Por fin llega el momento de hablar de XTC, un grupo no tan infravalorado como otros a causa de su prologanda trayectoria y su generosidad en canciones de oro y en obras maestras pero, como siempre, nunca lo suficientemente valorados. Hay que dejar claro que estamos ante unos de los héroes del pop, los reyes indiscutibles de los 80, así como Teenage Fanclub lo fueron de los 90. Una formación imprescindible, liderada por un genio, Andy Partridge, y que ofrece un exquisito licor en el que se mezclan sabores tan excitantes y valiosos como los Beatles o los Beach Boys.
Su andadura empieza a finales de los 70, claramente enmarcados en la new wave, y con dos discos, White Music y Go 2, pródigos en melodías briosas que galopaban los caminos firmemente trazados por Elvis Costello, Stiv Bators y otras luminarias del power pop clásico. Energía, frescura y una filosofía de ir al grano que incluía a partes iguales las guitarras angulosas y el amor por los estribillos adictivos. La explosiva "Radios in Motion", las curvas inquietantes de "This is Pop", el clásico de la nueva ola "Statue of Liberty" o esa joya de la emoción que es "Are You Receiving Me" (qué facil resulta engancharse a ella) son los primeros pasos de un grupo que ya ofrece claras muestras de personalidad pero que todavía no acaba de definirse.
Su último disco de la década, Drums & Wires, ya es el primer disparo en la dirección a la que irían en su momento más glorioso. Se trata de un álbum lleno, por una parte, de clásicos de los 80, como la parsimoniosa "Making Plans for Nigel", la compleja y adictiva "Teen Feet Fall" o la festiva "Life Begins at the Hop", junto con una serie de canciones distintas, mucho más personales, en las que Partridge desarrolla por fin su particular visión del pop y empieza a componer un universo de colores vibrantes y estructuras imprevisibles, sin perder de vista nunca, por supuesto, la accesibilidad y la pegada inmediata que se le supone al estilo. Aquí entran canciones inclasificables como la juguetona "Helicopter", la melodía que se desliza por un engranaje de "Reel By Reel", esa canción nerviosa, directa y encantadora que es "Scissor Man" o la vacilona "Change Of Command". Cambios de ritmo sorprendentes, armonías vocales que parecen desperdigadas pero que luego acaban configurándose en un conjunto mágico, guitarras que recuerdan muchas veces a la mejor época de Talking Heads y estribillos deliciosos que brotan en cualquier parte, cuando menos lo esperamos, son las premisas básicas del libro de estilo que Partridge perfeccionará en los discos sucesivos.
En ese camino hacia la perfección llega Black Sea, el siguiente destello dorado en el pop más exquisito de los 80. Una colección de clásicos, un disco que parece un grandes éxitos, canciones que se suceden de manera infatigable y que nos dejan al final del disco con la boca abierta. "Generals & Majors" es una de sus obras maestras, con ese silbido que ratifica el fascinante poder de la melodía que arma el esqueleto de la canción. "Rocket From a Bottle", con sus entusiastas teclados del principio, es una de las mejores canciones de amor nunca escritas, sin una gota de sensibilidad barata, absolutamente rítmica pero también grande en su estribillo, un gancho arrojado de manera precisa hacia nuestro corazón. "Towers of London" es otro hit, uno de los fijos de las colecciones de singles de XTC cortesía de las espirales de su hipnótica melodía, y a la misma altura o más está "Sgt. Rock (Is Going to Help Me)", un compendio de los tics de los Beatles, los Kinks, Move o los Hollies, un delicado plato que contiene las mejores esencias del pop y que jamás nos cansaremos de probar. Todas las canciones alcanzan un nivel sorprendente y participan de una heterogeneidad en la que cabe el reggae ("Living Through Another Cuba") o la música tribal ("Travels in Nihilon"), pero siempre como vestimenta y al servicio de un espíritu inconfundiblemente pop y plagado de estribillos.
