Syd Barrett es el protagonista de una de las historias más fascinantes del pop, la breve e intensa carrera de un músico que expresó lo que hasta aquel momento parecía inexpresable. Un mago salido de otra galaxia y que encarnó como nadie el significado de la psicodelia y la expansión de la mente, un constructor de canciones que seguían la tradición de una legendaria y desconocida civilización marciana a la que sólo él tuvo acceso. Su obra, que abarca apenas tres discos, contiene momentos de turbación extrema, pasajes en espiral de inquietantes mundos perdidos en el fondo de nuestro espíritu, diapositivas de la dimensión desconocida que se nos muestran con todo lujo de detalles. Syd Barrett se volvió loco después de grabar su único disco con Pink Floyd, en aquel año mágico de 1967 en el que las mejores bandas competían por lograr la obra maestra definitiva del pop. Su luz llegó hasta el infinito, y por eso mismo se quemó pronto.
"Arnold Layne" y "See Emily Play" eran los dos escalones necesarios para empujar a Pink Floyd hacia la fama. La primera contiene todos los ingredientes con los que Barrett hacía de sus canciones píldoras musicales de ácido lisérgico: una guitarra siempre a la expectativa, tensa, con sonido de motores de cohete a punto de despegar, baterías marciales y una melodía de exótica belleza que de repente se abre en un paisaje indescifrable, enigmático, milenario. Esto puede verse especialmente en "See Emily Play", que obtuvo inmediata repercusión: una sensación de peligro por estar a punto de perder las coordenadas, de quedarse flotando en el espacio. Sin embargo, este peligro inminente es lo que nos lleva a contemplar lo que no podríamos de otro modo: el abismo profundo de los sueños más olvidados, en los que hace siglos que los ríos fluyen, ajenos al tiempo. Amenaza y belleza son dos elementos que irán de la mano en las mejores canciones de Barrett.
Pink Floyd, acostumbrados a las larguísimas improvisaciones que ofrecían en sus conciertos, en una época en que pretenciosidad, vanguardia y virtuosismo empezaban a tomar los mandos de lo que sería la música de los próximos años, se ven obligados en 1967 a concretarse y a recortar sus excesos para grabar un disco orientado al mercado pop. No podía haberles ido mejor. The Piper At The Gates Of Dawn es un álbum excepcionalmente sugerente, un viaje instantáneo al fondo de la mente, una obra cumbre que su hacedor, Syd Barrett, no pudo terminar sin dejar para siempre en el camino su noción de la realidad. Los cuatro minutos escasos de "Astronomy Domine" tiene para quien la escucha auténticos efectos de proyección astral; las guitarras se trenzan unas a otras para crear un entorno que insinúa el infinito, la nada, el corazón palpitante del universo, mientras Barrett canta como un iluminado, como si en realidad rezase a un dios pagano, para acabar con un coro de apóstoles que hacen de esta canción un salmo de una religión extraterrestre. El secreto del estilo de Pink Floyd era la imprevisibilidad de Syd Barrett, de una manera que recuerda mucho a las visiones de Roky Erickson y los 13th Floor Elevators, pero desde una sensibilidad más refinada y pop. "Lucifer Sam", la segunda canción, es totalmente amenazadora, revela la maldad que se esconde en los puntos ciegos de nuestra percepción, y que quedan al descubierto cuando el ácido nos abre los sentidos.
La misma sensación tenemos en "Matilda Mother", que es un cuento infantil del que se desprende una cierta sensación perversa, como si caperucita roja fuese a degollarnos en cuanto nos despistáramos. Pero la cima de la revelación llega indiscutiblemente con "Flaming", rebosante de magia, prácticamente esotérica, con unos acertados efectos sonoros que incrementan la sensación onoríca casi hasta la experiencia audiovisual, y una guitarra acústica que protagoniza el momento más emocionante, en el que Barrett canta otra vez como el profeta de la imaginación y transmite ternura y amenaza, muerte y paz. Inolvidable. El instrumental "Pow R. Toc H.", por otro lado, juega con crear un ambiente selvático, tribal, entre surcos de piano jazz y explosiones volcánicas. "Take Up Thy Stethoscope And Walk", la única canción de Waters en el disco, es considerada por muchos un estorbo. No estoy de acuerdo: aunque mucho más estándar que las locuras astrales de Barrett -no olvidemos que era un genio-, acaba siendo un resultón puñetazo de garage con un adictivo estribillo.
"Interestellar Overdrive" es la grabación de uno de sus momentos clímax en los conciertos. Pink Floyd pasaron gran parte de 1967 tratando comprimir este tema, que en escena podía durar casi una hora, a unos diez minutos que no desbaratasen el concepto de The Piper At The Gates Of Dawn como un disco esencialmente de canciones. El esfuerzo les dio como resultado un tremebundo instrumental de pesadilla, algo extenso en el conjunto, pero totalmente disfrutable con una actitud paciente y decidida a perderse en las sensaciones cósmicas de la nave espacial que Barrett usa como guitarra. Mucho más amable es "The Gnome", que anticipa al cantautor de folk lisérgico que Barrett sería en sus dos siguientes discos después de la tormenta. "Chapter 24" sirve de nuevo para cerrar los ojos y ponerse a levitar, es otro salmo entrelazado con unos teclados pegajosos y sonidos de gong tibetano. Y de ahí otra vez al folk con "Scarecrow", humilde, casi regional, pero imbuida de una fascinante belleza en cuanto hace aparición el arpegio de guitarra acústica. Para terminar, la juguetona "Bike", que tiene su gracia en el infantilismo que rezuma, entre teclados de juguete, efectos de sonido y la forma de cantar como un niño caprichoso de Barrett.
