
Y de ahí la razón de ser del recopilatorio: las canciones se grabaron entre principios y mediados de los años setenta, pero inmediatamente quedaron barridas por la fuerza de las tendencias imperantes, y por ello fueron relegadas al olvido. Dicho de otro modo: en aquellos años, los grupos que compusieron estos temas no acataron los dictados ni del rock progresivo ni del folk jipiesco, fueron unos entusiastas del pop que murieron con sus ideas a cuestas y que ponen en evidencia lo poco, poquísimo, que se conoce la música de nuestro propio país. Papagayo nos muestra una escena musical española de pop de alto nivel, adaptado al gusto más exigente y refinado, fuera de tendencias, en la etapa del franquismo tardío, y que podría figurar con orgullo junto a nombres como Brian Wilson, Michael Brown, Curt Boettcher o Billy Nichols. ¿La Casa Azul? Venga ya.
Y atención, porque las revoluciones queman el motor ya desde el primer momento. "Don Nadie" es una canción arrolladora de un grupo sobre el que no he encontrado ninguna información, Caoba. Una guitarra acústica da paso a un festín de clavicordios, trompetas, cuerdas y, sobre todo, una melodía apasionada que atrapa sin compasión. Una obra maestra, en definitiva, que juega tanto con un calculadísimo sentido del pop emocionante como con una imaginación sin límites en los arreglos. Sensacional. Todos estos rasgos los comparte punto por punto "Lo bueno y lo malo", de Joe y Luis, otro grupo fantasma, que nos presenta una melodía celestial -sublime el momento en que cantan un "pasará" diluido entre cuerdas, con acento psicodélico- e inolvidable. Y la siguiente, "Una sonrisa, una mirada", de Reacción, es igual de buena o más, puro sentir pop, nostalgia sin paliativos y una inspiración que va a la par de la de los Zombies de Odessey and Oracle. Con sólo tres canciones se nos dejan las cosas claras: parece como si el refinado pop del excelente grupo que fueron los Módulos hubiese triunfado, pero libre de su -a veces- excesivo barroquismo y rebuscado tono lúgubre. Otro hit imaginario es "Mi canción es amor", de Luces y Almas. Más vacío informativo sobre el grupo, por supuesto, como sucede con casi todos, pero las líneas de guitarra española que incluye saben a clásico, así como su explosivo y burbujeante estribillo, por no hablar de los devaneos gratificantemente sentimentales de su melodía (¿hay quien pueda resistirse a ese "ven a mí, escúchame"?).
Y luego llega "Juventud", del grupo Tiza, que parece un ligero desliz del recopilatorio, porque no eran españoles, sino chilenos, y su carrera quebró con la irrupción de la dictadura, pero la verdad es que dado el nivel de la canción, no importa demasiado. Se trata de una composición majestuosa, con unos coros circulares que se construyen como castillos de naipes y de los que salen una melodía llena de paz. "Papagayo" es la que da título al recopilatorio, de los -por no romper la norma- desconocidísimos Ellos y Ellas, exuberante, tropical, pero por encima de todo pop y condenadamente sentimental, que no sentimentalista. Otro hito de locura es "Cuatro estaciones", del grupo Nuevos Horizontes. Este grupo sacó unos pocos singles a comienzos de los setenta, compuestos todos ellos por Vainica Doble. Y la verdad es que esta canción me parece mucho mejor que cualquiera de las del famoso duo, porque no huele ni a naftalina, ni a seudorock progresivo, ni tampoco a jipi, sino que presenta un poético y altamente adictivo pop, con deliciosos cambios de ritmo. Otro clásico venido de la nada es "Mundo de Amor", de Voces Amigas, que podría figurar tranquilamente en cualquiera de los grandes discos de pop de cámara de los sesenta, una canción que parece esculpida más que compuesta, una melodía angelical entre voces mezcladas con una insuperable arquitectura. Lo mejor de la música se concentra en cada una de las esquinas de esta canción.
"Sunshine Boy", de Licia, es una versión de un tema que no he podido identificar pero que estoy seguro de haber escuchado antes en inglés, sunshine pop de pura sangre, optimista y luminoso, a cargo de una cantante que en realidad parece que era italiana y editó esta canción sólo para el mercado español. Y luego vienen Los Ángeles, el único grupo que pude identificar la primera vez que escuché este recopilatorio, con "Sueños", una de sus canciones más entrañables, de sonido limpio y honesto y, como solía ocurrir con ellos, de inquebrantable estribillo (envuelto en este caso en un mágico "la-la-la"). Sin duda, su inclusión en este recopilatorio parece todo un homenaje. No podemos relajarnos ni un momento, "Fue una lágrima", de Elia y Elisabeth, es otra joya perdida en el tiempo, tonos veraniegos y nostálgicos con unas maravillosa voces femeninas que contagian su dolor sin perder un ápice de belleza. Y "Lluvia en tus mejillas", de Amigos, se desenvuelve con sencillez, para de repente atraparnos con un sensacional estribillo lleno de cuerdas de ensueño y que nos hace preguntarnos qué ocurrió con estos grupos de los que hoy día no se sabe nada. Las cuatro monedas en realidad eran venezolanos, pero al igual que con Tiza, este hecho no tiene demasiada importancia, "Cosas" es otro hito, espirales de trompetas, melodía intrigante e infecciosa, armonías vocales, en fin, lo tiene todo y es digna de aparecer en un recopilatorio con un nivel de exigencia que raya la utopía.