En ese momento culminante llega su mejor disco, English Settlement, obra imprescindible e ineludible de los clásicos del pop. Después de una crisis nerviosa que empuja a Partridge a abandonar los conciertos, el sonido de sus canciones se vuelve mucho más personal y todas ellas adquieren una cohesión extraña, podría decirse que milenaria, un sonido acústico, muy primitivo, unas melodías cada vez más extravagantes y personales (pero siempre, no lo olvidemos, sin perder un ápice de su poder adhesivo), lo cual en conjunto es un extraordinario generador de la imaginería más mágica y exótica de los 80. Cualquier palabra se queda corta al enfrentarse a este disco, pero ya los tambores célticos de "Runaways" nos avisan del universo en el que estamos entrando. Y lo mejor de todo es que, al final, las canciones están rellenas del más puro, ortodoxo y fanático espíritu del pop británico. Por eso, "Ball and Chain", con sus trompetas que parecen llamar a la batalla, no deja de ser en realidad una extraña mezcla en la que prima la estela de los Beatles. "Senses Working Overtime" es sin duda la mejor canción que hicieron nunca, también con esa brisa folk y celta en la que emerge de improviso su acaramelado estribillo. "Jason And The Argonauts" es fascinante, misteriosa, se respira en ella el remoto aire de siglos pasados, y la aguerrida "No Thugs in Our House" presenta un estribillo furioso que deslumbra por su perfección y que jamás podremos quitarnos de la cabeza. En este disco cabe hasta lo que parecen bailes tradicionales nunca escuchados ("Yatch Dance"), y curiosos ritos de iniciación africanos que encierran en su interior contagiosas, irresistibles, entrañables melodías pop ("It's Nearly Africa"), y también una canción para enamorarse directamente de ellos, "Knuckle Down", o cómo juntar el poder de un estribillo que habría sido fácilmente número 1 en ventas de haberse tratado de una manera más comercial y el sonido inconfundible de los singles más poderosos de los 60. En definitiva, un disco esencial, una recomendación absoluta, un conjunto de magníficas canciones con raíces en el pop clásico y en un etéreo e imperceptible sentido del paso del tiempo.
El disco siguiente, Mummer, es más bien crepuscular, extraño, se buscan nuevos caminos después de la brutalidad anterior y se consigue la grabación más rebelde y diferente de todas. La amenazante "Beating of Hands" parece pertenecer aún al disco anterior. "Wonderland" es una preciosidad, una canción que usa los componentes de los éxitos comerciales de ese año para obtener una fantasía que rebosa imaginación y exotismo, algo así como meterse en un jardín japonés del siglo XIX. "Great Fire" es tan primitivista como las canciones de English Settlement, y "Ladybird" un prodigio del pop melancólico con firma McCartniana. Otras canciones, como "Jump", que parece casi de juego infantil, la preciosa "Toys", mi favorita, donde XTC demuestra una vez más su pulso firme en los estribillos gloriosos, que hubieran sido muy comerciales si alguien se hubiese preocupado de creer en ellos, y la sorprendente, cercana y llena de calor "Desert Island", son una prueba del nivel fuera de serie que el grupo había alcanzado.
Entonces llega The Big Express, igual de bueno que los anteriores, y que destapa los problemas porque XTC se proponen ser más comerciales que nunca pero, obviamente, no lo consiguen. Y todo esto a pesar de canciones tan redondas como "Wake Up", otra de las que habrían quedado perfectas en un anuncio, la placenteramente machacona "All You Pretty Girls" o "This World Over", que en un mundo hipotético equivaldría a que Sting hubiese tenido talento. Otros temas continúan siendo igual de mágicos e intimistas, en la línea del mejor Partridge, como "I Bought Myself a Liarbird", que parece una fábula. Además, siempre estarán esas canciones que nacen en plenos 60 y que se convierten en clásicos de todos los tiempos, como "The Everyday Story of Smalltown", un nuevo y encantador batido de Beatles, Beach Boys y Kinks, y "You Are The Whis You Are I Had", que toma de inspiración al McCartney de "Penny Lane" o de "Your Mother Should Know".
