Presento hoy quizá uno de los discos más especiales de los que he podido hablar por aquí, una obra cargada de canciones otoñales, melancólicas, idóneas para esta época del año. Canciones sencillas, preciosas en su humildad, acariciadas con una cálida e inofensiva capa de guitarras, tocadas con la gracia de la nostalgia, del carisma, como si cada una de ellas estuviese preparada para hacerse un hueco en nuestras vidas. Sorprende tanta emocionalidad contenida, especialmente si se tiene en cuenta que fue su primer y único disco, que en definitiva es una de las cumbres del pop de finales de los ochenta.
El sonido de este disco es acogedor -como una manta de lana-, amigable, reparte melodías y bienestar a dosis iguales. La fórmula es muy sencilla: melodías quebradizas, guitarras nostálgicas, estribillos hermosos y gélidos, y una energía indómita y sutil, como un recuerdo intenso de momentos felices que ya han pasado. Ahí es donde se mueve este disco, en la sensación de pérdida, de reflexión, de melancolía, pero disparando con las armas del pop: inmediatez, belleza y adicción. La primera canción, "Dear Friend", es todo un himno, con su línea de guitarra que llega hasta profundidades abismales, serena, y su estribillo que arremete como si dijera una verdad profunda. Una de las mejores canciones de la década y una línea a seguir en el resto del disco, que en ningún momento se permite bajar el nivel. "It Doesn't Matter" suena a los Smiths pero en bueno, aquí hay nostalgia de verdad, sin pose, la guitarra acústica cumple su papel a la perfección y es una de las mejores que he escuchado nunca, limpia y precisa, en una composición que permea y llega hasta muy dentro. Todo esto se repite en "One Saturday", que recoge el espíritu de los Replacements, y un estribillo que a estas alturas ya nos hace acostumbrarnos a lo que este disco ofrece, melodías infecciosas y con calor humano sabiamente acompañadas por los punteos de guitarra adecuados. Y "Through Different Eyes" es pura gloria, optimismo ciego e introvertido, casi humilde, aunque siempre están ahí los trazos de guitarra invernal para dejar las cosas en su sitio.
Por eso "Tumble" es algo así como el himno de los perdedores, por fin alcanza el protagonismo esa voz irremediable del desaliento, del dolor muy pensado y ofrecido en plato, con toda sinceridad, sin histrionismos, parece una melodía rescatada de la composición química de una lágrima, teniendo en cuenta un estribillo que es sinónimo de la desolación. "Believe, Believe" concede un poco de tregua, es mucho más energética que las anteriores y más afín a la línea del power-pop clásico, la tristeza también tiene sus respiraderos y éste es uno de esos momentos en que todo parece que vaya a ir bien. Inmejorable punto de partida para otro de los clásicos de los ochenta, "Farewell Song", una de esas canciones que da la impresión de que han existido siempre en el subconsciente colectivo, si tenemos en cuenta la naturalidad con que se desarrolla, su limpieza y el acento emocional y la honestidad que se pone en el estribillo. Si no fuera porque Teenage Fanclub publicaron sus mejores discos años después, parecería que aquí están influidos por ellos, no podía ser de otro modo con esas fantásticas conjunciones de voces y esa ternura contenida e inocente. A continuación, otro de los hits del disco, "I'm Your Shadow", con guitarras rebeldes que siembran a sus anchas los cambios de ritmo y los devaneos emocionales.
En la recta final del disco todo sigue igual de bien. "Wise To Her Ways" contiene más energía que todas las anteriores, y se canta como si se quisiera parir un himno indie, de manera hipnótica y circular, un poco a la manera en que lo hizo Pavement tiempo después. La senda del power-pop despreocupado se recupera en "The Road We're On", no viene mal algo de poder azucarado en las últimas canciones, sobre todo si resulta tan pegajoso como en este caso. "By The Fire" nos propone una tonada que parece sacada del folklore popular, siempre con esas guitarras fibrosas y llenas de sentimiento que caracterizan el disco, para lograr la emoción instantánea. Y no hay mejor manera para acabar un disco así que con un estilo algo diferente, el country, integrado perfectamente con las demás canciones, pero suficiente para dar una nota de color, sin abandonar la melodía pura que se clava en el espíritu como una flecha.