Mencionemos brevemente "Una flor es mi amor", de Les Extremes, no porque no sea buena, todo lo contrario, igual de buena que las otras, creedme, un navío surcando olas en plena tormenta, pero es que ya no puedo contener las ganas de hablar de la que le sigue: "Voy buscando", de Dulces Años. A primera vista parece una versión de un clásico del pop, pero en realidad no lo es, se trata de un tema compuesto por los miembros de este grupo cuando tenían catorce años. Y acaba siendo palabras mayores, una de las indiscutibles cumbres del pop en español, una sensacional aventura que jamás debió ser olvidada y que contiene una melodía esperanzadora, directa, positiva, embriagadora, junto a pasajes que son de lo más sofisticado y certero que se ha hecho nunca por aquí, todo ello concentrado en sólo tres minutos. El "Good Vibrations" español, sin duda, un rayo de luz que muestra la cara oculta de nuestra música que nunca nadie se molestó en enseñarnos. El sunshine pop inyectado en vena sigue con "Pediré" de Parábola, que cualquiera diría que viene de las listas de ventas estadounidenses de mediados de los sesenta, muy parecida a las canciones de los Monkees en sus mejores momentos, honesta, buena sin paliativos. Luego, Nueva Democracia, con su "Hey Hey", nos quieren engañar con un comienzo en el que parecen haberse fijado en Crosby, Stills, Nash & Young y grupos por el estilo, pero luego se ríen en nuestra cara, porque nos dan una bofetada de sensacionales armonías vocales, muy en la línea de los Ángeles, trazadas como un águila en una melodía que rinde culto a los dioses del pop.
Y más adelante, el grupo Oveja Negra, del que nadie sabe nada, ni siquiera su dicográfica, con una canción monumental que incluye algo más de energía guitarrera pero que al final se rinde a la magia del estribillo preciso: "Pensando en ti" es otro de los clásicos perdidos de este recopilatorio, algo folk -no mucho- y con una personalidad que hace muy raro saber que apenas grabaron nada más. "Let's Hang On", de Queimada, consiste en acercarse al clásico de los Four Seasons desde una perspectiva que reúne tanto los sonidos wilsonianos como la fuerza popera de los setenta, todo aquí es puro entusiasmo y energía. Después, David y Sonia nos presentan "Pensando en ti", teñida de melancolía y con claras referencias tanto a la elegancia de Burt Bacharach como a la bossa-nova, una sensacional rara avis del pop en español. Los chilenos Tiza repiten con la cara B de "Juventud", que es "Sometimes", un tema que remite a la música de la invasión británica de la primera época, combinando en la misma proporción gancho y humildad. Magnífica, como también lo es "Nuestro lugar" de Tuset 31, pop de cámara en el que el espíritu de los Zombies emerge de nuevo, barroquismo que no oculta una sensibilidad a flor de piel de la que no hay por qué avergonzarse. Por si no ha quedado ya claro, el sello de calidad de este recopilatorio lo certifica "Todo acabó", de los Yetis, que es ni más ni menos que una fantástica versión de "My World Fell Down" de Sagittarius -se grabó a principios de los años setenta, pero el grupo era colombiano y no español, todo hay que decirlo-, que mantiene su voluntad barroca y acentúa y hace más próxima, quizá, toda su tristeza latente. Y ya para acabar, "No te vayas nunca", de Daniel Velázquez, la canción del lote que quizá tuvo más posibilidades comerciales, porque se acercaba más a los estándares del momento, pero lo hacía por la vía de un refinamiento que tenía más que ver con Solera o Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán que con Nino Bravo.
Papagayo, The Spanish Sunshine Pop es uno de esos recopilatorios que cambian vidas y que ofrecen un placer y una felicidad sin precio. Por otro lado, su escucha resulta absolutamente imprescindible para dar luz a una dimensión desconocida de música en español que se alza alegremente al nivel de los tótems de referencia del estilo. Veinticuatro canciones de los años setenta, pero de un valor atemporal, y que se meriendan a los discos habitualmente citados en las revistas "profesionales" cuando hablan de esos años.
Papagayo. The Spanish Sunshine Pop




Papagayo, The Spanish Sunshine Pop es uno de esos recopilatorios que cambian vidas y que ofrecen un placer y una felicidad sin precio. Por otro lado, su escucha resulta absolutamente imprescindible para dar luz a una dimensión desconocida de música en español que se alza alegremente al nivel de los tótems de referencia del estilo. Veinticuatro canciones de los años setenta, pero de un valor atemporal, y que se meriendan a los discos habitualmente citados en las revistas "profesionales" cuando hablan de esos años.
Papagayo. The Spanish Sunshine Pop