La fuerza creativa de Partridge prosigue su vigoroso impulso en Skylarking, una completa maravilla de principio a fin, un canto a la naturaleza, al verano, a la sangre de la tierra y de la vida. "Summer's Cauldron", con sus cantos de grillos y pájaros del comienzo, sirve para entonar esta peculiar, genial, brillante oda, siempre enmarcada en la canción pop. "The Meeting Place" nos parece estar contando verdades ocultas y hermosas, y "That's Really Super, Super Girl" es esa característica canción infernalmente pegajosa a la que es tan dado Partridge con su voz grave, flexible y modulada. "Ballet For a Rainy Day" es una preciosidad, que empieza melancólica y delicada, suavamente acompañada por unos teclados, y que se abre en un estribillo que genera una adicción preocupante. "1000 umbrellas" ya es genial sólo por estructurarse sobre la parte instrumental de "Looking For a Glass Onion" del disco blanco de los Beatles. ¿Y "Season Cycle"? Otra joya lustrosa del pop de quilates, con irresistibles armonías y melodías y un estribillo luminoso, poseído por los mejores singles de los 60. Lo mismo podría decirse de la casi neurótica pegajosidad de "Earn Enoug For Us", o ese mágico primitivismo del que ya hemos hablado, usado en otros discos, y que también usan en "Sacrificial Bonfire", que da la impresión de ser una canción medieval.
Ya llevamos una ristra de varias obras maestras, y lo increíble es que el asunto no acabó aquí. Oranges & Lemons vuelve a ser otro disco maestro, con una magnífica portada que hace clara referencia a los Beatles del Yellow Submarine. "Garden of Earthly Delights" es una de esas canciones donde el paganismo y la delicia pop se dan de la mano y obtienen como resultado un optimismo vigorizante, una inyección de felicidad en el corazón que nos lleva volando hacia un mundo de sueños. Y "Mayor of Simpleton" se deshace como un caramelo pop sin concesiones, una de las canciones más adictivas de Partridge, nacida para ser tarareada hasta que se acabe el mundo. "The Loving" es otro himno inmediato, elegante, más pulido y quizá comercial, pero igual de brillante y preparado con las mismas esencias de los 60. Otras canciones, como "One Of The Millions" o "Across the Antheap", vuelven a los sabores celtas de English Settlement con el mismo grado de acierto y belleza, y "Scarecrow People" representa el pop nervioso y con garra tan propio de Partridge. Un conjunto de canciones brillantes con el que XTC cierran la década y dan paso a los 90, en los que producirán discos más fríos y ya alejados de la vida y la intensidad de su época dorada.
No lo hemos dicho aún todo sobre XTC. Porque entre 1985 y 1987, y bajo el seudónimo de The Dukes of Stratosphear, publicaron dos estupendos discos en los que se encarnaban en cada uno de los grupos que les habían influido, y donde daban rienda suelta a su amor por la psicodelia, los Byrds, los Zombies, Brian Wilson, la recopilación Nuggets, Lennon y McCartney y todos los dioses del estilo. Sin embargo, hablaremos de esto más detenidamente en otro artículo. Cualquier cosa que se escriba sobre ellos será siempre muy poco. Afortunadamente, sus discos han sido frecuentemente reeditados en CD y es muy fácil encontrarlos a buen precio.








No lo hemos dicho aún todo sobre XTC. Porque entre 1985 y 1987, y bajo el seudónimo de The Dukes of Stratosphear, publicaron dos estupendos discos en los que se encarnaban en cada uno de los grupos que les habían influido, y donde daban rienda suelta a su amor por la psicodelia, los Byrds, los Zombies, Brian Wilson, la recopilación Nuggets, Lennon y McCartney y todos los dioses del estilo. Sin embargo, hablaremos de esto más detenidamente en otro artículo. Cualquier cosa que se escriba sobre ellos será siempre muy poco. Afortunadamente, sus discos han sido frecuentemente reeditados en CD y es muy fácil encontrarlos a buen precio.