De vez en cuando, hay impulsos creativos que por su fiereza, entusiasmo y talento resultan directamente abrumadores. Para un grupo, llegar a ese punto requiere un largo camino tanto personal como musical, múltiples horas de análisis y reflexión que tienen como base un amor por la música puro e incondicional. El pop ha dejado muchos arañazos profundos en el alma a lo largo de su medio siglo de historia, a manos de privilegiados cuyos logros les hacen parecer más profetas de un enigmático mensaje celestial que simples músicos. Hay discos malos, otros que no están mal, algunos muy buenos y una fascinante estela de obras maestras muy separadas del resto. En España hemos tenido el privilegio de ser la cuna de una de ellas, publicada en septiembre del año pasado, por un grupo que ya no existe. Estamos hablando de
Daily Urban Times, de
The Winnerys.

Su primer disco,
And the Winnerys, era un excelente compendio de canciones pop llenas de ganchos y energía. Parecía una especie de homenaje indisimulado a los
Beatles el cual, sin embargo, quedaba muy lastrado por un sonido esquemático y casi de maqueta que recortaba muchos de sus gloriosos detalles. Canciones como "Breaking The Ice" o "Messages Inside" eran claras evidencias de que ahí había ideas y muchas ganas, y de que si lograban mejorar su sonido y mantenían el nivel compositivo podían dar el salto a esa clase de grupos de los que se habla con respeto, pasión y culto. No obstante, pasaron tres años hasta que el nuevo disco vio la luz. Era el momento de comprobar hasta dónde habían llegado.

La escucha de
Daily Urban Times es una especie de sorprendente viaje a los mejores momentos de la historia del pop. The Winnerys habían logrado un disco que no sólo destacaba por su calidad, sino por su capacidad para emitir diferentes destellos según la canción y acabar ofreciendo una experiencia emocional inigualable. Enfrentarse a este disco no es un asunto cualquiera, realmente son palabras mayores, y no es una exageración decir que parece un grandes éxitos no sólo de un grupo, sino más concretamente de un estilo, con el valor añadido de que The Winnerys nunca dejan de parecer ellos mismos. Su sonido, aunque variado y multicolor, se mantiene siempre sobre un identificable espíritu de grupo.
"Mr. Cupid's Puppet Show" abre el cofre del tesoro, una adictiva, energética, soleada canción que por sí sola hubiera sido un grandioso single de éxito en cualquier anuncio de refrescos. Sus guitarras transparentes y sus voces en perfecta armonía dan paso a "Your Fantasy", donde son directamente los
Kinks con un sonido más moderno y estilizado, aunque su comienzo es inolvidable y hace que se convierta a sí misma en un clásico instantáneo del pop español. Los trallazos no acaban aquí, queda abundante munición en "No Longer White" y sus melodías lanzadas como rayos, limpias, perfectas, luminosas, a lo largo de cuatro minutos inolvidables. "My Daily Ray of Sunshine" es juguetona, es beat, es de los sesenta, es un hit, es todo a la vez, más rítmica, diferente a las anteriores pero igual de buena. ¿De qué hablamos? Esto es demasiado bueno y corremos el peligro de morir por sobredosis.

Y ahí llega "My Little Good Friend", el primer remanso de paz, una canción hogareña y acústica con el encanto añadido de un tambor que recuerda a los momentos más pastorales e intimistas del
Paul McCartney del disco blanco de los Beatles. Y para compensar, en "Big Times" recuerdan al
George Harrison suelto y seguro de sí mismo de
All Things Must Pass, con un recubrimiento de power pop académico. "Get Into My Life" es una salvajada a lo Beatles, lo mejor es cerrar los ojos y disfrutar de ese bajo con figura de violín, esa batería robada directamente del museo de los grupos del sonido Mersey, la guitarra que dobla la frase que da título a la canción, las oscilaciones emocionales que hacen del tema algo parecido a una ola, sinuoso y elegante. "Daily Urban Times" es más épica y trabajada, no quiere parecer intrascendente, pero lo hace de la mejor manera, es decir, sonando a grupo sólido y consciente de sus pasos, y para la MTv alternativa sería muy fácil colarla como éxito junto a las canciones de
Coldplay y
Radiohead, sólo que ésta sería buena de verdad. En un mundo ideal, iría directa al número 1.

¿Y "Five Five Five"? Ya es la novena, pero aquí no hay tregua. Incluso para escribir sobre ella he tenido que pararla, porque si no me es imposible no prestarle atención, desde las melancólicas cuerdas de guitarra que abren el tema, hasta esa voz genial, contenida y segura de que está cantando algo grande. Esta vez pop de la factoría
Spector, pero también pop Winnerys, y también power pop, es decir, algo que lo sintetiza todo y que por eso mismo es único, realmente emocionante y especial. "Peace in The World" regresa al pop de sonido comprometido y constructivo, densa y triste, seria y hermosa,
John Lennon preguntándose sobre los problemas del mundo y al mismo tiempo encontrando inspiración. "How I Miss You", por el contrario, recibe de nuevo un baño de sonido limpio y una dosis de estribillos directos, un mordisco de melodía a la yugular antes de abrir la puerta a "Not So Far Away", otro ejemplo de cómo hacer una gran canción con quiebros matemáticos perfectos y cambios de ritmo, algo que los Winnerys dominan a la perfección en este disco. "Your Credibility's Show" es ya abusivo, ahora quieren parecerse a un grupo de power pop salvaje de los 70 y lanzan las guitarras al aire y las melodías al vientre. ¿El resultado? Una canción que podría haber figurado tranquilamente en el
No Dice de
Badfinger. A la altura de los clásicos y como si no pasara nada, pero su línea de guitarra, furiosa, trepidante y seductora, va a explotar durante tiempo en el interior de nuestra cabeza. "Humble Heart" está fabricada a partir del libro de estilo de Paul McCartney, incluidos esos arreglos de viento tan característicos que le dan cierto aire teatral. Y para acabar, "So Many People", de la que puede decirse que a cualquier grupo de power pop le encantaría tenerla como hit de su nuevo disco, sólo que aquí no puede destacar, sino es que una parte más de un todo descomunal.
Hay que irse con cuidado con este disco. Su absoluta falta de pretensiones lo hace todavía más enigmático e inabarcable. Su belleza explota en múltiples direcciones, ni más ni menos que quince temas cuya heterogeneidad no hay por dónde tomar. Lo único cierto es que sus canciones vivirán a nuestro lado durante mucho tiempo y que nos sorprenderá ir recordándolas una a una y darnos cuenta de que todas provienen del mismo lugar, de un disco que va a ser un clásico de culto en los próximos años y que lo advierte desde el diseño de portada, con esos ecos del
Forever Changes de
Love y del
Revolver de los Beatles. No es extraño que The Winnerys se separasen a los pocos meses de su publicación, porque después de grabar algo así cualquier listón parece inalcanzable.