The Piper At The Gates of Dawn fue uno de los discos más importantes de 1967 y un episodio culminante del pop psicodélico, justo a las puertas de lo que después llevaría al rock progresivo. El cerebro de Barrett había quedado seriamente dañado, tanto por su abuso de las drogas como por su continua inmersión en mundos aparte. Su incapacidad para seguir tocando en conciertos y para encontrar otro single que pudiese llegar al número 1 -apreciables intentos son canciones como "Vegetable Man" o especialmente "Jugband Blues", en la que una orquesta sale de un sueño para colarse en la canción-, le valió la expulsión del grupo. Sin el talento y la sensibilidad pop de Barrett, Pink Floyd acentuaron su faceta más grandilocuente y vacía y acabaron convirtiéndose en uno de los artífices del auge del rock progresivo.
¿Y Syd Barrett? Frenado por sus crisis psicóticas, fue capaz, sin embargo, de componer poco a poco más visiones de su mundo de locura. El martes podréis leer el artículo correspondiente a su primer disco en solitario de 1970, The Madcap Laughs.
Pink Floyd. The Piper At The Gates Of Dawn (1967)
Textos recomendados
"Syd Barrett". Por Luis, en Computer Age. Artículo sobre su trayectoria musical.
"Syd Barrett. Vuelve. Tú, delirante observador de visiones". Resumen de entrevistas y citas. Termina con una rarísima entrevista a Barrett en 1983, en la que ya queda patente su estado de deterioro.
10 comentarios:
Sin lugar a dudas uno de los personajes más enigmáticos de la história del rock. El Lunático, el flautista, el diamante loco... memorables fueron mis visitas hace poco por las residencias que tuvo en Londres. Lo imaginaba entrando por esa puerta y no puedo reprimir, ni ahora, estremecerme en pensar que hace 40 años él estuvo donde yo estuve hace dos meses.
En mi opinión, "See Emily Play" es una de las mejores canciones que nunca se hayan escrito. Gracias por dedicarle unos artículos a este genio.
Un saludo!
Por favor, dejémonos de idealizaciones mistificadoras. Padecer una enfermedad mental además del abuso estúpido de ciertas sustancias no es ninguna genialidad. Esa época no fue el esplendor de nada sino la degradación de muchas ideas.
Hola,
Donde dijiste "Emily Plays" di "See Emily Play".
Un lapsus lo tiene cualquiera...
¿Mistificadora o Mitificadora?
Sí, sí, amiguito, MISTIFICAR
Mistificar
(Del fr. mystifier)
1. tr. Engañar, embaucar.
2. tr. Falsear, falsificar, deformar.
Eclipse: en el último artículo pondré una entrevista muy extraña en la que se ve lo tocado que ya estaba Barrett a esas alturas.
Y estoy totalmente de acuerdo contigo en lo de "See Emily Play". Por cierto, anónimo, gracias por señalar el error. Ya está corregido.
sebastian: creo que nadie aquí defiende ni idealiza el abuso de las drogas de Barret ni su condición de enfermo mental, sólo se habla de sus canciones y de su genialidad estrictamente como músico. Otro debate sería hasta qué punto condicionó su enfermedad su música y su inigualable estilo (no deja de ser curioso lo parecidos que son a veces Barrett y Rocky Ericson, los dos adictos al LSD y enfermos mentales). 1967 es para mí en todos los sentidos un año de fertilidad y música incomparable. No se puede negar la influencia del LSD en aquella explosión.
Noes cuestión de sentar cátedra pero Syd Barrett era la persona menos indicada para tomar LSD, esta sustancia enteógena sólo deben tomarla personas equilibradas y nunca gente con problemas mentales. Además es una droga de autoconocimiento, no te va aportar nada que tu no poseas ya. Y para terminar decir que la democratización de las drogas que se proclamó en aquella época fue un acto de barbarie, así nos luce el pelo hoy. Menos romanticismo adolescente y más verdadero pensamiento *científico*
Muy buen blog! Me encanta. He encontrado cantidad de cosas. Te comento en esta notícia porque es la última pero me he pasado por tus entradas y alucinantes casi todas(sobretodo la de los Vancouvers).
Ya te puesto en mis favoritos de internet xd. Salud y que viva la buena música
Gacias Caballero Sebastián...
Cada día se aprenden nuevas palabras.
Definitivamente lo que hacia Barrett no es musica para cualquier odio.
Syd Barrett eres un grande y punto
hey sebastian, largate con tu musica reguetonera, aca solo veras calidad
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