Un artículo más, sólo uno, antes de que empiecen las vacaciones, y con un disco muy estival y de pura orfebrería, grabado en plena efervescencia de la psicodelia. Pero no la agreste, hostil psicodelia norteamericana, sino la inglesa, deudora de Beatles, Kinks y Zombies, fanática de discos como Pet Sounds de los Beach Boys y de todo el sunshine pop californiano en general, ese pop lleno de belleza, arreglos y filigranas. Y esto es Would You Believe (1968), un tratado consistente del pop de cámara a lo Left Banke, un rayo violeta trazado en el cielo, una noche estrellada con olor a hierba húmeda. Impresiones vivas y sensuales, adornadas todas ellas con la cálida, exquisita voz de Billy Nicholls, a la altura del instrumento musical más bello.
Y sí, parece increíble, pero de este disco apenas se editaron unas pocas copias antes de que desapareciese su discográfica, y el asunto resulta aún más estrafalario al escuchar la primera canción, "Would You Believe". Todo un hit potencial, una canción que con la promoción adecuada se hubiera aupado al número 1 sin problemas, ya desde ese organillo del principio tan deudor de la etapa más mística de Brian Wilson, hasta que la voz de Nicholls se erige en auténtica protagonista, a modo de aparición divina, un chorro de hermosura, limpia, tierna, y volcada en un estribillo contundente. Un clásico del pop sin lugar a dudas, con unos arreglos deliciosos y exuberantes. "Come Again" es más sencilla, aquí se le da mucha importancia a la guitarra acústica, cristalina, casi se puede distinguir cada cuerda en su cascada de acordes, mientras Nicholls canta una melodía inocente, crepuscular, propia de un atardecer junto a la playa. Y que Nicholls había escuchado a los Zombies queda de manifiesto y de manera irrefutable en "Life Is Short", una canción más problemática que propone algo así como una excursión mental o la recreación de una pesadilla, entre coros, orquestaciones que se desatan en el estribillo y un falsete más que expresivo y tomado del libro de estilo de Colin Blunstone.
"Feeling Easy", más tranquila, igual de orquestada -increíbles esas cuerdas que subrayan el momento más triste, esto parece Love-, acaba desembocando en unos coros magníficos, que no están de más, en los que la voz de Nicholls transmite más emoción que nunca. "Daytime Girl" toma, por una parte, las juguetonas bases rítmicas que impusieron los Kinks, junto con sonidos de clavicordios y panderetas, lo cual da lugar una canción quintaesencia de la psicodelia británica: arreglos y experimentación, pero sin olvidar que las canciones son melodía y estribillo. Deliciosa, magnética, irresistible, pero ahí llega "London Social Degree" para hacérnosla olvidar un poco. Porque ésta, de tan buena como es, resulta tan atemporal que podría haberla grabado cualquier grupo inglés de no importa qué década. Magnífico tanto el comienzo, con ese Nicholls reivindicativo, que casi parece enfadado, como la manera en que termina la frase, el pegajoso It's a London social degree, cantado con una voz tan llena de calor y terciopelo que querremos escucharlo una y otra vez. Un clásico más al que le sigue otra canción a lo Zombies, "Portobello Road", otra vez parece que esté cantando Colin Blunstone una composición de Rod Argent, con esa voz desvaneciéndose cuando se hace más aguda y una atmósfera inquietante y onírica.
"Question Mark" comienza con un adictivo coro de voces, clasicista, pulcro, pero sigue con una tonada pop que, sin la orquestación, sería un hit del pop británico de los 60, y con ella es una joya absoluta del pop de cámara, imprescindible para quien lleve la música en las venas, delicada y fuerte, sensible pero con argumentos. En "Being Happy" nos fijaremos más que nada en esa extraordinaria guitarra, acuosa, como una excursión a las profundidades marinas, parte imprescindible de la estructura de la canción, sin olvidar, por supuesto, la demostrada pericia con los estribillos que por entonces poseía Nicholls. "Girl Form New York" prosigue en esa senda oscura, con unas guitarras que suenan realmente duras, cortesía de una parte del grupo Small Faces, con una participación importante en el disco, y tan dados también a unir melodía y guitarras furiosas. Aquí, esa energía, junto con las melodías neoclásicas y "psicológicas" de Nicholls, da lugar a un cóctel de complicada excursión mental, una canción aguerrida, bella, tierna, sorprendente, que se deforma poco a poco. Y para terminar, "It Brings Me Down", mucho más desesperanzada que las otras (contrasta enormemente con la luminosidad de "Would You Believe"), y sin embargo igual de hermosa, como si presagiara el triste destino de un disco de este calibre.
Así que, para el verano, os propongo este disco, que necesita ser degustado poco a poco y que os acabará calando hasta lo más profundo de vuestros genes. Un gran reserva del pop, uno de esos clásicos que en condiciones normales aparecen cada diez años, pero que en los sesenta fue uno más de los dioses de una época mítica y de creatividad desbordante. No me olvido de los Zombies, por supuesto, de hecho me sabe un poco mal haber hablado antes de este disco que del Odessey and Oracle, así que no tardaré demasiado en dedicarles un artículo. Por el momento, el disco de Billy Nicholls lo podéis descargar aquí:
Billy Nicholls. Would You Believe (1968)
Por otro lado, mis vacaciones acaban de empezar y estaré unas semanas descansando y sin colgar artículos, más o menos hasta finales de agosto. Justo cuando empiece de nuevo, este blog cumplirá un año. Me lo estoy pasando fenomenal, queda blog para mucho rato. Os agradezco vuestra presencia y vuestros comentarios. También me gustaría que dijerais qué os ha parecido por el momento o que hicieseis sugerencias y críticas.
¡Hasta pronto!