Con 16 años pasé una etapa de enfermiza bulimia de T. Rex. Necesitaba digerirlo absolutamente todo, y para mi sorpresa, cualquier disco que comprara (incluso de su etapa inicial, Tyrannosaurus Rex) acababa encantándome y convirtiéndose en un referente. Sin embargo, este disco tiene para mí un valor especial ya que quizá fue el que me dejó más escéptico antes de comprarlo. La portada, más propia de su primera época de flipadillo de Tolkien que del momento en el que se encontraba, de resaca después de haber ofrecido sus discos clásicos de los años 70 ("Electric Warrior" y "The Slider"), no presagiaba nada bueno.
¡Y cuánto me equivocaba! De hecho, llegué a escuchar este disco casi tanto como los otros, y quizá en momentos más íntimos, porque es sin duda un disco más personal, no tan entregado a ofrecer himnos -pero aun así no deja de contener varios hits indiscutibles, a la altura de sus mayores éxitos. Bolan ya ha explotado su estilo, ya no es tan novedoso, pero no deja de ser un estupendo compositor y ahora se limita a crear maravillosas canciones.
En este disco encontramos lo de siempre: grandes bases rítmicas (impagables los bongos que suenan agazapados tras las baterías) y guitarras rockeras con infecciosas melodías. Y esto en un tono de humildad entrañable, la humildad de los discos que saben que no juegan ya en primera pero que podrían haberlo hecho. Con discos como éste, se puede decir que Bolan, todo lo que hizo, lo hizo bien.
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