Flying Color nunca hicieron nada más, pero el testimonio de su vida como grupo es francamente inmejorable. Con este disco le dan mil patadas a muchos otros grupos de vida mucho más prolongada y, en algunos medios, permanente. Uno de los momentos más decadentes, puros y hermosos de los ochenta, de la misma estirpe que esas rarezas cargadas de sensibilidad y talento que se dan de vez en cuando. Os advierto que si lo escucháis una vez, le seguirán muchas otras. Aquí lo tenéis a vuestra disposición:
Flying Color. Flying Color (1987)
El sonido de este disco es acogedor -como una manta de lana-, amigable, reparte melodías y bienestar a dosis iguales. La fórmula es muy sencilla: melodías quebradizas, guitarras nostálgicas, estribillos hermosos y gélidos, y una energía indómita y sutil, como un recuerdo intenso de momentos felices que ya han pasado. Ahí es donde se mueve este disco, en la sensación de pérdida, de reflexión, de melancolía, pero disparando con las armas del pop: inmediatez, belleza y adicción. La primera canción, "Dear Friend", es todo un himno, con su línea de guitarra que llega hasta profundidades abismales, serena, y su estribillo que arremete como si dijera una verdad profunda. Una de las mejores canciones de la década y una línea a seguir en el resto del disco, que en ningún momento se permite bajar el nivel. "It Doesn't Matter" suena a los Smiths pero en bueno, aquí hay nostalgia de verdad, sin pose, la guitarra acústica cumple su papel a la perfección y es una de las mejores que he escuchado nunca, limpia y precisa, en una composición que permea y llega hasta muy dentro. Todo esto se repite en "One Saturday", que recoge el espíritu de los Replacements, y un estribillo que a estas alturas ya nos hace acostumbrarnos a lo que este disco ofrece, melodías infecciosas y con calor humano sabiamente acompañadas por los punteos de guitarra adecuados. Y "Through Different Eyes" es pura gloria, optimismo ciego e introvertido, casi humilde, aunque siempre están ahí los trazos de guitarra invernal para dejar las cosas en su sitio.
Por eso "Tumble" es algo así como el himno de los perdedores, por fin alcanza el protagonismo esa voz irremediable del desaliento, del dolor muy pensado y ofrecido en plato, con toda sinceridad, sin histrionismos, parece una melodía rescatada de la composición química de una lágrima, teniendo en cuenta un estribillo que es sinónimo de la desolación. "Believe, Believe" concede un poco de tregua, es mucho más energética que las anteriores y más afín a la línea del power-pop clásico, la tristeza también tiene sus respiraderos y éste es uno de esos momentos en que todo parece que vaya a ir bien. Inmejorable punto de partida para otro de los clásicos de los ochenta, "Farewell Song", una de esas canciones que da la impresión de que han existido siempre en el subconsciente colectivo, si tenemos en cuenta la naturalidad con que se desarrolla, su limpieza y el acento emocional y la honestidad que se pone en el estribillo. Si no fuera porque Teenage Fanclub publicaron sus mejores discos años después, parecería que aquí están influidos por ellos, no podía ser de otro modo con esas fantásticas conjunciones de voces y esa ternura contenida e inocente. A continuación, otro de los hits del disco, "I'm Your Shadow", con guitarras rebeldes que siembran a sus anchas los cambios de ritmo y los devaneos emocionales.
En la recta final del disco todo sigue igual de bien. "Wise To Her Ways" contiene más energía que todas las anteriores, y se canta como si se quisiera parir un himno indie, de manera hipnótica y circular, un poco a la manera en que lo hizo Pavement tiempo después. La senda del power-pop despreocupado se recupera en "The Road We're On", no viene mal algo de poder azucarado en las últimas canciones, sobre todo si resulta tan pegajoso como en este caso. "By The Fire" nos propone una tonada que parece sacada del folklore popular, siempre con esas guitarras fibrosas y llenas de sentimiento que caracterizan el disco, para lograr la emoción instantánea. Y no hay mejor manera para acabar un disco así que con un estilo algo diferente, el country, integrado perfectamente con las demás canciones, pero suficiente para dar una nota de color, sin abandonar la melodía pura que se clava en el espíritu como una flecha.
Videoclip de "Dear Friend"
Flying Color nunca hicieron nada más, pero el testimonio de su vida como grupo es francamente inmejorable. Con este disco le dan mil patadas a muchos otros grupos de vida mucho más prolongada y, en algunos medios, permanente. Uno de los momentos más decadentes, puros y hermosos de los ochenta, de la misma estirpe que esas rarezas cargadas de sensibilidad y talento que se dan de vez en cuando. Os advierto que si lo escucháis una vez, le seguirán muchas otras. Aquí lo tenéis a vuestra disposición:
Flying Color. Flying Color (1987)
3 comentarios:
Todo un placer escuchar música contigo.
Hace poco nosotros tambien comentamos este disco en nuestra web:
Flying Colour
Y si, sin duda es un disco verdaderamente especial.
Un saludo
exquisito pop con guitarrazos emparentados con the repalcements o the nerves buen Power Pop, que sirvio de inspiracion para bandas en los 90's.
Saluso K.M.
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