de power pop le encantaría tenerla como hit de su nuevo disco, sólo que aquí no puede destacar, sino es que una parte más de un todo descomunal.

Hay que irse con cuidado con este disco. Su absoluta falta de pretensiones lo hace todavía más enigmático e inabarcable. Su belleza explota en múltiples direcciones, ni más ni menos que quince temas cuya heterogeneidad no hay por dónde tomar. Lo único cierto es que sus canciones vivirán a nuestro lado durante mucho tiempo y que nos sorprenderá ir recordándolas una a una y darnos cuenta de que todas provienen del mismo lugar, de un disco que va a ser un clásico de culto en los próximos años y que lo advierte desde el diseño de portada, con esos ecos del Forever Changes de Love y del Revolver de los Beatles. No es extraño que The Winnerys se separasen a los pocos meses de su publicación, porque después de grabar algo así cualquier listón parece inalcanzable.

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martes, abril 03, 2007

José Casas, "Plasticland"

José Casas publicó en el 2003 su primer y único, de momento, álbum en solitario, después de una carrera que empieza en los años ochenta y que pasa por diferentes grupos como Helio o Relicarios. Y hoy vamos a hablar de este Plasticland, que es un crisol de diferentes estilos de pop, ocho canciones variadas, un poliedro construido con gusto y que hace altos en diferentes etapas de la historia de la música, con especial predilección por la melodía.

Las dos primeras canciones desprenden esa atmósfera nostálgica, melancólica pero directa y con estribillos pegajosos, de hecho podrían haber figurado en cualquier disco de los otoñales Pale Fountains. Son muy inglesas, especialmente la saltarina "Behind Evil Flower's park". En cambio, "My five senses" gira noventa grados y se fija en aquellas canciones tan características de los primeros Elvis Costello, Joe Jackson o XTC, que se aprovechaban del reggae para inyectar en el pop un aire exótico y extrañamente encantador. De "Robin Hood Song" se dice en todas partes que es un homenaje al Bowie del Ziggy Stardust, y de hecho la voz se parece mucho, así como esas filigranas de guitarra, que tanto recuerdan a las producciones de Tony Visconti. Sin embargo, a mí me parece más bien un John Lennon de la época Help un tanto pasado de roscas. Una de las canciones más inspiradas del disco y un curioso ejercicio de estilo.

"Bo Didley Kidnaps" para mí es la mejor, la más original e inquietante, digamos que aquí hay autenticidad y un sentido de la experimentación muy estimulante. Para hacernos una idea, en este tema José Casas desarrolla un mosaico formado por esas líneas de guitarra extravagantes y de sangre misteriosa directamente tomadas de Bo Didley, un ritmo y teclados más bien garage y unos coros envolventes que se adaptan como un guante a la canción. Un acierto estupendo que justifica por sí solo todo el disco. "Change Your Tale" sigue alzando el vuelo al mismo tiempo que escapa por otro de los infinitos senderos del pop, en este caso más orientado hacia Escocia, con una sensibilidad soleada y transparente, afín a las enseñanzas de Teenage Fanclub, Orange Juice y compañía.

Y ya llegamos a la recta final, con "Where Are My Heroes Living", pop vacilón que suena mucho a los Plimsouls y a todos los grandes mitos del power pop de finales de los 70, de hecho cuesta mucho escuchar ese estribillo sin recordar la voz rasgada, juvenil y rabiosa de Peter Case. Un gran tema con una base rítmica potente que deja maravillosos agujeros a las florituras de la melodía. "Running Man" pone punto final al disco y es también una de las mejores, con su inicio relajado y preciosista que deriva inmediatamente hacia un estribillo angustiado y acorralado. Adictiva y carismática, sirve para acabar con un buen sabor de boca, es una especie de guinda a un trabajo que ha sido grabado con la paciencia de un artesano y el cariño de una madre.

De hecho, la constante del disco es un sonido limpio, muy cuidado, con arreglos de cuerda precisos y embellecedores, y sólo se echa de menos algo más de energía en estupendos temas que invitan al frenesí, como "Where Are My Heroes Living", o una mayor cantidad de canciones que hagan el disfrute más duradero. Aun así, un muy buen comienzo para José Casas, que se labra un perfil de autor pop variado, exquisito y clasicista, y que después de este disco tan resultón nos deja con ganas de averiguar hacia dónde le llevará su nuevo trabajo.

Es recomendable una visita a su página web o a su myspace, donde encontraréis más información sobre Plasticland y podréis escuchar algunas de las canciones. Y aquí podréis leer una interesante entrevista a cargo de Rafa Beatman.

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